Noche migrante, cuando el miedo se impone al hambre y la sed 

octubre 9, 2023
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Por Ethel Arredondo

Torreón, Coahuila.- Adrián Villamizar tiene 33 años; llegó a esta ciudad en un contingente de al menos tres mil migrantes, en su mayoría venezolanos. Él perteneció a la Guardia Nacional Bolivariana y el régimen de Nicolás Maduro lo busca por deserción, confiesa a El Coahuilense.

Explica que decidió dejar la institución armada porque se rehusó a acatar acciones de represión contra su pueblo. Adrián viaja con sus dos mejores amigos de la infancia, quienes, a su vez, están acompañados por sus esposas e hijos pequeños. 

“Fue muy duro, tengo a toda mi familia allá, tengo a mis dos niñas, a mi esposa, a todos mis hermanos. Tengo un problema judicial, soy desertor de la Guardia Nacional, fui efectivo en Venezuela en algún momento, pero en las manifestaciones de 2017 yo no quise participar, pues la orden era arremeter contra el pueblo. 

“Entonces constitucionalmente el pueblo tiene derecho a una manifestación pacífica, y entonces nosotros, como guardias, era llegar a golpear a empujar a echarles agua, gas lacrimógeno. Y yo no quise participar más en eso y así como yo fueron muchísimos, desertaron como cinco mil guardias nacionales para ese momento. Y a todos los que nos fuimos en deserción nos dieron orden de captura”.

Adrián también habla de su periplo hacia Estados Unidos: “Salimos el 19 de agosto, ya tenemos más de un mes viajando, nos ha tocado bastante fuerte. Salimos de Venezuela; la primera travesía es poder salir de Venezuela, después cruzar Colombia, pasar la frontera de Colombia con Panamá, que es la selva del Darién, uno de los sitios más difíciles, ahí duramos seis días caminando, tres días con alimento y el resto sin nada de comida. 

“Caminamos solamente de día porque de noche no es conveniente por las serpientes, por las fieras que se ven de noche o se escuchan y por los ríos que crecen”.

Villamizar asegura que escucharon panteras, “ruidos de animales como leopardos o tigres. Los peligros son extremos, otro peligro son las piedras porque uno tiene que escalar y sólo un paso en falso con un niño en los brazos puede ser triste y lamentable”.

Este joven ex guardia nacional venezolano es parte del drama de los miles de indocumentados que se quedaron varados en Nazareno. Día con día las autoridades en el estado reportaron un creciente número de migrantes. El 24 de septiembre pasado se informó del arribo en una sola noche a Torreón de al menos cuatro mil personas que buscan cruzar territorio estadounidense. 

En su gran mayoría son familias venezolanas, pero también las hay de El Salvador, Haití y Honduras que tienen la esperanza de llegar a suelo estadounidense y tener libertad condicional humanitaria para después quedarse a tramitar una solicitud de asilo.

Jesús y Menry son los dos amigos que viajan con Adrián. A Jesús lo acompañan su esposa y dos hijas: una niña de nueve años y una bebé de 11 meses. Menry está con su esposa y su bebé de apenas ocho meses.

Les llevó un mes salir de Venezuela, pasar por Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Belice y llegar a México, donde se vieron obligados a abordar el tren.

“Cuando nos subimos fue uno de los episodios, creo, con más adrenalina que hemos tenido en todo el camino porque hay que montarse rápido. Con la situación de los niños la seguridad tiene que ser el doble, esperar a que el tren pare bien, montar a los niños, a las mujeres, montar las cosas, el agua primordialmente y el alimento”. 

Adrián explica que él, su familia y amigos tuvieron que montar La Bestia en una parte que es sumamente peligrosa, pues por los movimientos del tren podían caerse. “Pero hay otros que van viajando en el techo, encima de los vagones y eso es arriesgar la vida de verdad, yo lo considero un peligro extremo”.

La Comarca Lagunera es cruce regular para los aspirantes al territorio estadounidense. Por años ha sido común verlos escondidos en los patios de ferrocarril o en el techo de los vagones. Sin embargo, no hay antecedentes de lo vivido en la segunda quincena de septiembre por la gran masa de miles de indocumentados en esta ciudad.

“La cuestión más difícil es por el tema del transporte, por las leyes de inmigración. Yo tengo conocidos que ya vienen por aquí o por la Ciudad de México y los agarran en los camiones y los devuelven de nuevo a Tapachula, Chiapas; entonces, eso implica gastos, tiempo, y uno colapsa, uno como ser humano colapsa. Se pierde tiempo, se pierde el dinero y otra vez a empezar de cero; eso moralmente a uno lo acaba, lo rinde. 

“Guatemala es complicado por el tema de la inseguridad, también por parte de la policía. Ahí fuimos víctimas de un atraco policial”, agrega Adrián.

