México con mirada de mujer

octubre 20, 2024
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MEXICO CON MIRADA DE MUJER
EL COAHUILENSE

Por Lilia E. Cárdenas Treviño*

El 1 de octubre de 2024 fue un día muy significativo para los mexicanos: iniciamos un periodo de la vida pública en nuestro país con mirada de mujer. Como creo que sucedió en millones de compatriotas, sentí una íntima emoción cuando la gran economista Ifigenia Martínez hizo el traspaso de la banda presidencial a Claudia Sheinbaum. 

En su vibrante discurso ante diputados e invitados todo estaba medido: no sobraban palabras, sobre todo cuando dijo: “No llego sola, llegamos todas”. He de confesar que mis ojos se convirtieron en un par de acequias semejantes a las de mi querido Parras, Coahuila, por donde La Llorona vagaba por las noches buscando a sus hijos.

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A partir de ahora La Llorona dejará de vagar, pues es el inicio de la dignidad de la mujer. La indígena, llamada Luisa, se enamora de don Nuño de Montes Claros, que la abandona; ella, en venganza, mata a los tres hijos que tuvieron. En esta versión, la Medea mexicana es colgada o quemada. Y de pilón se la pone a vagar, como toda alma en pena, para ponerle a los mortales los pelos de punta. La mujer puede ser una indígena, una española o una mestiza. Ella resulta, como en el último rollo de las películas del Cine de Oro mexicano, la violada, ultrajada, castigada y repudiada, ya sea en la vida real o en la leyenda, desde hace más de 500 años.  

Diego de Montemayor, el refundador de Monterrey, asesina a su joven esposa en un arrebato de celos y de su honor manchado, mientras que a su amante (el capitán Alberto del Canto) lo premia dándole a su hija por esposa. Otro tanto ocurre con el hacendado marqués de Aguayo, en el ahora municipio de General Cepeda, Coahuila. La historia y el mito los dejan impunes. Las mujeres pueden quedar en condición de homicidas, pero su honor no queda manchado, pues parece que no tienen. Los feminicidios, hasta nuestros días, siguen siendo materia de impunidad. La magnífica artista plástica Helen Bickham, avecindada en México y recientemente fallecida, decía: “Existe la idea de que la mujer es susceptible de ser violada o maltratada, por el solo hecho de no gozar de la protección de los hombres”. Esta conclusión la sacó de su experiencia artística: una parte de su obra tuvo como tema a las llamadas “muertas de Juárez”. 

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En la actitud de desvalorar a la mujer, como lo estamos escuchando con una frecuencia ofensiva en relación con la nueva presidenta, un líder de los actores, metido a chistoso, se alcanzó la estúpida idea de considerar que ahora “vamos a tener a una ama de casa, en la Presidencia de la República”. La misoginia y la carga de desprecio que encierra, para quien lo ignore, no es sino una expresión, bien de impotencia, bien de una secreta confusión de género.

En los movimientos históricos que antes ha experimentado México –la Independencia, la Reforma, la Revolución–, las mujeres hemos luchado y no se nos ha reconocido plenamente nuestra participación. A las mujeres se nos ha relacionado normalmente como dependientes de los protagonistas, siempre hombres. Esta historia se tiene que reescribir, pero ahora con la 4T, y como dijo nuestra presidenta, con una visión inclusiva. Basta de cosificarnos. Por fin el cargo de mayor jerarquía política en México se escribe con “a”: presidenta.

Durante la ceremonia del bastón de cedro rojo, previamente purificado, que simboliza la trasmisión del poder político y espiritual, también fue muy edificante ver a esas mujeres de los 70 pueblos originarios y afromexicanos, unidas en una sola corriente de energía, entre copal y hierbas sagradas, en un ritual para apoyar y proteger a la presidenta. Fue una experiencia inolvidable para mí, y seguro para muchas y muchos, escuchar las diversas lenguas ancestrales de nuestro pueblo, un pueblo pluricultural, multilingüe y multiétnico. Ese momento nos dio una dimensión de pertenencia a una nación de proyección universal: México, que significa Ombligo del Mundo.

Los cien puntos de compromiso fueron muy claros: el pueblo recupera la voz, el humanismo mexicano entraña la esencia de los pueblos originarios, su resistencia y sus luchas a lo largo de la historia de nuestro país.

Gracias a la lucha de las mujeres, la inclusión forjada en el crisol de la Igualdad, la Libertad y la Fraternidad, las luchas sociales, las olas feministas, las de género y diversidad vislumbran la posibilidad de que el pueblo mexicano recupere cabalmente su dignidad histórica y social. 

Pero no sólo eso, sino también que nuestro pueblo mantenga un absolutamente necesario estado de memoria viva. No son pocos los que quieren que olvidemos los actos sangrientos del pasado, que los inculpan, al menos por vía de la complicidad. Y esto fue la gran señal de nuestra presidenta el 2 de octubre, para que la represión y la masacre de 1968, ordenada por el presidente Díaz Ordaz, no se vuelvan a repetir. No a iniciativa y bajo la responsabilidad del gobierno.

*Primera presidenta de Casa de Coahuila en 66 años.

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