Por Álvaro Delgado Gómez
La imagen repugna: Una enorme mujer obesa de mirada indolente, que toma con la mano izquierda una larga vara y con la derecha sostiene una balanza, simboliza a la justicia, y está sentada sobre los hombros de un hombre pequeño y flaco, que representa al pueblo hambriento.
Se llama “La supervivencia de los más gordos”, una escultura en bronce del artista danés Jens Galschiot, quien en el basamento escribió el mensaje de la robusta mujer: “Estoy sentada sobre la espalda de un hombre que está deshecho por el sufrimiento. Yo haría cualquier cosa para ayudarle, menos bajarme de sus hombros”.
Esta obra no fue hecha específicamente para México, pero ilustra con toda precisión la opulencia del Poder Judicial de nuestro país que contrasta con la indigencia de millones de mexicanos y las resistencias para que nada cambie.
En efecto, la obesa mujer simboliza a la élite del Poder Judicial, que encabeza la ministra Norma Piña Hernández, pero también a otras instituciones del Estado mexicano que se niegan a renunciar a los privilegios económicos que no existen ni en el sector privado, obtenidos a costa de las necesidades del pueblo.
Las resistencias en el poder público a la austeridad, principio ya establecido en la Constitución y en la ley, están vigentes también en el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Nacional de Transparencia (INAI), el Banco de México (Banxico), Instituto Federal de Telecomunicaciones, entre otros organismos autónomos, por la vía de los amparos y de las movilizaciones políticas de quienes fueron expulsados del poder político en 2018 y ambicionan retornar en 2024.
Ha sido una resistencia permanente de la burocracia dorada a la austeridad, una auténtica rebelión de los más gordos, que prometen hacer todo por los mexicanos famélicos, menos bajarse de sus hombros.
as resistencias en el poder público a la austeridad, principio ya establecido en la Constitución y en la ley, están vigentes también en el Instituto Nacional Electoral (INE), el Instituto Nacional de Transparencia (INAI), el Banco de México (Banxico), Instituto Federal de Telecomunicaciones, entre otros organismos autónomos, por la vía de los amparos y de las movilizaciones políticas de quienes fueron expulsados del poder político en 2018 y ambicionan retornar en 2024.
Ha sido una resistencia permanente de la burocracia dorada a la austeridad, una auténtica rebelión de los más gordos, que prometen hacer todo por los mexicanos famélicos, menos bajarse de sus hombros.
Están tan cómodos los más gordos del Poder Judicial, que ni siquiera salieron a la calle a defender sus privilegios, a excepción del ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá, impulsado precisamente por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero a los ministros les tocará hacer su parte en la rebelión de los más gordos: Después de que el Senado ratifique la decisión de la Cámara de Diputados de desaparecer 13 de los 14 fideicomisos del Poder Judicial, las bancadas del PRIAN promoverán una acción de inconstitucionalidad para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) deje sin afecto esa decisión y prevalezcan los multimillonarios “guardaditos”.
No sólo eso: Como parte de la rebelión de los más gordos, que es la alta burocracia que se vuelve multimillonaria en la función pública, pero también los empresarios adictos al erario, es ir por la revancha y emitir sentencias contra todo lo que sea prioritario para el gobierno de López Obrador y a favor de todo lo que le sea perjudicial.
La rebelión de los más gordos, cuya candidata presidencial es la senadora Xóchitl Gálvez, busca ser transexenal para que, una vez fuera de la Presidencia de la República, López Obrador pueda ser llevado a los tribunales que ellos controlan para consumar su venganza.
No hay sorpresas: La rebelión de los más gordos, que encabezan Claudio X. González y Xóchitl Gálvez, incluye prometerle cualquier cosa a los mexicanos, menos bajarse de sus hombros y dejar de ser la carga que siguen siendo. Eso jamás.
Por cierto, el artista danés Jens Galschiot fue expulsado de México por el gobierno de Ernesto Zedillo, en 1999, después de que colocó su “Monumento a la infamia”, una escultura de ocho metros de altura, en Acteal, Chiapas, donde un grupo paramilitar asesinó a 45 indígenas el 22 de diciembre de 1997, cuando México era casi el paraíso…
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