Refugio y alimento

La crisis migratoria en la ciudad se agravó cuando Ferromex anunció que suspendería actividades por seguridad, para evitar accidentes ante la gran cantidad de personas que se encontraban dentro de los vagones, o bien en las uniones de los mismos y amarrados en los techos.

“Nosotros sabíamos de antemano que nos íbamos a enfrentar con este tipo de situaciones porque uno es migrante, uno va ilegal por cada país. Pero aquí estamos ya, gracias a Dios”, dice Adrián.

El panorama y restricciones en los patios de Ferromex de Torreón, ante el arribo extraordinario de migrantes, cambió en los días de la contingencia. Fue abierto el portón principal, justo al lado del Panteón Jardines del Carmen, permitiendo la entrada y salida de las familias, así como de residentes de colonias vecinas que les llevaban alimento y agua, entre otros apoyos.

Es un constante ir y venir de hombres, mujeres y niños; pero algunos migrantes no se separaban de las vías, prefirieron dormir en el empedrado para detectar algún movimiento, despertarse y no perder el tren. 

Ha sido tal la cantidad de indocumentados que el personal de Ferromex instaló vagones llamados “góndolas”, donde los migrantes viajan de una manera más segura. En total hubo siete góndolas ese día y tan pronto como arribaron se llenaron. Fueron insuficientes.

Adrián y su familia son parte de los miles que buscan refugio previo a su cruce a Estados Unidos. Provisionalmente hallaron resguardo en una casa de campaña en los patios de ferrocarril. Ahí han recibido “apoyo de mucha gente buena; nos han brindado agua, alimentación, útiles personales, pañales para los niños, toallitas húmedas”.

Parte de esa ayuda proviene de lugares como el Centro de Día o Casa del Migrante “Jesús Torres”, que, junto con el área de Comunicación Social de la Diócesis de Torreón, vía el Padre Rafael López, expusieron públicamente el drama migrante que se estaba viviendo en la zona de los patios de Ferromex, para la cual solicitaron donaciones, principalmente de agua, ropa, zapatos y alimento.

“Por lo menos aquí donde estamos en el patio de tren el Ejército ha estado presente, dando seguridad; también ha estado la policía estatal y la municipal llega todas las noches buscando, revisando con mucho respeto. 

“Los señores de aquí del tren nos han permitido permanecer porque este espacio no es para que estén las personas civiles. Quiero agradecer a cada corazón que viene a entregarnos alimento y ropa. Nos dieron cobijas que nos han servido para acolchar el piso y que los niños estén mejor”, expresa Adrián.

En sus redes sociales, el Centro de Día replicó una trasmisión en vivo hecha en el perfil de Facebook “Amigos del Tren México”, la madrugada del 23 de septiembre pasado, donde informó sobre la salida de más de tres mil migrantes de la ciudad de Irapuato, Guanajuato, con rumbo a Torreón, Coahuila, después de estar varados en aquella ciudad por más de tres días. Con este tipo de contactos y avisos, los encargados del centro se dieron una idea de cuántos migrantes más llegarían a la Región Lagunera.

En el caso del grupo de Adrián ellos quieren quedarse por unos días en La Laguna hasta que sea seguro su ingreso a Estados Unidos.

Para el padre Rafael López, párroco de la Iglesia de Fátima, ubicada muy cerca de los patios de ferrocarril, resultó frustrante la noche del 27 de septiembre último, cuando intentó llevar comida hasta los vagones, pues se complicaba el acceso, y los migrantes por miedo a perder el tren ya no se bajaron por el alimento. Y es que no hay horarios de salida ni llegada, ni avisos de que los vagones entrarán en movimiento.

“Nos preparamos para dar de cenar, pero había pocos hermanos migrantes en los patios. Entré con algunos migrantes a los patios de Ferromex y el personal de la empresa me pidió que me retirara. Los mismos migrantes me decían que más atrás había más personas en los vagones. Nos fuimos con agua y comida abajo del puente del Triana, los de seguridad me dejaron entrar para ir con los migrantes. 

“La escena que vi era demasiado triste: iban bastantes migrantes en los vagones, pero ya no se querían bajar por miedo a que el tren los dejara, pese al hambre y la sed que traían. Les pedí que se acercaran a las bardas y nos fuimos a las casas vecinas de la Ampliación Lázaro Cárdenas para aventarles la comida, pero nunca nos escucharon por la distancia de los vagones. Después de una hora de intentarlo, el tren inició su marcha”, compartió con tristeza el sacerdote.

Adrián y sus amigos corrieron con poco más de suerte, lograron conseguir un cuarto de renta en Torreón, en el cual esperarán hasta que tengan asegurada su cita con las autoridades estadounidenses; quieren descansar y no correr más riesgos por los niños. Cuando consigan fecha vía la aplicación del consulado, continuarán su travesía.

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