Primero fue la salud de miles de personas con cáncer que sufrieron el desabasto de medicamentos hace unos años como resultado de la guerra que emprendió la ‘4T’, y particularmente la Secretaría de Salud, en contra de las farmacéuticas mexicanas. Ahora es el turno de los pacientes que consumen medicamentos para la salud mental.
Bajo el argumento de la lucha contra la corrupción y la posibilidad de que los pacientes tuvieran otras opciones más baratas para sus tratamientos, tanto en el sector público como en el privado, el mejor conocido como doctor muerte, subse estrella de la ‘4T’, Hugo López-Gatell, emprendió una cacería que no se detendrá hasta que acabe este gobierno. ¡Eso ni lo dude!
Primero la política antes que la salud. Primero los dogmas antes que la objetividad. Y primero las fobias antes que el respeto al derecho humano a la salud.
Es la firma de la casa, por si aún les quedaba la duda.
Cofepris, a paso de tortuga
Desde que inició este 2023 se comenzó a sentir la falta de medicamentos para tratamientos psiquiátricos de todo tipo. Le estoy hablando de enfermedades graves como depresión, ansiedad, esquizofrenia, trastornos de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), epilepsia, entre otros. La calidad de vida de miles de pacientes se ha visto comprometida, simplemente por no encontrar sus medicinas.
Luego de los meses de encierro resultado de la pandemia de Covid-19, los casos en adultos y, sobre todo, en menores, han ido en aumento. La Asociación Psiquiátrica Mexicana y la Sociedad Mexicana de Neurología Pediátrica ya habían alertado sobre el desabasto de medicamentos controlados.
La lentitud de autorizaciones y permisos por parte de la Cofepris, que lleva Alejandro Svarch, propició que el desabasto comenzara a crecer. ¡Y cómo no!, si ahora depende de López-Gatell, quien, por cierto, siguió la misma receta que utilizó con el presidente López Obrador en el caso de los medicamentos para el cáncer: encontrar un culpable.
El nuevo culpable
Quién mejor que la farmacéutica mexicana Psicofarma, de la familia Ocampo, con quien la ‘4T’ ya había tenido un enfrentamiento tiempo atrás. Este laboratorio, que dicho sea de paso fue uno de los mayores proveedores del propio gobierno federal, fue señalado por la Cofepris de operar con bajos estándares de calidad, falta de trazabilidad en la fabricación de medicamentos, contaminación cruzada y hasta de guardar los empaques de medicamentos en bolsas de basura. Así como lo oye. Qué susto, ¿no?
Lo primero que viene a la mente de los pacientes es si los fármacos de este laboratorio, que han consumido para sus tratamientos, son confiables. Porque, luego de semejantes acusaciones, alguien, el gobierno o el propio Psicofarma, debe una explicación. Pero ¿qué cree? Ninguno de los dos ha dicho ni pío al respecto.
Y no es que esté defendiendo a los laboratorios, pero si de verdad existe una real preocupación por los pacientes, como dijo el propio Psicofarma, en un mensaje muy tibio.
¿Seguirán guardando silencio? ¿Por cuánto tiempo más? ¿Será que también ellos piensan que primero el negocio, antes que los pacientes? ¡Ojalá que me equivoque!
La hija de Jenni, una afectada de miles
Desde hace cinco años la hija de Jenni, una menor de 14 años cuya identidad permanecerá en el anonimato, toma Tradea de 54 mg para tratar el TDAH. Su madre recuerda que fue un largo proceso para dar con la fórmula exacta que beneficie a la pequeña en su desarrollo personal.
Aunque Jenni finalmente había encontrado con el Tradea de 54 mg el tratamiento ideal para atender a su hija, la salud mental de la menor volvió a estar a la deriva cuando se enteró de que dicho fármaco, elaborado por Psicofarma, está actualmente fuera del mercado, luego de que la Cofepris suspendiera temporalmente dos plantas de este laboratorio el pasado 22 de febrero.
“Según el gobierno hace todo esto para combatir un monopolio de la farmacéutica, pero ¿cuál monopolio?, si es la que vende las medicinas más barato”, dice Jenni, quien, gracias a la psiquiatra que atiende a su hija, pudo encontrar otra opción para continuar su tratamiento, pero esta vez más caro. Se trata de Concerta, fabricado por Janssen, que, además de ser más cara que Tradea, sólo está disponible en tres sucursales de una única cadena farmacéutica en todo Querétaro.
Pero qué tal que López-Gatell presumió que no hay desabasto en el sector público, y que todos los pacientes pueden ir a cualquier institución de salud a continuar sus tratamientos. ¿De verdad alguien creerá este cuento? Tan falso como el dicho de que tenemos un sistema de salud como el de Dinamarca o que ya casi.
Los últimos días han sido críticos para la hija de Jenni, quien no se puede concentrar en clase ni tampoco socializar correctamente, lo que está haciendo pensar a sus padres no enviarla a la escuela hasta que tenga con regularidad su medicamento. Como ella, ¿cuántos pacientes más?
¿Cuánto tiempo hay que esperar?
Ante este desolador panorama, los pacientes y sus familiares se preguntan sin respuesta ¿cuánto tiempo hay que esperar para que el gobierno, en lugar seguir la confrontación con los laboratorios, realmente se preocupe por la salud de los enfermos?
Ayer fue el cáncer, luego la pandemia, ahora la salud mental. ¿Qué seguirá? Porque aún le quedan más de 18 meses a este gobierno, y todo puede pasar.
Se entiende, pero no se justifica, la respuesta que laboratorios como Psicofarma les dan a los pacientes. Para todos es claro que cualquier queja pública puede ser cobrada con sanciones graves el día de mañana en lo privado, haciendo visitas de inspección o cerrando parcial o totalmente plantas. Pero especialistas, médicos y pacientes coinciden en que esta situación nuevamente pone en grave riesgo la salud mental y la calidad de vida de todas aquellas personas que necesitan medicamentos para vivir.
Aquí hay culpables con nombre y apellido, tanto en la Secretaría de Salud como en Cofepris, pero que con el mayor de los cinismos se escudan y se justifican ante el Presidente bajo la lógica perversa de generar problemas y luego salir como héroes de los mismos.
Esto no es nada más el pleito entre el gobierno y un laboratorio, están de por medio los pacientes.
La pregunta es ¿hasta cuándo?
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La columna se publicó originalmente en El Financiero reproducida aquí con permiso de la autora.
Lourdes Mendoza Peñaloza es una periodista mexicana especializada en finanzas, política y sociales, con más de 20 años de experiencia en medios electrónicos, impresos, radio y televisión.