Por Diego García & Gonzalo Villanueva // CEDIL
Recientemente la ciudad de Saltillo ha sido testigo de una serie de accidentes viales que han tenido consecuencias fatales. Estos eventos no sólo conmocionan a la comunidad, sino que también nos obligan a reflexionar sobre el diseño urbano y la manera en que nuestras ciudades están pensadas y construidas.
Saltillo parece priorizar la movilidad en automóvil dejando de lado a peatones, ciclistas y otros actores clave en la dinámica urbana.
El Reglamento de Tránsito y Transporte para el Municipio de Saltillo, Coahuila de Zaragoza, establece que los peatones tienen paso preferencial y que hay zonas en las que tiene que respetarse un límite de velocidad por la seguridad de las personas, tanto peatones como automovilistas. Sin embargo, esta preferencia parece quedarse en el papel.
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En la práctica, las calles y avenidas de la ciudad cuentan una historia distinta, una donde las personas están en un plano secundario, en un papel vulnerable y frecuentemente ignorado.
La falta de infraestructura adecuada para quienes caminan o utilizan medios de transporte no motorizados, además de las avenidas que parecieran invitar al exceso de velocidad, no sólo ponen en riesgo nuestras vidas, sino que también reflejan una visión limitada y excluyente del espacio público.
En Saltillo las avenidas principales están diseñadas para favorecer la fluidez del cada vez mayor tránsito vehicular, pero a menudo lo hacen a expensas de la seguridad de las personas. Cruceros mal señalizados, pasos peatonales elevados que sólo benefician al automóvil y semáforos que no consideran los tiempos necesarios para cruzar son una constante. Esto perpetúa una dinámica donde los vehículos tienen prioridad real, sin importar lo que diga el reglamento.
Dimensiones de la tragedia
Los datos oficiales refuerzan esta problemática. Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indican que los accidentes de tránsito representan una preocupación creciente en Coahuila, especialmente en Saltillo. En 2023 se registró el mayor número de víctimas de homicidio culposo en accidentes viales de los últimos seis años en Coahuila.
Las lesiones culposas también muestran una tendencia al alza: de 913 víctimas en 2021, la cifra subió a mil 168 en 2022 y a mil 227 en 2023. Con los datos disponibles hasta octubre de 2024, ya se contabilizan mil 436 víctimas, lo que anticipa un nuevo récord al cierre del año.
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En la Zona Metropolitana de Saltillo (ZMS) la tasa de homicidios culposos en accidentes de tránsito (10.05 por cada 100 mil habitantes) es casi el doble que en la Zona Metropolitana de La Laguna (5.22).
En términos absolutos, la ZMS registra 112 carpetas de investigación por homicidio culposo frente a 81 en la ZML, cifras que evidencian la gravedad de la situación.
Un modelo insostenible
El diseño urbano de Saltillo refleja una dependencia excesiva del automóvil. Las distancias entre zonas residenciales e industriales son amplias y las rutas de transporte público son poco eficientes. Esta configuración obliga a muchas personas a usar vehículos privados, incluso para trayectos cortos, aumentando el tráfico y, con ello, los riesgos de accidentes viales.
Además, la cultura vial de la ciudad gira en torno de conductas imprudentes. En Saltillo, como en muchas otras ciudades mexicanas, prevalece una mentalidad de inmediatez y hedonismo, lo cual se suma el desconocimiento de las normas de tránsito y la tendencia a ignorar la prioridad de peatones y ciclistas.
El impacto social y ambiental
La situación en Saltillo no es única, pero refleja una problemática más amplia sobre cómo entendemos y construimos nuestras ciudades. En el contexto de un mundo donde la sostenibilidad y la calidad de vida se han convertido en prioridades globales, es alarmante ver cómo seguimos diseñando espacios urbanos que sostienen un modelo insostenible y excluyente. Este modelo no sólo afecta a los peatones y ciclistas, sino que también tiene un impacto ambiental significativo. La alta dependencia del automóvil contribuye al aumento de emisiones contaminantes, al ruido y a la degradación de la calidad del aire en la ciudad.
La falta de espacios públicos accesibles y seguros para todas las personas limita la vida comunitaria y perpetúa desigualdades sociales. Los sectores más vulnerables como las infancias, las personas mayores y quienes no pueden permitirse un automóvil son los más afectados por este diseño urbano excluyente.
Asimismo, es crucial fomentar una cultura vial basada en el respeto y empatía. Las autoridades deben ser firmes en garantizar que los conductores respeten los derechos de los peatones y de sí mismos, pues también ponen en riesgo sus propias vidas.
Desde el CEDIL hacemos un llamado para que se realice un exhaustivo estudio conjunto, que considere la densidad, la intensidad y la velocidad del tráfico. De esa manera se pueden proporcionar herramientas valiosas para diseñar políticas de movilidad sostenible en Saltillo. Esto no sólo mejoraría la calidad de vida de los habitantes, sino que también contribuiría a reducir los accidentes viales y a promover un uso más eficiente y equitativo del espacio público.
Un cambio necesario
En última instancia el desafío en Saltillo no es sólo técnico o administrativo, sino profundamente cultural. Se trata de cambiar nuestra visión del espacio público para reconocer que las calles no son sólo para los automóviles, sino para todas las personas. Esta transformación requiere voluntad política, inversión adecuada y, sobre todo, una ciudadanía que exija y participe en la construcción de una ciudad más justa y habitable, pues en las manos de todas y todos está convertir a Saltillo en un espacio donde a cada persona se le garantice su movilidad segura.
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