Por Renata Guzmán
La trayectoria de esta defensora de los derechos humanos comenzó en los años setenta, cuando tenía 15 años y se unió al movimiento obrero de las Comunidades Eclesiales de Base, donde participó dentro de proyectos de Teología de la Liberación y de Educación Popular. Se trata de la lagunera Blanca Isabel Martínez Bustos, actualmente directora del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, AC, y Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila.
“Empecé muy joven en los movimientos sociales de una visión de izquierda. A finales de los setenta la represión política en México era muy fuerte: ejecuciones, desapariciones, desalojos, presos políticos, tortura… Era el pan nuestro de cada día para las organizaciones que venían de esa corriente política ideológica en términos generales de izquierda”, explica.
Con más de 45 años defendiendo los derechos humanos, Martínez Bustos comparte que siempre buscan trabajar de la mano de los familiares de los desaparecidos. La organización que encabeza, agrega, cuenta con un equipo jurídico y un área de búsqueda y regreso digno a casa.
“Tratamos de dar un apoyo no gubernamental, no condicionado por los recursos del Estado ni por la limitación de sus instituciones, sino fundamentado de manera particular y prioritaria desde la construcción de las estrategias de defensa y búsqueda con las familias.”
Colaboración con Samuel Ruiz
Nació en la Comarca Lagunera, pero creció en Guanajuato y de ahí se fue a la Ciudad de México con su familia; después dieron un salto para Chiapas. Ahora, Martínez ha regresado a su tierra natal, pero recuerda que en su recorrido por diferentes lugares de México siempre fue junto con el movimiento de las Comunidades Eclesiales de Base.
“Me encanta mi tierra. Me encanta donde nací. Me encanta Coahuila, se me hace una tierra tan hermosa… Cuando estás en el desierto puedes sentir cómo la Vía Láctea se te mete en el cuerpo y puedes ver las estrellas fugaces. Me encanta la belleza de nuestra tierra, su energía, su historia… y de lo que fue el fondo del mar de Tetis”, expresa con sentimiento.
Sobre su estancia en Chiapas, Martínez comenta que llegó a aquel estado en medio de un conflicto armado (el Movimiento Zapatista de Liberación Nacional) y que por esa razón su pasión por la defensa de los derechos humanos se incrementó.
“Amigos muy queridos y maestros de vida me invitaron a ser parte del equipo de apoyo a la Comisión Nacional de Mediación. Me incorporé al equipo operativo para el conflicto armado de 94 hasta el 98; a partir de eso ingresé a un nuevo campo de lucha”, dice.
En el contexto del alzamiento zapatista, Blanca Isabel trabajó cercanamente con Samuel Ruiz, entonces obispo de San Cristóbal de las Casas. Fue ahí donde Martínez aceptó trabajar en el Centro de Derechos Humanos de Fray Bartolomé de las Casas –conocido como Frayba– y que el mismo obispo Samuel Ruiz fundó.
Blanca recuerda que trabajó con poblaciones indígenas en la defensa del territorio, de su autonomía, del derecho a la libre determinación.
“Las redes políticas vaticanas y los políticos del país no querían a don Samuel y esperaban, de alguna manera, que con la imposición de Raúl Vera como obispo, quien llegó con plenas facultades, le quitara su puesto”, explica.
Pero para Blanca Martínez el trabajo que Samuel Ruiz impulsó “es de los grandes aprendizajes míos con él. Nadie hace nada solo, todos tenemos algo que aportar y hay que dar la posibilidad de que cada uno desarrollemos lo que tenemos”.
Sobre la llegada de Raúl Vera a Chiapas, Martínez Bustos dice que se esperaba que fuera un golpe de las cúpulas del poder en alianza con la Iglesia, pero “salió el tiro por la culata porque don Raúl inmediatamente se abrió a entender el proceso y a comprometerse con el pueblo”.
