Por Gibrán Ramírez Reyes
La semana pasada mencioné a Grupo Vidanta en una línea (quiero enfatizarlo) de mi artículo, dije que se exhibieron convenios suyos con el Ejército que implicaban un gasto monumental y hablé sobre la crisis de fin de sexenio. Dado que la mención de Vidanta fue completamente lateral, resultó para mí inexplicable que el Grupo publicara un desplegado en el que, a nombre de Daniel Chávez, se me llamó mentiroso y manipulador, además de deslizar la amenaza de “proceder por la vía judicial”. Más aún: la pauta publicitaria implicó que este desplegado estuviera en los portales electrónicos de El Universal, El Economista, Milenio, SDP noticias, La Jornada. Lo reprodujeron, desde luego, algunos medios que fungen como paleros del Poder. Ignoro la motivación para realizar el desproporcionado operativo mediático frente a una línea de un artículo crítico que ni siquiera figura en primeras planas o despliegues publicitarios. No sé si lo hace para quedar bien con el presidente, con el Ejército o con el público obradorista. Desde luego no miento. El convenio que el Ejército tiene con Vidanta implica un gasto monumental. En primera instancia, según su desplegado, lo paga usted, porque los militares se portaron bien con su abuelito (¿cuántos cuartos de hotel y convenios cuesta, por cierto, que el Ejército atienda bien al abuelo de uno?). Puede hacerlo porque sus relaciones con el poder político y el poder militar han favorecido el crecimiento de su emporio mediante diversas formas de generar plusvalía: permisos, trámites, infraestructura, liberalidad en las inspecciones y un abultado etcétera. La hipersensibilidad que muestra en su respuesta es, además, otro síntoma de la crisis de fin de sexenio que vivimos.
No cuento con los recursos necesarios para contestar a Vidanta en todos los espacios en los que pretende denigrar mi palabra, pero me basta con la dignidad y el honor que uno pone de frente cuando firma sus textos. El honor, por cierto, no puede comprarse, ni siquiera contratando despachos para que se eliminen de internet pruebas de las relaciones del poder político con el poder económico. Señor Chávez: su despliegue económico y mediático no va a intimidarme. No lo harán tampoco las hipotéticas acciones judiciales que su representante insinúa. Usted es un oligarca; yo, un profesor universitario que además hace análisis político en medios de comunicación. Ese es mi oficio y la palabra mi instrumento de trabajo. Además, ni siquiera es usted el objeto de mi crítica: los oligarcas buscan hacer dinero y para ello necesitan quedar bien con el poder político. Mi cuestionamiento es al poder emanado de un movimiento del que formé parte más de la mitad de mi vida. No le reclamo a usted ni a los operadores de sus empresas, por ejemplo, la indolencia de dejar a miles de trabajadores eventuales sin empleo durante la pandemia, porque es lo que se espera de los oligarcas amigos del poder; le reclamo, en cambio, al poder ejecutivo y legislativo permitirlo y no cerrar las rendijas legales que les permitieron hacerlo. Puedo dedicar una línea, otra vez cualquier día, a dar cuenta de las relaciones de grupos económicos con el poder; puedo dedicar otro artículo como éste, cualquier día, a dar cuenta de las relaciones entre poderosos que han llevado al país a su lamentable situación actual. Seguramente discreparemos. Podemos hacerlo; conversar, debatir, actuar como ciudadanos responsables, pero no bajo la denigración de la palabra y la estrategia vulgar de desplegadazos difundidos con dinero. Eso, por fortuna, habla más de su valor público que del mío.
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