Por Brenda Macías
En los últimos años el lenguaje incluyente y no sexista irrumpe en el discurso público y genera un intenso debate sobre su validez y necesidad. En México la discusión se intensifica y plantea interrogantes sobre si se trata de una moda pasajera o de una herramienta fundamental para construir una sociedad más igualitaria y justa.
Y me pregunto: ¿es el lenguaje incluyente una simple moda, impulsada por las redes sociales y las nuevas generaciones o responde a una necesidad real de visibilizar y reconocer a todas las personas, independientemente de su género? ¿Qué impacto tiene el uso de un lenguaje que evita el masculino genérico en la percepción de las mujeres y disidencias sexo genéricas históricamente marginadas?
En una sociedad como la coahuilense, en específico, marcada por profundas desigualdades de género, el lenguaje incluyente y no sexista puede ser un poderoso instrumento para desafiar estereotipos y promover la igualdad. Al nombrar a todas las personas, se reconoce su existencia y se les otorga un lugar en el discurso público.
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Sin embargo, al platicar con amistades no noto en sus mensajes la alegría por cambiar las formas en las que nos comunicamos. Incluso, en mi osadía por cambiar al mundo, me propuse llevar la palabra del cambio mediante un taller breve y urgente para periodistas. Todo esto porque me estoy clavando con la bibliografía propuesta por el Antimanual de la lengua española. Para un lenguaje no sexista del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM.
Pero, con quienes he podido platicar les parece relevante porque nadie estaría dispuesto a pagar por un conocimiento tan encriptado, tan político y tan incómodo. Me han pedido que me aclare con palabras más o menos así: “eres activista del lenguaje incluyente, pero ¿qué raro si tú estudiaste letras y deberías tener respeto por las reglas de la RAE?” “Qué pesado, ¿tendrías que corregir la plana de tus profesores?”; “la jerga del lenguaje inclusivo degrada y daña el español porque entorpece el ritmo sintáctico que es parte de la estética del buen estilo”. Y cuando escucho eso me pregunto si estoy en el siglo XXI o si soy una viajera en el tiempo.
A algunas personas les parece innecesario, porque es pesado, porque suena antinatural. Y con esto compruebo que el uso del lenguaje incluyente, como la inteligencia artificial y otras tecnologías que democratizan de cierta forma el acceso al conocimiento, generan resistencias y críticas.
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Algunas personas me han dicho que se trata de una imposición artificial que distorsiona el idioma y dificulta la comunicación. Otras cuestionan su efectividad para lograr cambios reales en la sociedad. Como si esta pequeña insurrección política no tuviera efectos.
¿Es el lenguaje incluyente una solución mágica para erradicar la discriminación y la violencia de género? ¿O se trata de un primer paso, una herramienta más en la lucha por la igualdad? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre la necesidad de visibilizar a todas las personas y la defensa de la riqueza y diversidad del idioma español?
En Coahuila, como en todo México, estas preguntas deben ser debatidas abiertamente, con respeto y apertura al diálogo. Es necesario escuchar todas las voces, tanto las que defienden el uso del lenguaje incluyente como las que lo cuestionan. Sólo así podremos encontrar un camino que nos lleve a construir una sociedad más justa e igualitaria para todas las personas.
Al parafrasear algunas de las propuestas del Antimanual de la lengua española. Para un lenguaje no sexista del CIEG me posiciono y considero que para lograr que las mujeres, las identidades disidentes y no binarias sean incluidas, visibles y que sean parte de los sistemas, instituciones o espacios, es necesario desafiar y sobrepasar los cánones, suposiciones y reglas tradicionales.
Su incorporación a cualquier espacio no ha ocurrido sin la modificación del sistema del piso pegajoso y el techo de cristal, lo que implica cambios en sus reglas, rituales y convenciones. En el lenguaje, nombrarlas y hacerlas presentes a través del habla y la escritura las visibiliza, rompe con el sistema establecido y les permite caber. Esta propuesta no me incomoda para nada y me hace pensar dos voces lo que mi voz emite.
Hasta la próxima entrega.
@brendamargotms
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