Alétheia
Por Jesús Gerardo Puentes Balderas
Los resultados del Informe 2023 de la consultoría Latinobarómetro marcan una tendencia favorable en América Latina hacia gobiernos populistas y autoritarios, ya sean (o se autoadscriban) de izquierda o de derecha.
La predisposición, reflejada por los indicadores evaluados, podría confirmarse durante el proceso electoral 2023-2024 en nuestro país, con amplias posibilidades de favorecer la continuidad del gobierno (es un decir) actual en las urnas el día 2 de junio de 2024.
¿En qué me baso para aseverar tan catastrófico escenario? En los resultados del estudio demoscópico en comento.
Primero. En la disminución sistemática del apoyo a la democracia en América Latina, el cual, desde el año 2010 a la fecha, ha caído 20 puntos porcentuales al pasar de 63% a 43% en este año.
Segundo. En el incremento en 12 puntos de la indiferencia ciudadana a ser regida por “cualquier régimen de gobierno”, ubicado actualmente en 28 por ciento.
Tercero. En el crecimiento de quienes prefieren el autoritarismo, cuyo promedio es de 17 por ciento.
Pero, sobre todo, en los resultados de dichos indicadores en México que, en tan solo tres años (2020 a 2023), cambiaron abruptamente como sigue:
1.- El “apoyo a la democracia” disminuyó de 43% a 35% (8% por debajo del promedio);
2.- La “indiferencia ciudadana” creció de 26% a 28% y,
3.- El probable “apoyo a un régimen autoritario” se incrementó en 11%; esto es, un tercio de los mexicanos lo prefieren (16% arriba del promedio).
Somos el país de América Latina en donde más creció el apoyo al autoritarismo.
Lo anterior, en vísperas del proceso electoral 2023-2024 en el que, además de la Presidencia de la República, se renovarán las dos Cámaras del Congreso de la Unión: la de Diputados (500 curules) y la de Senadores (128 escaños); ocho gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México; 30 congresos locales (mil 98 curules) y mil 787 ayuntamientos en 29 entidades.
Mis avezados lectores me cuestionarán si son suficientes tres indicadores para tan osada aseveración. Mi respuesta es no. La democracia es mucho más que el argumento simplista, utilizado de manera perversa por el macuspano, de reducirla a su significado etimológico.
Otros indicadores evaluados son: “La satisfacción de los ciudadanos con la democracia”, el “funcionamiento y valoración de los partidos políticos” y la aprobación de “acciones a favor del populismo y autoritarismo”, entre otros.
Respecto de la “satisfacción de los ciudadanos con la democracia”, entendida ésta como la evaluación del desempeño y resultados de la clase gobernante en favor de satisfacer las necesidades apremiantes de los ciudadanos, la conclusión es contundente:
“La región asiste a un colapso en el desempeño de los gobiernos (…) Los ciudadanos acuden a votar en las urnas por las alternativas que ofrece la oposición a los gobiernos, al advertir que el oficialismo no es capaz de avanzar en dar respuestas adecuadas a sus demandas”.
Esta conclusión va contra las élites fracasadas y anquilosadas (pertenecientes a un priismo corrupto y rapaz, así como a un panismo famélico y timorato para acabar con el régimen presidencialista) que exhibieron su fracaso (ambos institutos) en el objetivo de disminuir la pobreza y la desigualdad persistente en el país.
Los porcentajes más bajos de satisfacción con el desempeño de las élites se presentaron en 1996 (12%) y 2018 (16%); los más altos en 1997 (45%) y 2006 (41%).
Actualmente, sólo 37% de la población se encuentra satisfecha con los resultados de este gobierno y 61% muestra insatisfacción. Pese a ello el presidente (con minúsculas) no pierde un ápice de apoyo.
El bajo apoyo a la democracia, de sólo 35% de los mexicanos, y 61% de ciudadanos insatisfechos con el bajo desempeño de la democracia gobernante, nos alerta sobre la existencia de más insatisfechos que demócratas.
De acuerdo con el informe 2023 de Latinobarómetro, “estos insatisfechos son el contingente más abierto al populismo y el autoritarismo”.
Uno de cada cuatro mexicanos representa dicho grupo.
Sin embargo, estos insatisfechos apoyan las acciones del mesías tropical y no les importa si viola las leyes, la libertad de expresión o si impone sus reglas al simular un proceso democrático y plural en su secta devocional disfrazada de partido, a sabiendas que su dedito será el que designe su sucesor.
Semejante culto a la personalidad atomiza y debilita el sistema de partidos, erosiona la democracia y genera una crisis de representación.
Muestra de la fortaleza del personalismo es la percepción negativa de los mexicanos sobre el funcionamiento de los partidos: 62% los reprobó y 58% no los considera necesarios para la democracia.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2021 y 2019 del INEGI, los partidos políticos ocuparon el último lugar de confianza, con 27% y 24%, respectivamente. Dentro de los vigentes, el PRI es el de mayor desprestigio: 68% no votaría por él.
Entre las causas del desprestigio de las instituciones políticas, la principal es la corrupción, seguida de la falta de democracia interna y la ausencia de pluralidad –¿les suena? –.
Al respecto, Latinobarómetro sentencia: “La corrupción tuerce el poder del voto al intervenir en las campañas electorales con enormes sumas de dinero y provoca una competencia desleal. La corrupción del poder a nivel presidencial es una forma brutal de minar las bases de la democracia porque lleva a la Presidencia a personas que sin esos fondos ilícitos no lo habrían logrado”.
Ergo, resulta preocupante escuchar a los abanderados del Frente Amplio (cada vez más estrecho) por México enaltecer el método clientelar del PRI utilizado en el reciente proceso electoral de Coahuila, a sabiendas que es un método basado en la corrupción del voto.
El uso de enormes sumas de dinero para coaccionar el sufragio en favor del PRI circuló antes y durante la jornada electoral; incluso, después del triunfo premiaron con sobres de dinero a sus operadores, y a su clientela con eventos masivos amenizados por grupos musicales populares.
Resaltan en el informe diversas actitudes de apoyo ciudadano al populismo. Dentro de ellas se encuentra el estar en favor del control de los medios de comunicación por el presidente en caso de dificultades –sin precisar el tipo y grado de las mismas–, en donde México ocupa el segundo lugar, con 48% de aprobación de tal hipótesis.
De igual manera, existe un 56% de mexicanos a los que no les importaría que un gobierno no democrático llegue al poder, siempre y cuando atendiera y resolviera los problemas.
De las actitudes en favor del autoritarismo, resulta preocupante que 61% de los mexicanos aprobaría un escenario de golpe de Estado y 42% de ciudadanos favorecería un gobierno militar, en contraste con 52% que no lo haría bajo ninguna circunstancia.
Así las cosas, con 23 gobiernos, una alta popularidad del presidente –pese a todos sus excesos, errores y una actitud claramente autoritaria y populista–, con unas fuerzas armadas fortalecidas y una oposición venida a menos y sin credibilidad, se ve cuesta arriba que se logre la alternancia este 2024.
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