Redacción El Coahuilense
Por Karla Patricia Valdés
El suicidio no es un tema fácil de abordar. Socialmente aún persisten muchos tabús, miedos y mitos sobre el tema. Y si abordar un suicidio es complicado, el conocer de un niño o niña que murió por esta causa, lo es aún más.
Los suicidios infantiles nos alarman y conmueven. Supondríamos que la infancia es una etapa de alegría, de falta de preocupaciones importantes, una etapa en la que los menores de edad se encuentran bajo el cuidado y apoyo de sus redes familiares, académicas e incluso sociales. Sin embargo, esta no es la realidad para muchos niños y adolescentes de nuestro país.
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Hoy en día muchos más menores de edad de los que podemos imaginar enfrentan diariamente y sin importar en dónde vivan un constante transitar por uno de los lugares más peligrosos del mundo: el internet. En este espacio los más pequeños pueden encontrar violencia, agresiones sexuales, extorsiones, pornografía infantil, exposición a situaciones o información que pueden no saber cómo procesar, y en muchos casos esto sucede sin la supervisión de adultos.
Además, en su vida “real” hay drogas que cada día son más accesibles y peligrosas; el bullying está en vecindarios, escuelas, redes sociales y en espacios familiares; la soledad puede ser abrumadora y estar presente aún con adultos estando cerca, pues no los perciben como un soporte o apoyo.
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Tenemos cada vez más infancias diagnosticadas y medicadas por enfermedades mentales como depresión, ansiedad, déficit de atención, hiperactividad e incluso trastornos psicóticos.
Es relevante clarificar que el avance de las ciencias de la salud mental es de suma importancia, pero sin dejar de ser críticos y analíticos al señalar que aún falta mucho por hacer: la simple identificación de problemáticas emocionales en menores de edad es insuficiente y la atención especializada no necesariamente da los resultados esperados; sobre todo, este avance científico no se ha visto reflejado en la disminución de la cifra de suicidios en menores de edad.
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¿Y qué pasa con los padres? En muchos casos pueden verse estigmatizados, juzgados, señalados, aislados de la ayuda que necesitan ante la pérdida tan compleja, donde entre dudas y dolor a veces tienen que mantenerse fuertes por y para otros hijos, para apoyar a su pareja, familia o lograr contenerse a sí mismos.
En muchos casos como espectadores externos puede resultar sencillo culpar a los progenitores, sin reconocer el contexto, realidad, necesidades y carencias que como sociedad tenemos.
Todas estas situaciones inciden directa o indirectamente en las fallas en el tema de la prevención del suicidio.
Revisiones sistemáticas de estudios en todo el mundo han encontrado entre niños, niñas y preadolescentes porcentajes de prevalencia de pensamientos suicidas de 7.5% a 15.1%, intentos de suicidio de 1.3% a 2.6% y autolesiones no suicidas de 6.2% a 21.9% (Geoffroy et al., 2022; Liu et al., 2022).
Además, investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública y del Instituto Nacional de Psiquiatría han resaltado la importancia de establecer medidas de prevención del suicidio en jóvenes como una prioridad en la agenda nacional de salud (Valdez-Santiago et al., 2023), pero tal vez se están quedando un poco cortos en sus recomendaciones y se requiere empezar estos esfuerzos antes con los niños de nuestro país.
En México el Instituto Nacional de Estadística y Geografía establece el rango de edad más bajo para reportar suicidios de 10 a 14 años, pero ¿qué pasa con los niños de nueve, siete y hasta seis años, cuyos casos se han dado a conocer en medios de comunicación? Explicarlo sólo pensando que por su corta edad no entienden la irreversibilidad de la muerte es una manera simplista, ingenua y poco responsable de abordar una problemática que día a día crece en el mundo y que, al no tener un seguimiento de estos casos, nos afecta pues ¿cómo podemos visualizar y atender un problema que no conocemos?
En definitiva, en México y en todo el mundo las conductas suicidas en la infancia han sido insuficientemente estudiadas y requieren atención para su prevención, se requiere de más investigaciones y conocimientos sobre el suicidio infantil, el desarrollo e implementación de estrategias preventivas efectivas y apropiadas para esta etapa del desarrollo.
Pensarlo como una responsabilidad única del núcleo familiar tampoco serviría de mucho, pues se requiere el compromiso de todos: desde los organismos de gobierno, las autoridades educativas, el sector salud, los responsables de la seguridad, el desarrollo integral y, por supuesto, de la sociedad en general. Las muertes por suicido son prevenibles y aportar en la prevención de las mismas es tarea de todos.
* Psicoterapeuta y suicidóloga. Coordinadora general de Vinculación e Innovación de la UAdeC. Exdirectora de la Facultad de Psicología de esa casa de estudios. Miembro de las Redes de Investigación y Asociaciones de Psicología y Suicidio en México.
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