Nieve Ramos: Una tradición de sabor

abril 23, 2023
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Por Mariana Santos 

“¡Tilín, tilín!”, se escuchaban las campanas. Era la señal de que se acercaba don Víctor Ramos y su burrita Reynalda vendiendo la famosa nieve Ramos en una carreta de color blanco.

Los niños enloquecían al escuchar ese sonido. Sabían que comerían su nieve favorita. Don Víctor siempre les regalaba un cono con mucha amabilidad.

Todos los saltillenses conocemos la famosa “Nieve Ramos” por sus sabrosos sabores; pero más que eso, es una tradición familiar que inició en 1925. La madre de don Víctor, Tranquilina Mendoza, y su hermano Desiderio Ramos, son los pioneros de este negocio.

La fundadora de Nieve Ramos nació en El Potrero, San Luis Potosí. Llegó a Saltillo acompañada de sus siete hijos, ya que su esposo se quedó en las minas. Tranquilina se había casado con un extranjero. Pero ella era una nativa, por lo que en esos tiempos no podían estar juntos. Se vio en la necesidad de escapar para buscar una nueva vida.

Al llegar a Saltillo se dedicó a lavar y planchar para ganar un dinerito. Uno de sus hijos le dio la iniciativa de vender nieve. Poco a poquito se armó el changarro. Se colocaron en la Plaza de Armas con un carrito y la nieve en las garrafas.

Al crecer, don Víctor comenzó a ayudar a su madre en el puesto. Al inicio él vendía chicles o dulces. Tiempo después ya se dedicaba a la nieve. Don Víctor se casó y tuvo 11 hijos. Aprendió la receta para salir adelanté. Continuó así con la Nieve Ramos.

Curiosamente la familia se apellidaba Meléndez. La madre de don Víctor pidió prestado el “Ramos” a un primo y así registró a todos sus hijos. También adoptó el apellido para nombrar su negocio.

Todas estas anécdotas las recuerda con cariño Rosa Ramos Lara, hija de don Víctor y una de las dueñas de la Nieve Ramos. Rosa ya cuenta con más de 20 años trabajando en este negocio. En sus inicios trabajaba en la mañana y estudiaba en la noche. Tiempo después se graduó en la Facultad de Arquitectura de la UAdeC.

Rosa recuerda a su padre Víctor vendiendo la nieve en su carreta todas las mañanas junto a su burrita “La Reynalda”.

Don Víctor vivió mucho tiempo en la colonia Provivienda, por lo que ahí inició su recorrido. Pasaba por todas las calles del centro y bajaba por Abasolo a tomarse un descansito en la casa de su hermana.

Don Víctor comenzaba a las 7 u 8 de la mañana a limpiar la fruta y traer el hielo, mientras que su esposa doña María le ayudaba a cocer la leche para comenzar a preparar la nieve.

Los años pasaron y la carreta se convirtió en combi para distribuir la nieve. Luego don Víctor abrió el primer local de la “Nieve Ramos” en la calle Mariano Abasolo.

El tiempo pasa y todo cambia, pero la tradición sigue siendo la misma: los hermanos Ramos siguen unidos para continuar con el negocio que les dejó su padre.

La receta sigue siendo la misma, pero anteriormente los hermanos preparaban la nieve manualmente, dándole vueltas y vueltas hasta que estuviera lista; para ellos era muy agotador. Ahora cuentan con una máquina para revolverla.

Su madre enseñó a las mujeres de la familia a preparar la nieve. Para Rosa eso fue una experiencia muy bonita. Dice que gracias a este negocio pudo terminar su carrera. También le da satisfacción ver el apreció que los saltillenses tienen por la Nieve Ramos.

El ingrediente secreto sólo lo sabe la familia Ramos, pero sin duda la garrafa le da un gusto diferente a esta nieve, convirtiéndola en un producto artesanal. Mango, nuez, coco, limón y melón son algunos de los sabores que se pueden encontrar, pero el paladar de los saltillenses siempre va hacia la nieve de mango, convirtiéndose en el sabor favorito.

La Nieve Ramos es reconocida por su exquisito sabor de frutas naturales, dándole un toque fresco y diferente respecto a otras nieves.

Los sabores los escogió don Víctor, pero en algunas ocasiones o en eventos especiales la familia prepara nieve de limón con tequila.

En una ocasión un extranjero pidió la receta a don Víctor. Incluso le comentó que él le ponía el negoció. Pero Víctor se negó. A él nunca le importó el dinero. Sus hijos continúan con este patrón. Trabajan por el cariño que le tienen a este negoció y la cohesión que éste provoca en la familia.

“Mi papá no fue tampoco un hombre muy ambicioso. Tenía 11 hijos. ¿Cómo le hacía para mantenernos a todos?. Pero fíjate que, gracias a mi padre, nunca nos faltó un techo ni nos faltó un baño…”, recuerda Rosa Ramos.

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