Por Mtra. Lilia Cárdenas Treviño
Sarah Jiménez nació en Piedras Negras, Coahuila, el 3 de febrero de 1927. Sus primeros años los pasó en Piedras Negras. Vivía cerca del Río Bravo. La familia se trasladó a Córdoba, Veracruz, donde estudió la primaria y la secundaria en la escuela de artes y oficios.
Su padre fue José Guadalupe Jiménez, médico militar del ferrocarril y partícipe de la Revolución Mexicana. Fue el galeno que brindó los primeros auxilios a Álvaro Obregón cuando le amputaron el brazo.
José Guadalupe conoció a Sarah Vernis en un tren durante la Revolución. Tuvieron siete hijos: Alfonso, Alberto, Guadalupe, Concepción, Mario, Sarah y la menor Ofelia Espallargas, fotógrafa profesional.
«MI PINTORA DE OLLITAS«
A Sarah le nació el gusto por el dibujo durante la secundaria en Córdoba. Su padre cariñosamente le llamaba “mi pintora de ollitas”.
También estudiaba piano. Su padre era muy noble y altruista y su madre amorosa, pero de carácter fuerte. Ambos forjaron su personalidad.
En 1947 se trasladó a la Ciudad de México a vivir con su tía Amelia y su abuela paterna Dolores Arias Caballero. Primero ingresó a una escuela de comercio; después, a la escuela de arte La Esmeralda, donde estudió hasta 1957. Ahí terminó la carrera de pintura y escultura, especializándose en pintura y grabado. Sus maestros fueron Nefero, Santos Balmori, Isidoro Ocampo, Castro Pacheco, Erasto Cortés, Agustín Lazo, Arturo Estrada y Raúl Anguiano. Este último le encargó la responsabilidad de impartir su clase cuando se fue a Europa. Tuvo como compañeros a Ignacio Aguirre, Luis Arenal, Alberto Beltrán, Ángel Bracho, Arturo García Bustos, Javier Guerrero, Leopoldo Méndez y su gran amiga Andrea Gómez, entre otros.
Cuando era estudiante de La Esmeralda iba al cerro del Chiquihuite a dibujar con el maestro Luis Nishizawa Flores y su esposa Andrea.
“¡Desde allí se veía maravillosa la ciudad de México!”, recuerda. Hacían apuntes de sus viajes que posteriormente volcaban en una gráfica.
En 1954, cuando aún era estudiante, participó en la realización del mural en la Escuela Belisario Domínguez. Le correspondió la escena en que debía plasmar a un muerto de la Revolución Mexicana. Ironía del destino: cuando estaba en pleno trabajo le avisaron que su padre había fallecido. Con gran dolor, sin poder evitar trasladar la imagen de su padre recién fallecido, siguió pintando para después marchar al funeral a Córdoba, Veracruz.
“IZQUIERDA CONCENTRADA”
Fue miembro activo del Taller de la Gráfica Popular (TGP) en sus mejores años. Ingresó en 1957 junto con su inseparable amigo Adolfo Quintero, con quien compartió posteriormente el taller que les dejó O’Higgins, quien influyó en su trabajo, al igual que Leopoldo Méndez, director, administrador e ideólogo del Taller. En ese mismo año ingresó al Salón de la Plástica, cuando los miembros del TPG se afiliaron en el bloque.
En 1967, poco antes de morir, Leopoldo Méndez decidió abandonar el TGP debido a las divisiones internas que trastocaron la armonía del grupo.
Para ella “México necesita tener un grupo como el que hubo allí, porque ya no se defienden las causas populares”. Añora el taller de esos tiempos: “Nosotros nos comprometíamos por las causas populares o sociales, como la alfabetización”. Y declara: “Nunca pertenecí a ningún partido, aunque éramos de izquierda concentrada”.
Cuando dejó el TGP inició su período en la docencia, primero en la Escuela de Iniciación Artística número 1 del INBA y después en La Casa del Lago, cuando ésta pertenecía al INBA. Se jubiló en 1989, aunque siguió inmersa en el ambiente artístico y cultural de la época.
Ha participado en numerosas exposiciones colectivas, tanto en el país como en el extranjero. Entre ellas destacan: Bienales de Liubliana, Yugoslavia (1957); Casa de las Américas, en la Habana (1960); Bienal de Chile (1965); Segunda Trienal de Xilografía Contemporánea, Pio de Capri, Italia (1972); y el homenaje colectivo a Leopoldo Méndez. En 1967 y 1974 Bellas Artes la invitó a la entonces Unión Soviética. Fue responsable y portadora del mural transportable de Leopoldo Méndez.
Recorrer los grabados hechos por Sarah Jiménez –los cuales se encuentran en distintos museos del mundo– es realizar un paseo histórico por acontecimientos políticos, sociales y costumbristas de México. Lo mismo se ve a Zapata, Lucrecia Toriz y Juárez que a los obreros, las luchas campesinas, los henequeneros, las calaveras… Todo México plasmado en su obra.
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