Por @arriagaxxximena
Más allá de playlists de Spotify con “canciones machistas” donde, créanme, no se encuentra sólo perreo, sino que contiene rolas de bachata, cumbias, banda, pop, baladas (incluso de las de “antes”), sonoras y hasta de Cuco Sánchez… Pffff, creo que he cantado la mayoría alguna vez… Porque es muy fácil voltear a ver los estragos de la conducta machista cuando son notorios… pero es algo más complicado detectar los actos más cotidianos, los de nuestro día a día, donde manifestamos el machismo y a veces hasta lo promovemos, pues está instalado de forma muy cabrona en nuestra sociedad, y sí, NO sólo lo ejercen los hombres, nosotras también. Al parecer, algunos les llaman micromachismos, otros, machismo invisible, y otros mier###da.
Explico… Gestos, palabras, bromas, ideas, viboreo, cosas que damos por sentado, que te hacen sentir incómoda, inadecuada, menos valiosa, menos capaz; son tan comunes, que las dejamos pasar, porque al parecer no afectan nada. Sin embargo, esto jode más de lo que creemos pues las repetimos sin pensar demasiado y seguimos construyendo un sistema que permite violencias mayores
En pleno siglo XXI continuamos atribuyéndoles género a los colores, usándolos para fiestas gender reveal, decimos que tu marido es muy bueno porque te “ayuda” en la casa o que alguien se porta “muy niña” si se queja… Los de la gasolinera o el taller mecánico se dirigen a ellos, le decimos inge o lic a los hombres pero a las mujeres las llamamos por su nombre, les ponemos aretes a las bebés recién nacidas, y satanizamos a las “amantes” como si los maridos fueran inocentes en ese tipo de situaciones y hasta en el transporte público vemos la mala costumbre de los hombres de sentarse con las piernas abiertas ocupando el espacio de las personas que están a su lado.
Cuando se habla de una mujer parece que no hay forma de evitar hablar de su aspecto físico, lo cual no necesariamente se hace con ellos. Nuestra autoestima depende de los demás, generalmente de lo que nos dice un hombre y nosotras lo aceptamos.
Escuchamos y (peor aún, decimos) en todas partes frases como: “Date a respetar”, “aquella es una malcogida”, “consiguió ese puesto porque se metió con…”, “las viejas no saben manejar”, “las niñas no se sientan con las piernas abiertas”, “¿vas a salir vestida así?”, “andas en tus días”, “pregúntale a tu papá”, “está toda operada”, o “parece que no le han presentado un rastrillo”…
Es el momento de enfrentarnos a verdades “casi biológicas”… porque no lo son, sino una creencia que se sigue manteniendo, porque sobre esas ideas se va construyendo la base que refuerza los roles de género.
La noción de autoridad está construida desde lo varonil, porque tienes que ser “masculina”, “fuerte”, para que te reconozcan como autoridad. Los niños son educados a sentir que tienen el derecho de mandar, a sentir que tienen la razón. Las niñas sienten tener menos derechos y son más juiciosas consigo mismas. Seamos conscientes de que todos l@s machistas tienen una mamá, o sea, una presencia femenina en sus vidas.
Las escuelas parecen ignorar lo incómodo que es para las niñas ponerse de cabeza en los juegos en recreo, usando falda short; o hasta solicitan un color determinado para los shorts que van debajo de la falda de diario… Wtf! ¿Por qué debieras usar algo bajo la falda para no enseñar los calzones? Y también, ¿por qué obligatoriamente debes usar falda? Sé que la cuestión del uniforme es una cuestión de reglas aceptadas para pertenecer y de disciplina, pero el short y el pantalón, aceptados por la institución escolar podrían usarlo también las niñas. Sin embargo, en la mayoría aún no es permitido. Sigue extendiendo esa creencia de que los niños son buenos para algunas cosas y las niñas para otras.
Muchos de estos comportamientos no son deliberados o suponen mala voluntad, lo entiendo, pero sin darnos cuenta los transmitimos a las nuevas generaciones porque cuando hacemos algo una y otra vez terminamos por hacerlo parecer normal.
