Por Brenda Macías
Las muertes de Jesús Ociel Baena Saucedo –le primere magistrade no binarie del Tribunal Electoral del Estado de Aguascalientes e impulsore de litigios estratégicos electorales con perspectiva LGBTIQ+– y de su compañere, Dorian Herrera, son claros ejemplos de cómo el poder de la desinformación y los discursos de odio están ganando la batalla.
Las autoridades de la Fiscalía General del Estado de Aguascalientes dan a conocer la versión oficial de sus indagatorias a las pocas horas del suceso: una discusión que sobrevino en el homicidio de Ociel Baena y el suicidio de Dorian Herrera.
¿Cómo es posible que la “justicia” haya sido tan expedita en este caso? ¿Se puede dar carpetazo inmediatamente que se llega a la escena? Si las cámaras no captaron que alguien ingresó y salió del inmueble, entonces, ¿no existe? ¿Es posible tanta perfección?
La insuficiente educación mediática combinada con la hondonada de desinformación, el stalkeo, el morbo, el ruido y los análisis fútiles marcan la agenda en las redes sociales.
Las autoridades al unísono con los medios de comunicación tradicionales se dan a la tarea de generar noticias falsas llenas de eufemismos y rumores que se esparcen como el fuego.
Me duele que en este país todas las violencias circulen y se normalicen como si no pasara nada, que la salud mental no sea una cuestión prioritaria para prevenir el dolor y para abrirnos a la diversidad.
¿Por qué nos cuesta aceptar que la humanidad es de colores? ¿Por qué nos empujan a enmascarar nuestra expresión de género, de identidad y de orientación sexual?
Cuando creímos haber avanzado en materia de derechos humanos para la población LGBTIQ+ retrocedemos 100 años luz. La impunidad y la irresponsabilidad mediática se imponen en este y otros casos. No me voy a extender más en esta columna. Guardaré un minuto de silencio para exigir ¡justicia!
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