Injusticia testimonial, un problema de significado

octubre 7, 2022
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Por Gonzalo Villanueva Ibarra

Una persona se ve orillada a dejar su país por la violencia, otra es víctima de acoso dentro de su lugar de trabajo, una más pierde todo su patrimonio a consecuencia de un desastre natural, por último, otra persona pierde a un ser querido en un trágico accidente donde viajaba de un lugar a otro.

Todos estos ejemplos son fácilmente identificables en la realidad social de un país como México. Para darnos una explicación, se puede llegar al veredicto de que todos son resultado del infortunio, que es una desgracia para los involucrados encontrarse en esas situaciones. Pero esto es un lugar común y es totalmente falso. Todos son resultado de una serie de injusticias que requieren de un análisis detenido.

Usualmente, cuando se habla del concepto de justicia, éste suele referirse, en primer lugar, a nociones relacionadas con las instituciones y la estructura básica en el interior del Estado. En segundo lugar, se habla de los principios y reglas referidos al trato entre ciudadanos y de estos con respecto a las autoridades. En ello no hay mayor reparo, sin embargo, cuando se busca hablar de lo que es una injusticia. 

En este punto se podrían mencionar al menos tres necesidades insatisfechas en torno a la justicia: (1) personas que no pueden obtener justicia cada día en  roblemas de justicia criminal, civil o administrativo; (2) personas que son excluidas de las oportunidades que provee la ley y (3) personas que viven en condiciones de injusticia directa, particularmente violaciones a los derechos humanos. 

Decir que la injusticia es únicamente aquello que ocurre cuando no se hace justicia es un error común, incluso entre académicos. De igual manera, puede existir una cierta confusión entre diferenciar qué es un ejemplo de injusticia y qué es un ejemplo de mala suerte. En México, donde las injusticias son comunes en muchas de las esferas sociales, es pertinente decir que los daños ocasionados por una injusticia pueden afectar la integridad psicológica del sujeto hasta el grado de coartar o limitar su desarrollo personal. De ahí la relevancia por abordar el tema.

A pesar de lo difícil, es necesario aclarar que la injusticia no es solo la vivencia de violencia directa, hay una modalidad que es mucho más velada, se desarrolla de manera involuntaria y prácticamente imperceptible. Esta modalidad es la designación de qué persona recibe credibilidad y quién resulta excluido en la consideración de su discurso.

Esta designación funciona como una especie de estereotipos que van modelando inadvertidamente las actuaciones sociales, por ejemplo, silenciar a alguien o decidir callarse. De esta forma, los estereotipos no son sólo creencias, sino que brindan atributos acerca de lo que puede ser despectivo, elogioso o indiferente, acerca de qué puede ser considerado bueno o malo.

La interiorización de estos estereotipos no es resultado de una condición específica (clase social, sexo, género, etc.), sino que se pueden incorporar en prácticamente cualquier escenario donde ocurran interacciones, al consumir el contenido de los medios de comunicación, entrar en contacto con la información que circula por redes o simplemente en el diálogo con otras personas.

Ahora bien, estos estereotipos pueden tomar la forma de prejuicios, que, de manera residual, pueden influir en nuestros juicios de credibilidad hacia otras personas.

Esto se conoce como injusticia testimonial, en ella, el oyente percibe a su interlocutor con credibilidad en menor grado. No puede considerarse como un asunto menor ya que, a pesar de las creencias explícitas de los oyentes, dentro de esta dinámica los hablantes pueden ver restada su credibilidad y con ello percibir distorsionada su imagen.

Este problema lleva a una segunda injusticia, llamada injusticia hermenéutica. Dentro de ésta, existe una dificultad para que la persona sea capaz de comprender su propia experiencia como una injusticia y, más aún, de transmitirla a otros de forma inteligible desde el punto de vista comunicativo.

Con esta explicación, el principal problema es que algunas personas se encuentran dentro de una desigualdad de significados que les impide comprender y dar sentido a una experiencia de injusticia. Pensemos en alguno de los ejemplos del primer párrafo, imaginemos que una persona pierde su patrimonio a causa de un desastre natural, a primera instancia ella puede considerar que todo es resultado de la mala suerte de vivir en una zona peligrosa. Pero ¿por qué vivía ahí y no en un lugar más seguro? ¿Qué condiciones sociales determinaron que habitara en ese lugar? ¿Qué se pudo hacer diferente para que no ocurriera? Si consideramos cualquiera de los ejemplos antes mencionados bajo esta óptica, fácilmente podríamos darnos cuenta de que detrás de ellos se encuentra la huella de la vivencia de injusticia.

Pero con los anteriores cuestionamientos no se agota el problema, ya que, en algunas ocasiones, puede ocurrir que las víctimas han conceptualizado correctamente sus experiencias como injustas, pero si el oyente no las comparte este último puede tachar de irracionales las demandas resultado del testimonio de las víctimas.

Finalmente, podemos decir que una errada conceptualización de experiencias y significados, por los hablantes o los oyentes, puede llevar a un problema de interpretación incluso para las propias víctimas, donde pueden no interpretar como una injusticia lo que les ocurrió.

Si queremos trascender en esto, lo único es que la siguiente ocasión que nos topemos con un evento resultado del infortunio, nos preguntemos el por qué representa mala suerte y no más bien un hecho de injusticia.

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