Da la impresión que a la sociedad le encanta el hecho de prohibir a las mujeres, pero le otorgan el derecho de decidir al gremio masculino. Leído en alguna pancarta, un 8M: “la objetividad es la subjetividad del hombre”, porque hasta el tono de voz te juzgan al expresarte, no puedes ser determinada porque te dicen intensa, neurótica, exagerada o loca. Nos dicen “no es para tanto”… ¿Por qué vamos a ser jueces de lo que siente otra persona totalmente diferente a ti?
“Se sabe” que las “cosas de viejas” son superficiales, frívolas, poco profundas. A fuerza te tienes que maquillar o “arreglar”, hablar sin groserías o vestir falda para ser femenina, pero en cambio ellos demuestran “que se es hombre” siendo fuerte, aguantándose las ganas de llorar o mandando…
Se sobrevaloran los aportes del varón en los roles domésticos o familiares, pero a las mujeres les obliga su “irrenunciable” instinto maternal. Les cedemos la última palabra a los varones de nuestra vida, pues seguramente “él sabe más de eso”. Estamos acostumbradas a pedir su aprobación, mmm.
Quiero hacer en este momento un disclaimer contra nosotras mismas, porque aceptamos que hacer cosas “masculinas” te eleva: saber de deportes, cambiar una llanta, hablar de política… Pues no, es sólo que todo había sido construido a partir del hombre. Hasta en los lugares más íntimos… Algunos “mandan” rehusándose a usar condón, exigiendo sexo cuando ellos tienen ganas o eyaculando dentro, sin consentimiento, y lo seguimos aceptando para mantener la paz en la relación.
Hay una importante carga de vergüenza social y prejuicios sobre la mujer que expresa su sexualidad, incluso con la masturbación sigue siendo criticado que obtengamos placer sin un pene de por medio. Nos han habituado socialmente a que escondamos esa parte de nosotras, o nos sintamos avergonzadas… ¿Tanto cuesta aceptar la responsabilidad y el placer de nuestra propia sexualidad?
Las mujeres no somos complicadas. Quien no entiende es por pendeje y punto. Nos falta desarrollar un entorno más propicio para entender diferencias y establecer una comunicación adecuada.
Estos y muchos actos cotidianos nos resultan tan familiares que parecen inocuos; sin embargo, imagina vivirlo a diario, varias veces, todo el tiempo. Nos va programando, nos hacen sentir inadecuadas, inseguras, anormales o con miedo; nos alejan del poder de decidir completamente sobre nuestra vida, nuestros actos y nuestro cuerpo.
Justamente en esos pequeños detalles, en esos espacios insospechados, es donde puede colarse el verdadero feminismo, ese que no pone a la mujer arriba del hombre, ese que quieres tanto para tu hija pero también para la esposa de tu hijo, o tu hermana soltera; ese donde se entiende que tampoco todas estamos obligadas a ser amigas, ni que cualquier hombre es el enemigo; ese que a pesar de estas acciones tan normalizadas, muchas veces incluso legitimadas por la colectividad, pide un cambio social pero da a cambio también un cambio personal.
Las condiciones de vida han cambiado, el mundo ha avanzado y los roles de género se han transformado. Desadaptémonos del machismo tradicional y también del invisible, construyamos nuevos escenarios sociales. Apropiémonos de nuestro propio discurso, de nuestro propio lenguaje, de nuestra vestimenta.
NO tenemos que pedir permiso o perdón, ni por pensar ni por divertirnos ni por decidir ni por ganar. Esperanding en realidad que nuestras amigas, familiares, compañeras de trabajo, con las que platicamos en la fila del banco, en el salón de clases o en algún bar y “hasta” las que tienen only fans, podamos vivir en un mundo que no nos recuerde a diario la inequidad por el simple hecho de haber nacido con genitales catalogados como femeninos.
P.D. Una disculpa por el uso excesivo de comillas. Sí me enseñaron buena ortografía y sintaxis, pero alv, ya saben cómo soy, sino léanme en TT, @arriagaxxximena
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