Inculpada de acoso textual

mayo 21, 2024
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Inculpada de acoso textual
EL COAHUILENSE

Por @ArriagaXxximena

¿Podríamos decir que un audiolibro es un texto oral? ¿Que existe deseo textual cuando vas a una librería o a una feria de libro y te quedas con las ganas de comprar algunos títulos? ¿Que cuando lees una obra no contemplada, se trata de texto casual? ¿Cuándo sugieres alguna lectura es una recomendación de transmisión textual? Y que cuando acceden a leerlo, entonces ¿tienen relaciones textuales? 

Vaya… ¿Será que el buen texto, se nota? 

Hemos escuchado varias veces “la gente ya no lee”, “a los alumnos no les gusta” y se incrementa más la cifra de exlectores… Mi posición textual preferida es a favor de la lectura consuetudinaria, donde sea, cuando sea y del género que prefieras, porque definitivamente los libros son como el sexo, para disfrutarlo debe haber al menos algo de química o conexión. 

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En mi niñez como lectora en ciernes, pensaba que la forma correcta era leer cada letra desde la solapa y la presentación hasta la bibliografía, sin saltarse ni los agradecimientos, respetando cada hoja y cada oración, con el fervor obligado de completar la misión de pasar mis ojos por todas las hojas, hasta terminar el libro. 

En la adolescencia, ser una lectora ortodoxa implicaba estudiar grandes plumas, los clásicos, y de preferencia de pasta gruesa y con olor a antiguo. Mmmmhhhhh! ¿Recuerdan ese olor de un libro viejo? 

Pasando los años concluí que intentar varias veces terminar un libro que no te llena del todo es como volver con tu ex, amiga, date cuenta. No todos merecen una segunda oportunidad.  

Y ahora, sobre todo después de la pandemia, siento cada día lo finito del tiempo de nuestras vidas, yo ya no me meto a los ojos (ni a la boca) cualquier cosa que caiga en mis manos, todo sea por la salud textual y reproductiva, pues participo en círculos de lectura.

¿Por qué obligarnos a terminar una obra cuando hay tantas en la fila con las que conectaríamos mejor?. 

Los datos del INEGI muestran que en 2016 casi el 82% de las personas mayores de 18 años leía de forma habitual, ahora en 2023 sólo lo hace el 68.5%. Pero vaya, no podemos descartar el cambio de hojas y pastas a páginas virtuales, e-book, diarios online, noticias en redes sociales y comentarios digitales por todos lados. 

Y aunque se debiera considerar como “lectura” ese tipo de prácticas, según algunos estudios en el siglo XXI, la capacidad de concentrarnos ha ido disminuyendo con el aumento del uso de la tecnología, la posibilidad del multitasking, las notificaciones que interrumpen nuestra atención, la necesidad de estar conectados y la sobrecarga de información. Nuestra corteza prefrontal tiene tendencia a lo nuevo, por lo cual es muy difícil resistirse a cada contenido mostrado por nuestro teléfono celular. 

Los expertos recomiendan participar en actividades no tecnológicas para fortalecer la capacidad de concentración. 

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Pero por otra parte también está la corriente de que “En la Antigüedad lo normal era no saber leer ni escribir. No por ello las personas eran menos inteligentes, ni pensaban peor, ni se realizaban menos. La escritura era un conocimiento meramente funcional. Quien necesitaba conocerla por cuestiones mercantiles o religiosas, por ejemplo, le daba un valor bastante circunstancial al hecho mismo de saber leer y escribir. Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta el lugar de la palabra y la letra escrita en nuestro tiempo, se descubre que el acto de leer por sí mismo es fetichista y –puede que- enfermizo–. La lectura por la lectura es una trampa materialista disfrazada de hábito saludable”, según la revista española Democrecía. 

Así, mostrando ambas particularidades, puedes decantarte con la que te identifiques, ya sea para justificar (sin necesidad alguna) tu hábito o hobby de leer o la ausencia del mismo. 

Por mi parte, creo que ni fumando weed coincidiré con José Vasconcelos en lo referente a su ensayo La raza cósmica, respecto a esto: “Las razas inferiores, al educarse, se harían menos prolíficas, y los mejores especímenes irán ascendiendo en una escala de mejoramiento étnico, cuyo tipo máximo no es precisamente el blanco, sino esa nueva raza, a la que el mismo blanco tendrá que aspirar con el objeto de conquistar la síntesis”.

Pero como textoservidora, sostengo: leer es un acceso vip a un montón de historias. Sí, leer es vivir más. Rosa Montero en El amor de mi vida lo dice a la perfección: 

“Siempre me ha dado pena la gente que no lee, y no ya porque sean más incultos, que sin duda lo son; o porque estén más indefensos y sean menos libres, que también, sino, sobre todo, porque viven muchísimo menos. La gran tragedia de los seres humanos es haber venido al mundo llenos de ansias de vivir y estar condenados a una existencia efímera. Las vidas son siempre mucho más pequeñas que nuestros sueños; incluso la vida del hombre o la mujer más grandes es infinitamente más estrecha que sus deseos. La vida nos aprieta en las axilas, como un traje mal hecho. Por eso necesitamos leer, e ir al teatro o al cine. Necesitamos vivirnos a lo ancho en otras existencias, para compensar la finitud. Y no hay vida virtual más poderosa ni más hipnotizante que la que nos ofrece la literatura. Estoy convencida de que a todos los humanos nos aguarda en algún rincón del mundo el libro que sería perfecto para nosotros”.

Definitivamente, del buen texto nadie se cansa. ¿A ti cuál te gusta más: el mañanero, el rapidín, el de reconciliación o el de las noches?

No importa cuál… Vayamos más allá de nuestras realidades a través de las letras. 

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