Para la comunidad del Tanque Aguilereño, ubicado en Viesca, en el limítrofe entre Coahuila y Durango, lo más importante es que el agua no se agote en la represa. Hace tres años, niños y pescadores se vieron obligados a remangarse los pantalones para rescatar carpas atrapadas en el lodo, con el objetivo de venderlas a los compradores locales.
Ubicado a 60.5 kilómetros del municipio de Viesca, el Tanque Aguilereño se encuentra en medio de disputas entre los campesinos locales y los nuevos pobladores, principalmente empresarios que adquieren pequeñas propiedades y buscan tener el control a través de la comisaría ejidal.
Aunque el pueblo cuenta con menos de 200 habitantes, este ejido forma parte de una ciudad donde la explotación agrícola priorizó el uso del agua para el riego de cultivos hasta agotar sus recursos, sin embargo, desde hace medio siglo, Viesca sufre una severa crisis hídrica.
Los habitantes recuerdan cómo solía ser un fértil vergel que perdió su oasis en pos del progreso.
Son los hombres del pueblo los que advierten sobre los recientes acontecimientos. Hace unas semanas, se convocó a una asamblea para cambiar las autoridades, pero no se logró el quórum necesario. Sin embargo, la asamblea se llevó a cabo bajo la custodia de la policía de Viesca, que envió cinco patrullas cargadas de agentes uniformados. Los ejidatarios afirman que el objetivo era legitimar a un forastero como comisariado en una comunidad donde todos dependen del agua para el riego agrícola.
En medio de la plaza, Raúl Castañeda Guerrero, un ejidatario que vive de su parcela, comentó que solo unas pocas personas se dedican a la pesca. «Todo depende de la cantidad de agua que tengamos, a veces las lluvias son escasas y la captación en la presa es baja. Entonces, cuando llega la temporada de siembra y necesitamos agua, se vuelve escasa. Actualmente, estamos utilizando el agua rodada».
Raúl nació en el Tanque Aguilereño y aunque vivió en Torreón durante un tiempo, finalmente regresó a su comunidad. Sin embargo, sus hijos no siguieron su ejemplo, a excepción de uno que vive con él mientras termina la secundaria. Su deseo es que sus hijos estudien, pero también regresen como herederos de la tierra para cultivarla. Sin embargo, en la región lagunera, alejada de los programas sociales y dependiente de la agroindustria, es probable que terminen vendiendo las tierras a un precio mínimo.
Pese a los excelentes recursos naturales que poseen, los pobladores se sienten pisoteados por gente que ha llegado a la comunidad y que hoy pretende hacerse del control del comisariado.
Los señores precisan que las autoridades anteriores se coludieron con unos empresarios que llegaron a comprar tierras y se fueron, pero aun así un empresario compró unas parcelas dentro del ejido y el comisariado lo hizo ejidatario sin contar con la aprobación de la asamblea en conjunto de ni nadie en concreto. Cuando se dieron cuenta ya habían falsificado decenas firmas.
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