Por Valeria López Luévanos
La marcha convocada por el presidente de la República el pasado 27 de noviembre con el propósito de apuntalar su reforma electoral y en respuesta a la manifestación realizada en defensa del INE, a la que él cataloga como conservadora y fifí, es un sinsentido.
Seguramente muchas y muchos de nosotros nos sorprendimos con la cantidad de personas que salieron a marchar el domingo 13.
Estoy segura de que ni el mismo presidente se lo esperaba y por eso la respuesta torpe de convocar su propia manifestación de apoyo.
Esta convocatoria corresponde a un capricho soberbio para demostrar quién puede sacar más gente a las calles. Algo que desde mi punto de vista no tiene mucho mérito. Él es el presidente, no debería caer en la trampa de jugar a ver quién puede más. Hay quienes querrán y se aferrarán a la idea de defenderla como una movilización espontánea hecha por el pueblo bueno que apoya la reforma electoral. Pero sabemos que no es así.
Desde el poder se acusa a la derecha del acarreo masivo. Pero la estrategia del gobierno federal no es distinta, hubo acarreo, sin duda, y los primeros llamados fueron dados a las y los servidores de la nación por parte de los delegados federales en los estados, como se ha hecho anteriormente. Y ahora que estamos en tiempos electorales en Coahuila y en el Estado de México, a cada precandidato, en cada territorio, se le solicitó una movilización “espontánea”, al igual que a diputados, diputadas, senadores y senadoras. De todos los estados salieron autobuses con manifestantes para llenar la plancha del Zócalo. Se estacionaron a partir de la calle Morelos, procurando no llegar a Juárez, para que no se vieran tan feos, como si Morena fuera todavía ese movimiento social que luchaba por la transformación y no el partido en el poder, con recursos y dientes.
¿Qué sentido real tiene acudir a una marcha que encabeza el Ejecutivo? Podrán también argumentar que da legitimidad, pero es el presidente quien tiene el poder, lo ha demostrado más de una vez; lo mismo sucede todavía con el respaldo popular, aunque la decepción sigue creciendo en quienes votamos por un cambio y acompañamos la creación de Morena desde sus inicios, antes de que fuera partido.
Precisamente, este tipo de manotazos innecesarios del poder permiten darnos cuenta que el gobierno federal se niega a ver el desencanto que existe en un sector cada vez más grande de la población. Si bien hay muchos personajes de la vida pública de nuestro país que son detestables y que participaron en la manifestación a favor del INE, también hay ciudadanos y ciudadanas que ejercieron su derecho a la libre manifestación y que no deberían ser desacreditados y condenados.
La mala estrategia del mandatario de convocar a marchar nos hace preguntarnos ¿Quién está gobernando mientras el presidente está ocupado en demostrar a lo que él llama el bloque conservador que puede sacar más gente a las calles?. Y me recuerda también una frase de la serie Juego de Tronos. Cuando Joffrey, rey en turno, es sacado de sus casillas y vocifera “¡Yo soy el rey!”, su abuelo, la mano, el consejero del rey, le contesta: “Cualquier hombre que debe decir ‘yo soy el rey’, no es un verdadero rey”.
Perder el control ante la pérdida de narrativa no se ve bien, salvo para una muy reducida minoría identitaria.
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