Por Christian Luna
Una carpa amarilla y rosa, con el sol y el tiempo visibles en su textura, tiene en la entrada las palabras “Circo Ferrey” sobre la lámina de una casa móvil.
El hombre bala es Fernando Cabral y la exequilibrista Reyna Pérez. “Ferrey” es la palabra que surge al mezclar los nombres de ambos.
Es un circo de barrio que se buscó un hueco en un terreno baldío en la colonia Fundadores y lo hace en varias más de la ciudad.
Detrás de la carpa están las casas rodantes donde vive el elenco/familia Cabral Pérez. Entre las puertas abiertas se ve un poco de la intimidad de objetos sobre las mesas.
“Es mejor lo propio”.
El hombre bala es quien decide hablar: “Esta carpa la compramos usada. Es como todo, poquito a poquito porque no hay lana. Nuestro debut fue con un sólo foco. Ahora andamos aquí en Saltillo, en las colonias”.
“Antes, era muy diferente. Ahora, hay una colonia buena y dos malas. Una regular y otra más o menos. Hace 20 años, a donde llegaba el circo, era un cheque al portador. Ya es muy difícil. El internet lo cambió todo”, compartió.
Con la pandemia la familia tuvo que ingeniárselas y hacer malabares con lo que la vida les presentaba. Decidieron vender manzanas en los bulevares utilizando las botargas y personajes del show. De eso se trató sobrevivir.
“Decidimos abrir nuestro propio circo porque es mejor lo propio. Lo abrimos en 2015. Mi esposa no quería; y el chamaco iba creciendo. Ya después me apoyó. Estuvo abierto dos años y medio y después lo cerramos por la pandemia”, contó.
Antes de abrir su propio circo trabajaban en circos grandes, con los cuales conocieron gran parte del territorio nacional. La mayoría de los miembros nacieron en ciudades distintas.
“En otros circos yo era trapecista. Mi hijo hacía el acto del “rola bola” como equilibrista. Yo antes era el hombre bala y ahora sólo me dedico a columpiarme por todo el circo como Spider-Man. Me caí del tripié hace como 20 años. También me caí del alambre. Y pues aquí estamos para contarlo”.
Las funciones son todos los días a las ocho de la noche. En este pequeño circo sobrevive la tradición familiar de más de 50 años. El abuelo del hombre bala era sonidista; su papá, cómico. Todos son hijos del circo.
“Fueron nuestros abuelos y después fue mi papá. Ahora mi hijo, y ya nació mi nieto (…) Nosotros nacimos en el circo y en la ciudad a la que llegábamos, estudiábamos en la escuela. Y por las tardes poco a poco fui aprendiendo. Me decían súbete… aviéntate una maroma, hasta que fui hombre bala por 21 años”, compartió.
De igual manera la familia de Reyna se dedicó al circo desde sus abuelos. Ella nació en Saltillo y la mayoría de los integrantes del elenco/familia Cabral Pérez nacieron en diferentes partes de México.
Su hija Pamela, en Zacatecas; Erick, su hijo, en Aguascalientes, y Fernando, el hombre bala, en Torreón. Ahora, Lucas nació en Saltillo del vientre de Itzel Aguirre, nuera y bailarina del circo Ferrey.
“SI Dios quiere, aquí quedamos”.
La gente se acercaba a preguntar a qué hora era la función. Sobre el baldío una fila de vecinos se formó para hacer de la noche de sábado más llevadera.
El sol se despedía. Las luces sobre la carpa estaban listas. La mayoría de los visitantes eran niños. La tercera llamada aparecía en las bocinas en la voz de Fernanda, que tenía años sin ser equilibrista. Ahora era abuela y patiño de su hijo Erick en uno de sus actos cómicos.
Quien aparece primero son las bailarinas. Después, Pamela, su hija, con un acto de malabares con aros de fuego.
Le sigue Erick, que domina el “rola bola”, uno de los trucos de equilibrismo tradicionales en los circos de todo el mundo. Actos después él se maquilla como payaso para abarcar la mayor parte de la noche.
En la pausa intermedia todos toman otros puestos; el hombre bala hace algodones, Erick vende globos y el resto de la familia, otros productos.
La noche termina con el hombre bala vestido de Spider-Man columpiándose en medio de una de las colonias de trabajadores más grandes de Saltillo. Se columpia por todo el techo acompañado de los gritos del público. Fernando confiesa que a veces ya no puede.
“Mis hijos tienen muchas ganas. Yo también. Ya estoy grande, pero le echamos todos los kilos. De repente, me duele aquí, me duele acá”.
“El circo es nuestra vida. Aquí nacimos. Y si Dios quiere, aquí quedamos”, concluyó el hombre bala.
TE RECOMENDAMOS LEER: