Por Alejandro Páez Varela
Hemos llegado al momento de la verdad. Dentro de una semana habrá candidata del Frente Amplio por México (PRI, PAN y lo que queda del PRD) y luego, con diferencia de tres días, saldrá la decisión de la izquierda. Quedará pendiente Movimiento Ciudadano, cuyo conflicto se resume en esto: O Dante Delgado cede a la presión de las élites representadas en Enrique Alfaro (intelectuales, periodistas, medios y empresarios) o sigue con su plan del candidato propio.
Es un momento ingrato para Dante. La presión que resiste es desde adentro y desde flancos que han sido aliados. Tiene un abismo frente a sí mismo: si no se une al PRIAN se le separa Jalisco y si se une, entregará Movimiento Ciudadano a quienes le tuercen el brazo por la mala. Pero además, entregará su partido a un grupo que representa lo más rancio de la política y que va de fracaso en fracaso. Los actores que lo abrazaban ahora le dan la espalda y lo presionan. Esos a los que ha dado cobijo durante años se han aliado para derrotarlo. Él mismo ayudó a crear el monstruo que le jala las patas, pues.
La candidatura presidencial de la izquierda tendrá varias lecciones y sorpresas. Cada punto que crezca Gerardo Fernández Noroña será una lección de que el gasto grosero en publicidad no es necesariamente lo que define lo que quiere la gente. Otra sorpresa –y lección a la vez– es, pero a la inversa, Adán Augusto López: los ríos de dinero que corrieron con su candidatura no serán suficientes para imponerlo, según leo en todas las encuestas.
La nominación recaerá entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard y el reto será que el movimiento se mantenga sólido después de que se anuncie al ganador de la interna. La garantía es, digamos, Andrés Manuel López Obrador. Hará hasta lo imposible para impedir la ruptura y aunque se dé, hará hasta lo imposible por evitar que tenga un efecto demoledor. El recuerdo amargo de Coahuila estará presente en lo que venga. Habrá chantaje y perfectamente veo a Ricardo Monreal negociando, en los momentos más difíciles, para sacar provecho para él, su familia y sus más leales. Lo mismo que hará Manuel Velasco. Pero el Presidente y Morena saben que era así; saben que las candidaturas de Monreal y Velasco son de plástico y básicamente para ver qué sacan.
La candidatura del PRIAN, por su parte, no tendrá sorpresa: es Xóchitl Gálvez, aunque Beatriz Paredes haya puesto en evidencia que la empresaria y política hidalguense no es el “fenómeno” que dicen que era. A Xóchitl apenas le alcanzará para ganar la interna y eso acomodando con calzador las fichas: cepillaron en escritorio a cualquiera que le hiciera la más mínima sombra y al final querían que Paredes renunciara aunque se pusiera en evidencia que los señoros deciden la vida interna de los partidos agrupados en el proyecto de Claudio X. González. Gálvez llega muy a fuerzas a la candidatura de la derecha y van a seguir presionando, ahora a Movimiento Ciudadano, para tratar de robustecerla.
Estamos en un momento delicado: el momento de la verdad. Lo que suceda en los siguientes días define qué tipo de elección será la de 2024. Todos los proyectos políticos enfrentan enormes retos pero creo que, a pesar de lo que suceda en la izquierda y a pesar de todo lo que pasa en Movimiento Ciudadano, la candidatura del PRIAN es la más conflictiva. Xóchitl Gálvez es una candidata sumamente frágil, por más que la prensa esté volcada a ella. Y es frágil porque la construyeron por la fuerza. Es un personaje hecho de retazos de ideas indefinidas y será difícil de vender aunque tenga a su favor todo el aparato y todo el dinero para venderla.
Vamos a suponer que Xóchitl es tan aplicada, ejemplar y prístina como pregona ella y como pregonan otros por ella. Supongamos que no viene enriqueciéndose y enriqueciendo a su familia con contratos de empresas que estuvieron cerca de ella mientras desempeñaba puestos públicos.
Vamos a creer que no se ha sobrevendido para generar afectos y para crecer políticamente; que sí es una mujer indígena que viene de la pobreza extrema y que vendió gelatinas y formó un imperio económico; que sí fue trotskista aunque no se sabe cómo fue o dónde o cuándo; que sí es feminista y que está a favor del aborto aunque se hizo política dentro del PAN, donde no se puede crecer –y los ejemplos sobran– si se es feminista o se está a favor del aborto.
Vamos a creerle que fue violentada por su padre aunque dentro de su propia familia niegan que él, un profesor, fuera ese tipo de individuos; vamos a decir que presumió a ese padre violento, opresor y priista frente a los priistas porque quería ganarse su corazón, aunque fuera utilizando la figura de un ogro macho que amenazaba a su madre (y a ella misma) con una escopeta o con un molcajete de varios kilos de piedra.
Vamos a decir que es progresista porque recurre al lenguaje folclórico y a palabras fuertes como “güey”, “chingue y chingue” o “guevones” en entrevistas o en promocionales. Vamos a aceptar que fue casualidad el haber hecho carrera política dentro del Gobierno de Vicente Fox Quesada, que abiertamente entregó secretarías de Estado a El Yunque, la organización clandestina de ultraderecha con antecedentes de violencia no sólo en México, sino en España y en América Latina. Vamos aceptar que las convicciones de Xóchitl son y fueron tan sólidas (aunque nunca se le haya escuchado defenderlas en ningún foro o frente a ninguna causa particular) que pudo ser subordinada de Carlos Abascal, un miembro juramentado de El Yunque, cuando éste fue Secretario de Gobernación, sin tener que rendir ninguna de las creencias que dice defender.
Vamos a suponer que Xóchitl es tan aplicada, ejemplar y prístina como pregona ella y como pregonan otros por ella. Supongamos que no viene enriqueciéndose y enriqueciendo a su familia con contratos de empresas que estuvieron cerca de ella mientras desempeñaba puestos públicos.
Vamos a creer que no se ha sobrevendido para generar afectos y para crecer políticamente; que sí es una mujer indígena que viene de la pobreza extrema y que vendió gelatinas y formó un imperio económico; que sí fue trotskista aunque no se sabe cómo fue o dónde o cuándo; que sí es feminista y que está a favor del aborto aunque se hizo política dentro del PAN, donde no se puede crecer –y los ejemplos sobran– si se es feminista o se está a favor del aborto.
Vamos a creerle que fue violentada por su padre aunque dentro de su propia familia niegan que él, un profesor, fuera ese tipo de individuos; vamos a decir que presumió a ese padre violento, opresor y priista frente a los priistas porque quería ganarse su corazón, aunque fuera utilizando la figura de un ogro macho que amenazaba a su madre (y a ella misma) con una escopeta o con un molcajete de varios kilos de piedra.
Vamos a decir que es progresista porque recurre al lenguaje folclórico y a palabras fuertes como “güey”, “chingue y chingue” o “guevones” en entrevistas o en promocionales. Vamos a aceptar que fue casualidad el haber hecho carrera política dentro del Gobierno de Vicente Fox Quesada, que abiertamente entregó secretarías de Estado a El Yunque, la organización clandestina de ultraderecha con antecedentes de violencia no sólo en México, sino en España y en América Latina. Vamos aceptar que las convicciones de Xóchitl son y fueron tan sólidas (aunque nunca se le haya escuchado defenderlas en ningún foro o frente a ninguna causa particular) que pudo ser subordinada de Carlos Abascal, un miembro juramentado de El Yunque, cuando éste fue Secretario de Gobernación, sin tener que rendir ninguna de las creencias que dice defender.
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