Por Ana Castañuela
Antes de que se le colocara un implante coclear, Diego Antonio, de 28 años, ya había aprendido a comunicarse mediante grafías y lenguaje escrito. Se graduó como técnico mecánico electricista.
Lupita García, quien fue su maestra, recuerda que cuando Diego era más pequeño lloraba porque le era difícil comprender lo que los demás decían.
“Es como si tú y yo fuéramos a un país extraño y nos hablan en francés y nunca hemos escuchado francés, pues se nos va a complicar porque no lo entendemos”, explica.
Menciona que gracias a los aprendizajes Diego “logró integrarse con satisfacción a la sociedad” y hacer algo que le gusta.
Desde hace 29 años Lupita García acompaña y brinda apoyo a estudiantes con trastornos de la comunicación –voz, habla y lenguaje–, así como con discapacidad intelectual, motriz, visual y auditiva.
En 1993 ingresó a la Escuela Normal Regional de Especialización en Saltillo, y se especializó en Educación Especial en Audición y Lenguaje. Ha trabajado como educadora especial en la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER), un área de asistencia educativa presente y gratuita en escuelas públicas de nivel básico, y en el Centro de Atención Múltiple (CAM), especializado para la educación de personas con discapacidad severa, que asegura el bienestar y seguridad personal que algunas escuelas de educación básicas no pueden ofrecer de manera inmediata.
El objetivo de la educación especial es buscar que “niñas, niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad, aptitudes sobresalientes o con otras condiciones como Trastorno del Espectro Autista, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, problemas de lenguaje y problemas de aprendizaje reciban atención educativa acorde a sus características, necesidades, habilidades e intereses”, según la Secretaría de Educación Pública.
El educador especial también asesora, orienta y acompaña a las autoridades educativas y docentes de educación básica, así como a los familiares de los estudiantes.
En Coahuila, 14 mil 831 niños de entre los 0 y 14 años tienen alguna discapacidad, lo que representa el 11% de la población total de la entidad con discapacidad en 2020, según datos del Censo de Población y Vivienda de 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Registros del Inegi indican que actualmente en Coahuila hay mil 820 planteles de nivel preescolar, mil 831 de primaria y 648 de secundaria.
En el estado hay 49 CAM, y USAER se encuentra presente en 202 escuelas de educación pública de nivel básico en todo Coahuila, lo que significa que hay cuatro mil 97 planteles sin una unidad de servicio de apoyo especializado.
Modelo educativo inclusivo
En 2017 la SEP comenzó a implementar el método Montessori en el modelo educativo mexicano que, según el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, “tiene el propósito de ayudar al estudiante a alcanzar su potencial como ser humano mediante los sentidos, en un ambiente preparado y utilizando la observación de un profesor capacitado”.
Este modelo educativo se centra en la educación inclusiva, y “busca que los niños, jóvenes y adultos vulnerables a la marginalidad y exclusión social logren desenvolverse y autodesarrollarse en un ambiente estructurado”.
Alfonsina Zamora, quien también egresó de la Escuela Normal Regional de Especialización en Saltillo, tiene 13 años trabajando como maestra de educación especial en el área de Pedagogía y da orientación a los niños de nivel primaria que lo requieran en las áreas de matemáticas y español.
Explica que al principio de cada ciclo escolar los maestros de clase de educación básica de los planteles en los que se encuentra una USAER, son los encargados de realizar un examen diagnóstico a los estudiantes, y conforme a los resultados se le refiere al área especializada.
Entre las áreas que evalúan los docentes está la dificultad para aprender, las actitudes con la comunidad y con ellos mismos, las actitudes de la familia, ideología y las barreras de acceso a la educación.
Aclara que el principal enfoque del área son los estudiantes que se encuentran en una “situación vulnerable”, que tienen alguna condición o discapacidad y aquellos con aptitud sobresaliente.
“Los métodos de enseñanza son muy variados. Primero se hace un diagnóstico pedagógico del niño, vemos su estilo, capacidad, habilidades de aprendizaje y en qué nivel de conceptualización se encuentran”, añade.
El tipo de enseñanza es especializado, y hay diversas modalidades de atención; sin embargo, el principal objetivo de la USAER es que los niños se desarrollen y logren resultados dentro del aula de clases.
“Lo que el maestro de grupo trabaja dentro del aula es en lo que yo apoyo al niño para que pueda trabajar con sus compañeros de clase. Yo reafirmo con ellos lo más mínimo, ya sea la comprensión de los temas vistos en clase, indicaciones, consignas, dudas de alguna tarea o trabajar la psicomotricidad”, menciona.
Durante el ciclo escolar se llevan a cabo diversos talleres con los padres de familia de los niños que reciben la educación especial, en donde se les dan estrategias y formas de apoyo para aplicarlas en el entorno familiar y social.
HISTORIAS DE ÉXITO
“Niños de segundo y tercer grado de primaria que pueden resolver operaciones matemáticas de división o multiplicación de hasta seis dígitos sin usar calculadora; alumnos con discapacidad visual que pueden desplazarse sin ninguna dificultad (…) Es sorprendente trabajar con cualquier tipo de discapacidad, y ver el potencial que tienen todos”, comenta Lupita.
Para Lupita García y Alfonsina Zamora es satisfactorio cuando sus alumnos logran algún aprendizaje académico, pues “son el reflejo de los frutos del arduo trabajo del equipo interdisciplinario”.
