Por María Bárbara Cepeda Boehringer
¿Qué significa el 8 de marzo para las mujeres? ¿Una celebración? ¿Un pretexto para regalarnos entre nosotras o exigir que nos regalen flores? ¿Un día que podemos convertir en asueto para ir a tomar el café con amigas o compañeras de trabajo? ¿Una simple marcha?.
La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo “no”. Nos tomamos muy en serio esta conmemoración.
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es -desde 1975- un recordatorio doloroso para todas y todos los que somos conscientes: hay que seguir alzando la voz y manifestarnos cada año porque todavía existen desigualdades entre hombres y mujeres.
Parece que las decenas de miles de voces, alrededor del mundo y a través de los años, no han bastado o no han sonado lo suficientemente alto para que las mujeres reciban de forma permanente un trato digno en todos los ámbitos de la sociedad.
¿Qué podemos hacer? Seguir manifestándonos, por supuesto, con una consciencia cada vez mayor. Si bien el 8 de marzo las mujeres exigimos de forma masiva y contundente el cese a la violencia psicológica, física y sexual, igualdad salarial y otros derechos, y la erradicación total de los feminicidios; eso no significa que en nuestras marchas nos llenemos de odio hacia hombres e incluso mujeres que, de una u otra forma, han sido parte de esas vejaciones. No perdemos la cordura ni buscamos venganza. ¡Eso nunca!
Hay un hartazgo de la discriminación y victimización de las que hemos sido objeto a lo largo de la historia mujeres de todas las edades y condición social. Sin embargo, no perdemos de vista que no todos los hombres participan en esas prácticas y sí muchos se han sumado desde hace tiempo a nuestra lucha diaria: padres, maridos, hijos, hermanos, compañeros de trabajo, jefes, etcétera.
De igual forma, reconocemos que tanto ellos como nosotras somos humanos, nos complementamos y nos necesitamos unas a otros; no sólo para vivir en una sociedad equilibrada, sino para sobrevivir como especie.
Invito a hombres y mujeres por igual a que no nos confundamos. Las marchas del 8M no son actos provocativos, disruptivos ni de venganza. La violencia no se combate con violencia, burlas o denostación. Recordemos que estamos siendo observados por jóvenes y niños, personas en cuyas manos estará nuestro mundo el día de mañana.
No olvidemos que, en muchas ocasiones, detrás de una mujer vejada, hay niñas, niños y/o adolescentes que, como hijos, sufren también el maltrato y, muy probablemente, repetirán patrones, convirtiéndose en víctimas o victimarios.
Yo, María Bárbara Cepeda Boehringer, no puedo permanecer indiferente ante esos hechos y me declaro intolerante. Es por ello que, desde mi trinchera, apoyo incondicionalmente a las mujeres -principalmente a la mujer coahuilense- haciendo hasta lo imposible para que muy pronto la historia de nosotras y las minorías, que hoy son vulneradas sin la menor compasión, sea contada de otra forma muy distinta a la actual.
Por eso, honremos el 8M como la oportunidad de rescatar a la sociedad entera, a través de la visibilidad, el respeto y la dignificación a las mujeres. Las y los invito a manifestarnos con dignidad y respeto el próximo 8 de marzo. Por ti, por mí, por todas y todos. Muchas gracias.
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