Por Kristel Reyes
A sus 52 años Jesús Flores Dávila es un nombre reconocido en la industria del mueble en Saltillo, donde ha dirigido Muebles D´Luxe durante más de tres décadas. Este negocio familiar, que ha pasado de generación en generación, no sólo ha consolidado su lugar en el corazón de la ciudad, sino que también refleja la pasión y dedicación de sus fundadores.
Pero la historia de Jesús va más allá de su éxito empresarial. Es un ferviente amante del atletismo y un firme defensor de la inclusión en el deporte, siempre buscando maneras de apoyar a su comunidad.
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La trayectoria de Jesús en el mundo del mueble se inició gracias a sus padres, quienes fundaron el negocio en la calle Matamoros. Posteriormente, él construyó la actual sede en la calle Juárez estableciéndose como un referente en la zona centro de Saltillo. Pese a su éxito en el ámbito empresarial, su verdadera pasión reside en el deporte, especialmente en la práctica del running, actividad que tuvo que abandonar recientemente tras una operación de cadera.
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En 2009 Jesús decidió celebrar sus primeras 100 carreras con una fiesta, pero un amigo le sugirió organizar una carrera en honor a su trayectoria. Así nació la “Carrera Chuy Flores”, que comenzó como un evento íntimo para amigos y familiares, pero que tras su exitosa segunda edición se transformó en una celebración anual abierta al público.
Activismo
Desde el inicio de su carrera Jesús se ha comprometido a incluir a corredores con discapacidad visual, una experiencia que le ha enseñado lecciones valiosas sobre la vida. “Uno piensa que va a guiarlos, pero en realidad son ellos quienes te enseñan a enfrentar la vida con valentía. Aprendí que es fundamental crear espacios donde todos puedan participar en igualdad de condiciones”, comenta.
Al identificar la falta de reconocimiento para corredores con discapacidades en muchos eventos, Jesús decidió implementar categorías específicas en la “Carrera Chuy Flores” para premiar y reconocer a estos valientes atletas.
“Me di cuenta de que en muchas carreras no se les otorgaba un premio a los corredores invidentes o a quienes utilizan sillas de ruedas, así que decidimos crear categorías específicas para honrarlos”.
Para la próxima edición de la justa, Jesús también ha anunciado la inclusión de una nueva modalidad de caminata de tres kilómetros asegurando que todos puedan participar.
Sin fines de lucro
La “Carrera Chuy Flores” es un evento que sólo cobra una cuota simbólica de 40 pesos, destinada únicamente a cubrir el costo de las medallas para los participantes. Las primeras dos ediciones fueron gratuitas, pero a medida que más personas se unieron a la celebración se decidió implementar una cuota mínima que se ha mantenido hasta el día de hoy.
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Jesús destaca que la organización del evento depende del apoyo de su familia y amigos, quienes colaboran de todo corazón para hacer posible cada edición. “Pese a que la carrera lleva mi nombre, hay decenas de personas detrás de su desarrollo”.
Sonrisas al estadio
Más allá de su labor en el deporte, Jesús es un apasionado aficionado de los Rayados de Monterrey. A raíz de una experiencia personal, decidió impulsar la iniciativa “Llevando Sonrisas al Estadio”, que busca compartir la emoción de un partido con niños de bajos recursos que nunca han tenido la oportunidad de asistir a un encuentro.
“Todo comenzó cuando llevé a una persona al estadio y vi la emoción que le causó. Así surgió la idea de llevar a niños de familias con dificultades económicas, aquellos con buenas calificaciones o que provenían del Teletón para que vivieran la emoción de un partido”, relata Jesús. Mediante esta iniciativa se busca que los niños asistan al estadio acompañados de un familiar, asegurando que la experiencia sea inolvidable.
Actualmente el programa se encuentra en pausa debido a su operación de cadera, pero Jesús espera retomar pronto sus tareas. “Ver la felicidad de un niño que nunca ha ido al estadio no tiene precio”, dice.
Para Jesús Flores Dávila, el verdadero éxito radica en encontrar un equilibrio entre el trabajo, la diversión y compartir con los demás. “Hay que compartir lo que tenemos porque al hacerlo recibimos aún más. Ver la emoción de un niño o el agradecimiento de un corredor al cruzar la meta es lo que realmente llena el corazón”, concluye.
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