Para Cecilia Flores Armenta, el 10 de mayo no es una celebración sino un día de profundo dolor. “Para mí todos los días festivos son días dolorosos”, afirma con una voz que no oculta la rabia y la tristeza que siente al hablar sobre el tema. Ella, como cientos de madres en México, ha tenido que salir de su hogar, alejarse de su familia y poner en riesgo su propia vida para buscar a los dos hijos que le fueron arrebatados desde 2015.
Cecilia Flores es fundadora de Madres Buscadoras de Sonora, uno de los primeros colectivos de búsqueda de personas desaparecidas en México. Lo que llevó a Cecilia a conformar esta red de apoyo en 2019 fue la desaparición de sus tres hijos: Alejandro Guadalupe, Marco Antonio y Jesús.
Jesús —el más pequeño de los tres— fue localizado con vida el 10 de mayo de 2019 luego de haber sido secuestrado el 4 de mayo del mismo año junto con su hermano Marco Antonio en Bahía del Kino, Sonora (una de las entidades mexicanas donde la presencia del crimen organizado es más palpable). A los dos los retuvo un grupo de hombres armados que, pese a haber dejado libre a Jesús, no le regresaron la libertad a Marco. Alejandro, por su parte, también fue víctima de secuestro en los Mochis, Sinaloa, el 30 de octubre de 2015.
La defensora de derechos humanos recuerda a esos dos hijos que aún le faltan como personas sumamente amorosas. Su relación, dice, era así: llena de cariño y alegría, y pasar el 10 de mayo al lado de ellos no era más que un pretexto más para compartir ese amor mutuo. Además, era una de las pocas fechas en las que podían convivir: Cecilia es madre soltera y, por cuestiones de trabajo, tenía que dejar a sus hijos solos por largo tiempo.
“No es porque sean mis hijos (porque todas decimos que nuestros hijos son perfectos), pero aún con sus imperfecciones, mis hijos eran muy buenos”, recuerda Flores Armenta mientras toma una pausa camino a una brigada de búsqueda.
Sus hijos, afirma, tenían ilusiones y metas como cualquier persona. No obstante, todo eso quedó truncado. Desde entonces, los días festivos como el 10 de mayo han pasado a ser un recordatorio constante de lo dolorosa que es la ausencia de Marco y Alejandro. Navidad, cumpleaños, Año Nuevo… “no hay días festivos, no hay días felices, no hay nada qué festejar”, asevera la madre buscadora.
Esta ausencia que la atraviesa de pies a cabeza, sin embargo, la ha llevado a resignificar la maternidad y a colectivizar su dolor junto con otras mujeres que experimentan la misma pérdida que ella.
Ser madre en un México violento
De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), actualmente, en México hay 112 mil 197 personas desaparecidas cuyas familias no saben nada de ellas desde hace semanas, meses, años… Cuando Cimacnoticias le pregunta a Cecilia lo que significa ser madre en un país así, piensa un momento y responde “no sé explicarlo”. Para ella, ser madre en medio de la violencia es querer proteger a los hijos e hijas, aislarlos en una burbuja para que nada los toque. Pero esto, desafortunadamente, no siempre es posible.
Para madres como ella, que han sido separadas a la fuerza de sus hijos, la palabra “madre” ha quedado ligada con la búsqueda, el rastreo de fosas, el repaso una y otra vez de carpetas de investigación abandonadas por las autoridades. “Ser madre buscadora” —asegura— “es hacer el trabajo que no hace el gobierno. Ser madre buscadora es haber perdido un pedazo de mi corazón y lo tengo que recuperar, pero para eso necesito salir a buscarlo”.
Esto, por un lado, representa para Cecilia una muestra del amor que ella y sus compañeras de búsqueda tienen por sus hijos. Pero, por otro, no deja de recordar que no son sus manos las que deberían estar buscando: que es el Estado mexicano quien debería centrar todos los recursos posibles en regresarle a Marco Antonio y a Alejandro Guadalupe.
Al no asumir esta responsabilidad, los gobiernos que se suceden unos a otros han obligado a Cecilia y a cientos de madres más a dejar de lado su cotidianeidad y salir todos los días a enfrentar la insensibilidad y la apatía de las autoridades, la burocracia, la impunidad… a arriesgar su vida como Teresa Magueyal, Rosario Rodríguez Barraza, Blanca Esmeralda Gallardo, María Carmela Vázquez y muchas mujeres más que han sido asesinadas simplemente por no dejar de buscar a sus hijas e hijos.
A pesar de esto, Cecilia Flores Armenta no deja de pensar en lo positivo de esos lazos solidarios que ha forjado con otras madres. “Se puede decir que me convertí en el orgullo de mis hijos. Ellos decían que tenían una mamá 4 x 4, entonces ahora quiere decir que donde sea que estén yo creo que se sienten orgullosos de mí. Porque yo, a pesar de todo lo que he sufrido, de todas las adversidades de las que he sido víctima, no me he rendido y aquí sigo luchando por ellos, sigo visibilizando la necesidad tan grande que tengo de que ellos vuelvan a casa”.
Madres Buscadoras de Sonora es, quizás, uno de los grupos de búsqueda más grandes de México, pues a pesar de su nombre tiene presencia en diversas entidades de la República. Las redes que aquí se han tejido sostienen la digna rabia de muchas, pero también la esperanza de todas. “Estamos unidas en un solo dolor, en una misma ausencia, en una misma lucha”, asegura Cecilia Flores. Este dolor, ante los ojos de todas, debería hacer imposible festejar el 10 de mayo en el país de los más de 100 mil desaparecidos.
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