Ciudad de México.- Hace 29 años el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) realizó su primera aparición pública al alzarse en armas el 1 de enero de 1994, enarbolando la bandera de los derechos de los pueblos indígenas. En sus filas las mujeres han sido símbolos de colectividad y resistencia, quienes desde la rebeldía han abierto caminos de diálogo, escucha, igualdad, respeto y autonomía.
El 17 de noviembre de 1983 inició la gesta zapatista con la instalación de su primer campamento guerrillero en la Selva Lacandona. Sin embargo, fue hasta el 1 de enero de 1994 cuando el EZLN saltó la barrera para exigir una plena garantía a los derechos de las comunidades originarias. Y a 29 años, esta exigencia sigue vigente.
Las mujeres zapatistas y su Ley revolucionaria
Al interior del ejército zapatista las mujeres comenzaron a tomar fuerza y se abandonaron los roles tradicionales y patriarcales, en los que ellas eran relegadas de luchas, discusiones y decisiones.
“Nosotras les exigimos a los compañeros de los pueblos que las mujeres tenían también que organizarse, representar algo, hacer algo, no sólo los hombres. Porque siempre que llegábamos a las comunidades había sólo puros hombres en la reunión, en los círculos de estudio que hacíamos. Trabajamos mucho para que la mujer se levantara y tuviera oportunidad de algo, ellas mismas lo pedían. Decían: ‘si los hombres van a estudiar o aprender cosas ¿por qué nosotras no?’ También queremos entrenarnos, aprender algo. Además tenemos compañeras que son insurgentes y que están demostrando que sí pueden, sí podemos las mujeres, dennos la oportunidad. Así fueron entrando muchas milicianas”.
Cabe mencionar que durante los primeros años, las mujeres llegaron a representar poco más del 45 por ciento de las bases del EZLN, así lo dio a conocer el subcomandante Marcos en un mensaje emitido en 2003. En ese contexto, no podemos dejar de hablar de lo que han construido por más de dos décadas.
Las mujeres fueron incorporadas a la lucha revolucionaria, “sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución”, destaca el portal Enlace Zapatista.
Su adhesión a la lucha las llevó a crear la Ley Revolucionaria de Mujeres en 1993, en la cual se establece que:
- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.
- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.
- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.
- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación.
- Las mujeres tienen derecho a la educación.
- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.
- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.
- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios.
De esta forma, los años de opresión que vivieron otras mujeres, quedarían en el olvido para otras tantas. Y es que ellas han tenido que luchar el doble, así lo expresó la comandanta Esther en 2001:
“Nosotras tenemos que luchar más, porque como indígenas estamos triplemente despreciadas: como mujer indígena, como mujer y como mujer pobre”.
Así, con el pasar de los años, el camino se ha aligerado, permitiendo que la libertad, dignidad y resistencia poco a poco se convierta en herencia para las nuevas generaciones, ahora, las mujeres, niñas y niños se expresan, participan, hablan y son tomadas en cuenta. Al interior de los caracoles zapatistas, lejos van quedando la discriminación y desigualdad gracias a la lucha de ellas.
Recordemos que actualmente hay 12 caracoles, ubicados en las regiones indígenas del estado de Chiapas. En dichos lugares converge la idea de una vida digna para mujeres, niños, niñas y todas las personas que luchan.
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