Explica que, entonces, a los poderosos ya nos les gusto eso y lo mandaron a Coahuila, “fue así como logré obtener dos periodos de dirección en el Frayba”.
Cuando Raúl Vera llegó a Saltillo, cuenta Martínez, el obispo la invitó a trabajar con él para atender los secuestros de migrantes.
Llegar en plena guerra
Su regreso a Coahuila estuvo marcado por la violencia generada por el crimen organizado. Blanca Isabel Martínez Bustos lo cuenta así:
“Llegué aquí en 2009, cuando estaba esto ardiendo. Yo digo que me vine vilmente engañada”, dice riéndose. “Vamos a sembrar lechugas en el desierto y resultó que no, nos tocó la realidad de una guerra, de una toma de la región norte.
“Cuando me vengo acá, me adentro en otra dimensión de la problemática de la desaparición”, comenta.
Blanca se enfrentó a un método de trabajo diferente en Coahuila, porque–detalla– “el Estado usaba civiles para cometer desapariciones por razones políticas, privarlos de la libertad y luego entregarlos a las fuerzas de seguridad tanto civiles como militares, quienes ya se encargaban de desaparecerlos.
“El fenómeno que ahora nosotros estábamos viendo es que la gente de las mismas instituciones de seguridad, policías municipales, estatales, el Ejército mismo, eran quienes privaban de la libertad a la gente y los entregaban a la delincuencia organizada”.
Para Martínez Bustos el origen de ese conflicto se remonta al año 2000, cuando ocurrió la transición política del PRI al PAN en la Presidencia. “Fue más una alternancia que una transición (…) Se formalizó y se intensificó la recomposición territorial a escala nacional y también la recomposición de las alianzas o de las formas de trabajo y repartición del territorio con estos grupos que les llamamos cárteles.
“Nosotros no vemos a los cárteles como algo que sea ‘los cárteles y el gobierno’; es ‘el Estado genera estas instituciones globales’ que operan con todas sus posibilidades legales e informales”.
Con la fuga de el Chapo, cita como ejemplo, se extendió una guerra a escala nacional entre el Cártel del Golfo y el Cártel de Occidente, donde se dio el fenómeno de recuperación de territorio de las dos terceras partes de la frontera con Estados Unidos, del sur hacia el norte.
“Ahí fue cuando Coahuila quedó en medio de esa guerra”, detalla Blanca Martínez.
“Después, de 2005 a la fecha, vivimos en un Estado que sólo renueva los pactos de impunidad y que permiten que nuestros pueblos sigan siendo exterminados”.
La Lagunera también denuncia que pobladores de Coahuila, especialmente los campesinos, viven esclavizados por la industria. “Los están despojando de su tierra, de su agua, de sus derechos”.
En la entrevista con El Coahuilense Noticias, Blanca Isabel Martínez Bustos advierte que “la impunidad en Coahuila sigue porque hemos recuperado por exhumaciones masivas y en campos de exterminio más de mil cuerpos, y en panteones municipales más de mil 100 cuerpos, de los cuales sólo se han podido identificar menos de 200”.
Al preguntarle si tenía pensado en cambiarse de estado, como ha ocurrido anteriormente, respondió que no está en sus planes salir de Coahuila, pero agrega: “Soy media pata de perro, no me veo siempre en el mismo lugar. Soy feliz aquí, pero no sé… a ver a dónde apuntará el huarache cuando sea necesario.
“Me siento muy afortunada porque creo que poca gente hace lo que le gusta y está el tiempo completo viviendo su pasión. Con lo necesario para sobrevivir, pero de tiempo completo en la lucha por mi gente, por mi pueblo, la clase trabajadora, los de la periferia, los que no tienen posibilidades de soñar. Sigo con mucha pasión y muy convencida de que si no nos organizamos, si no buscamos y construimos nichos de esperanza para nuestra gente, no vamos a poder impactar a construir un nuevo modelo de humanidad”.
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