¿Cómo está la democracia en América Latina?

agosto 20, 2023
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Por Gonzalo Villanueva Ibarra

Hace unos días se publicó el nuevo y siempre ilustrativo informe de opinión pública de Latinobarómetro (www.latinobarometro.org/lat.jsp). Este organismo internacional, con sede en Chile, se encarga de hacer mediciones anuales para monitorear el estado de las democracias en Latinoamérica. 

Las naciones latinoamericanas claman por sistemas democráticos que hagan frente a los climas de incertidumbre profunda en materia económica, internacional, política y hasta ecológica. 

En primera instancia vale la pena señalar que las raíces de la democracia se encuentran en la comunidad y en las interacciones recíprocas entre sus miembros dentro de un clima de confianza. Esto permite contar con la capacidad de anticipar los eventos presentes y futuros. 

Esta lógica se fragmentó en América Latina; la confianza en la comunidad se ha diluido en el contexto actual desgastando el sentido de unión, de la familia, de las redes, del barrio y dando como resultado una sociedad civil desorganizada donde las personas se encuentran dentro de una sociedad desconfiada y sin arraigo.

Pese a que en el siglo pasado Latinoamérica presenció una expansión acelerada de la democracia y la libertad, yendo de 11 democracias a cerca de 80, el informe último del Latinobarómetro indica que nos encontramos en una recesión democrática, comenzando con la instauración de las electo-dictaduras y siguiendo con el deterioro y declive de la democracia, representado en sus indicadores de indiferencia por el tipo de régimen en el que se vive y una preferencia por el autoritarismo.

Podemos tomar como ejemplos los casos de Venezuela, Nicaragua, Honduras y la más reciente elección de Bukele en el Salvador. Cabe puntualizar que esta recesión democrática no viene de mano de militares, como lo fue a mediados del siglo XX, sino de civiles elegidos en procesos libres y competitivos que perduran en el poder a través del cambio de normativas para la simulación de elecciones. 

Los efectos de este imperfecto sistema se ven reflejados en las falsas dicotomías propias de la lucha ideológica entre la derecha y la izquierda, quienes, más allá de pelear entre sí por concepciones encontradas de libertad, justicia o gobernanza, pareciera que toman estos elementos como una excusa para luchar por el poder de manera velada.

Los resultados del Latinobarómetro se presentan mediante tres indicadores categóricos que miden el apoyo a la democracia de los latinoamericanos a esta forma de gobierno. 

Categóricamente se ubican a los países en tres dimensiones que permiten identificar las características de su democracia acorde con los indicadores: en primera instancia se categorizan a los países con democracias débiles o en retroceso moderado, casos de Honduras y México; posterior a ello se categorizan los países que han sostenido un retroceso considerable en los indicadores de democracia, casos de Costa Rica y República Dominicana. Finalmente se categorizan los países con democracias débiles, pero que han mostrado una mejora, como Panamá, Brasil y Colombia.

Para los casos de Perú y El Salvador se menciona que merecen categorías propias, debido a constituir procesos excepcionales. En el caso del país inca 91% de su población se muestra insatisfecha con su democracia, lo que naturalmente refleja la vulnerabilidad de su sistema. 

Para El Salvador la figura del presidente Bukele acapara los reflectores: partiendo de una dura política de detención de maras y narcotraficantes, es el presidente mejor evaluado (90%) desde el inicio de la transición democrática en la región. Sin embargo, cabe mencionar que las condiciones de los detenidos, así como el proceso mismo de la detención infringen las normativas vigentes de los tratados internacionales de los Derechos Humanos. 

En el caso de México el organismo internacional se muestra preocupado, ya que se registra un aumento de 11 puntos porcentuales del autoritarismo entre 2020 y 2023. Lo anterior es resultado de las acciones del presidente Andrés Manuel respecto a la modificación de leyes electorales para mejorar las alternativas de su partido político. 

De igual manera México sufre una pérdida de apoyo a la democracia pasando de 43% a 35% entre 2020 y 2023. Al mismo tiempo que a 35% de la población le es indiferente el régimen vigente en el país, y otro tercio (33%) apoya una opción autoritaria. Se puede observar una evolución negativa de estos indicadores que, a su vez, representan tierra de cultivo para el autoritarismo y el populismo. 

Aunado a ello se identifica que una parte considerable de la opinión pública en México favorece ciertas actitudes no democráticas. Por ejemplo, 48% de la población refiere estar de acuerdo con que el presidente controle los medios de comunicación en caso de dificultades. Mismo caso con 42% que manifiesta apoyar a un gobierno militar en reemplazo de un gobierno democrático si las cosas se ponen muy difíciles.

Entre las múltiples razones detrás de la recesión democrática en la región podemos enumerar la persistente desigualdad social, pobreza y vivencia de injusticias. Todo ello resultado de la deficiencia de los Estados democráticos para brindar los bienes políticos que demanda la población. 

La ausencia de igualdad ante la ley, procesos políticos poco justos y actos de menosprecio, así como un estancamiento pronunciado en la distribución de la riqueza se han perpetuado como el caudal común para las personas en Latinoamérica. 

Fenómenos como la corrupción, los personalismos y el ejercicio instrumental del poder para otras cosas que se alejan del bien común contribuyen a frenar el avance de la producción de bienes políticos. 

Finalmente resulta necesario observar que nos mantenemos en una lógica pendular en cada elección presidencial de la región. El desplome del desempeño de los gobiernos ante su falta de capacidad a las demandas de políticas públicas ha tenido como consecuencia las alternancias en el poder en prácticamente todas las elecciones desde 2018, pero esta dinámica merece un análisis propio en un futuro espacio. 

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