Por Ximena Arriaga
@ArriagaXxximena
Dos días, dos semanas o dos meses. Lo dijo mientras yo hacía todo por bajar el volumen del televisor. Vino con su bata blanca rompiendo el silencio, ese que abunda en los hospitales. Al decirlo se sintió más frío del acostumbrado. Mi cabeza no daba paso a la idea y mis manos torpes peleaban con los botones del control remoto. Aún teníamos esperanza del largo tratamiento. Después de sus palabras, ya no.
A veces vivimos tan de prisa, asumiendo que el camino es largo; a veces actuamos o dejamos de hacerlo, creyendo que es eterno.
Tal vez la pandemia nos sensibilizó de alguna manera, nos dimos cuenta que las cosas cambiaban de un día a otro. Algo tan trivial como caminar por la calle se volvía complicado y empezamos a ver, como nunca antes, más moñitos negros de luto en los perfiles de las RRSS. Quizá hasta se nos ocurrieron una serie de ideas para nuestra bucket list, o nos preguntamos qué haríamos diferente si supiéramos que vamos a morir.
No preguntaré eso. Sino ¿quién quisiera ser? ¿Quién serías tú?, si supieras el tiempo que te queda. ¿Qué tipo de persona serías con los tuyos? ¿Qué sueños, ideales, valores e ideología creerías? ¿Qué ser se reflejaría en tu cuerpo? ¿Cómo sería tu alma? ¿Qué tanto brillarías?
Si viviéramos más días en paz, quizá –sólo quizá– no tendríamos miedo a morir. Si brilláramos continuamente, la luz al final del camino no sería tan deslumbrante porque estaríamos acostumbrados a caminar en iluminación. Si nos amáramos más a nosotros mismos, no nos atemorizaría la soledad ni el silencio.
Empiezo por mí, por supuesto, reconociendo la inmensidad del trabajo pendiente por hacer, ese que siempre empiezo y luego procrastino, ese de autogestionar mis emociones, ese de volverme una persona que irradie tranquilidad y confianza, ese de no generar expectativas de nadie según mis ideas porque cada ser es independiente y es valioso respetar su individualidad y libertad.
Ese de no vivir en la ansiedad, pero sí de buscar el sentido auténtico de la vida; no en las sensaciones, ni en los likes o views, sino en algo más profundo que nos mueva y nos lleve a tener taaaaanto dentro que se tenga que compartir, iluminando a los demás.
Ese de concentrarnos en la respiración y disfrutar soledades. Ese que no proviene de sólo experiencias vibrantes, lo instantáneo, lo nuevo, lo v.i.p., a veces ni siquiera podemos esperar los 60 o 90 segundos de un reels… Nuestro dedo dictador decide, en lugar de nuestro cerebro tan sobrecargado de estímulos. Y se nos acaba la paciencia, la sorpresa, la emoción… Y se nos va acabando la vida.
Así se le acabó a ella, mi madre… Pero no fueron dos días o dos semanas o dos meses los que contaron, fueron casi siete décadas que mami vivió. Y cada uno de esos días tenía 24 horas completitas a su disposición. Y así las tenemos nosotros… Cada puta hora totalmente nuestra. Cada minuto en nuestras manos… para ser quienes decidamos ser a cada instante.
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