“Hay muchísimas historias de éxito”, asegura Lupita, como la de Alejandro, un niño con trastornos del espectro autista. Debido a su “memoria fotográfica increíble” y a su gran capacidad para observar, puede recordar con exactitud los precios de cualquier producto del mercado.
Además posee una gran capacidad mental y de análisis, pues “puede decirte el día exacto en el que cayó tu cumpleaños en cierto año sin siquiera ver el calendario”, comparte Lupita García.
“Como estas, hay más historias”, menciona la educadora, entre ellas también destaca la de Ramirín, un niño con discapacidad motriz (parálisis cerebral) que aprendió a expresar sus aprendizajes mediante el lenguaje corporal.
En algún momento –recuerda Lupita– la directora del Centro de Rehabilitación y Educación Especial (CREE) me preguntó: “Lupita, ¿cómo es posible que vayas a graduar a Ramirín si no habla y no reconoce nada?”.
“Lo senté, teníamos figuras geométricas, tableros y globos de diferentes colores, y cuando yo señalaba el globo blanco y le de- cía que era el azul él se queda quieto; sin embargo, cuando le señalaba el globo azul y le decía que era el globo azul él movía la cabeza o se reía, lo que quiere decir que identifica el color azul (…) lo mismo hacía con los números, letras y figuras geométricas”, explica.
Agrega que ha tenido la oportunidad de trabajar con “una pequeña que no tenía brazos”, pero que, en su lugar, utilizaba sus pies, y con ellos lograba realizar actividades como escribir y vestirse.
Alfonsina Zamora asegura por su parte que lograr un resultado exitoso y favorable implica llevar a cabo un proceso muy largo, pues no siempre hay una disposición positiva por parte de los alumnos.
“Dentro de la comunidad hemos tenido chiquitos que tienen algún tipo de síndrome, y durante alguna rabieta lloran y gritan muy fuerte y a veces es muy difícil controlarlos, lo que quizá no permita que puedan acceder fácilmente al aula de clases a aprender, porque pueden alterar al salón”, expresa.
Sin embargo, asegura que mediante los talleres con los padres se va “moldeando” la conducta de los niños y de los padres e invitan a las maestras de clase a cada sesión para que ellas también puedan implementar estrategias dentro del aula.
“La mayoría de las personas se centran en lo que no pueden hacer los estudiantes que presentan alguna barrera del aprendizaje o que están cursando con una discapacidad, y muchas veces dejan de lado el potencial de ellos y lo que pueden hacer”, subraya Lupita.
“Lo más gratificante es lograr que el alumno aprenda”, comenta Lupita García. “Tal vez hay casos en los que el alumno nunca va a aprender sumas y restas, pero con el hecho de que aprenda a lograr satisfacer sus necesidades mínimas como la alimentación y la expresión, es gratificante”, asegura.
A Lupita García le pone contenta que sus alumnos con discapacidad motriz severa han tenido la oportunidad de ingresar a un aula de clases y convivir con sus compañeros, pues han aprendido a comunicarse mediante el lenguaje corporal.
A Alfonsina Zamora le gusta ver resultados viables y palpables que se logran mediante la comunicación y el trabajo en equipo. Explica que un resultado mínimo “nos permite avanzar con ellos en muchos otros aspectos, pues todos pueden y deben avanzar; claro, con mucho trabajo en equipo con los padres, docentes y compañeros”.
APRENDER CON IGUALDAD DE OPORTUNIDADES
“Sería una mentira decir que las aulas de clase cuentan con todos los recursos necesarios para las personas con discapacidad”, reconoce Lupita.
Expone que el principal obstáculo son las barreras arquitectónicas, pues aún hay planteles de educación pública básica que no cuentan con la infraestructura necesaria que permita el acceso a personas discapacitadas a los planteles físicos.
“Falta bastante, quizás la actitud y la disposición de los maestros de educación básica y especial siempre la hay, pues nosotros tenemos que hacer los ajustes cuando hay niños con discapacidad visual, auditiva o motriz, pero falta accesibilidad, pues son muy pocas las áreas a las que algunos niños con discapacidad tienen acceso”, agrega Alfonsina.
Menciona que a veces “no se pueden obtener los resultados deseados”, debido a la falta de accesibilidad y herramientas en los planteles de educación pública.
“Debería de haber una disposición por parte del gobierno para poder equipar un poco más, de perdido un pasamanos o un aula sensorial, para que ahí puedan los niños hacer sus actividades, pues en la mayoría de las escuelas tenemos ya muchos niños con autismo”, considera.
Lupita destaca que muchos de los maestros de educación pública básica desconocen la lengua de señas mexicanas, pese a que “la normatividad de la nueva escuela mexicana señala que el alumno tiene el derecho de aprender con igualdad de oportunidades al resto”, por lo que “los maestros de grupo ya deberían conocerla”.
“Sin embargo –dice Lupita–, estamos adoptando una nueva cultura de aceptación para este modelo, abriendo camino a la inclusión y obteniendo resultados satisfactorios de ellos”.
Menciona la importancia de promover una cultura de aceptación hacia las personas con discapacidad, así como el respeto a su entorno y sus derechos.
“Referente a las personas con discapacidad no todo es negativo, hay cosas muy sobresalientes, pues incluso hemos tenido alumnos ciegos que han llegado a acusar doctorados y muchas de las veces eso no es escuchado ni se ve”, finaliza.
TE RECOMENDAMOS LEER: