En Coahuila los migrantes buscan madrugar a Donald Trump

enero 17, 2025
minutos de lectura

Por Valeria Cämun

“A nadie le gusta pasar hambre ni frío, ni ser insultado ni mendigar, ni ser perseguido por perros ni por policías ni por la gente que nos ve como invasores. Nadie quiere exponer a sus hijos a largas caminatas ni a cruzar el río o el desierto, o a huir de las balas o a subirse a la bestia; nadie quiere dejar su país ni su casa, claro que no, pero lo tienes que hacer: te vas cuando tu país y tu casa no te dejan quedarte más”.

Son las palabras de Edson, un salvadoreño que llegó hace un mes a la Casa del Migrante de Saltillo y está a la espera, como otras 140 personas, de cruzar la frontera. Todos ellos buscan pasar desesperadamente antes de que Donald Trump asuma la Presidencia de Estados Unidos y empiece la anunciada persecución y deportación masiva. 

El tiempo avanza y las amenazas se intensifican, el republicano arrecia sus señalamientos contra ellos, pero los migrantes no retroceden, están decididos a llegar a Estados Unidos.

“No nos entienden porque ellos tienen su casa, su trabajo, seguridad, no hay pandillas prendiendo fuego a los vehículos, ni disparos a medianoche, ni los maras respirándote en la nuca para que les des el poco dinero que tienes, o te matan a tu hija; no nos entienden y ni queremos que lo hagan, sólo que nos dejen transitar, somos humanos… pero a veces se les olvida”. 

Edson tiene 37 años, es profesor, viaja con su esposa y dos hijos (de 12 y siete años). 

“Los salarios son de risa y la violencia te orillan a esto (migrar)”, dice entre el coraje y la resignación que le forma un nudo en la garganta. “Yo no quería dejar a mis viejos (sus padres), me partí el lomo trabajando para estudiar, soy maestro…”.

El director de la Casa del Migrante, Alberto Xicoténcatl Carrasco, afirma que el flujo migratorio se incrementó considerablemente de diciembre a la fecha debido a que Trump tomará posesión el 20 de enero próximo. 

“No tenemos muy claro lo que va a suceder, el futuro presidente Trump ha hecho varias declaraciones sobre detenciones masivas, deportaciones, evitar el ingreso, presionar a México para evitar el flujo de migrantes, pero eso todavía tiene que concretarse en política pública, a ver qué instituciones lo van a asumir, qué tipo de acciones van a desarrollar, cómo las van a desarrollar”, explica. 

Por eso Xicoténcatl Carrasco recomienda mantener la calma y observar los acontecimientos recordando que con cada cambio de administración las tensiones en el tema migratorio recrudecen. 

Pero la incertidumbre se percibe en el ambiente. A menos un grado centígrado los migrantes buscan chamarras y suéteres entre bolsas de ropa, el frío entume el ánimo y nubla la esperanza.

“Se les advierte que en el norte hace frío, pero la gente no dimensiona cómo se siente este frío y lo que significa para su salud”, dice Xicoténcatl. “La gente está sufriendo mucho por las bajas temperaturas. Sin embargo, la temperatura no es en este momento un factor de toma de decisiones. Entre sus prioridades el frío es lo menos importante”. 

Deportado por media cerveza

Un par de niños corre por el área de juegos, se suben a los columpios y al resbaladero, ajenos a las preocupaciones que invaden a los habitantes de la Casa del Migrante. 

En el patio un hombre de unos 30 años acomoda una silla al lado de un tomacorriente mientras carga su celular; textea con rapidez y luego espera con impaciencia; se muerde las uñas de la mano derecha y con la izquierda sostiene el aparato sin dejar de observarlo. 

Rechaza una entrevista, está nervioso. “Estoy esperando una respuesta muy importante”, dice. 

Un grupo de varios hombres y mujeres, más que platicar, planea tácticas y estrategias. Se desintegra con la presencia extraña, se aleja despacio, sólo uno de ellos se anima a hablar con la condición de no dar su nombre ni ser fotografiado. 

“Yo era residente en Estados Unidos. Desafortunadamente me metí a tomar una cerveza a la playa y por la mitad de una cerveza me quitaron la residencia. Así de fácil, y como uno no tiene el conocimiento de cómo pelear un caso, o cómo enfrentarse a esas políticas, uno se deja llevar y acepta lo que no debería de aceptar. El estadunidense siempre busca cualquier detalle para perjudicarte”, asegura este migrante guatemalteco. 

Vivía en California cuando se puso demasiado cómodo, cuando pensó que podía sentirse en casa, y entonces, lo deportaron. 

“Tengo 44 años, tengo una familia, tengo esposa y tres hijos, y no tengo un hogar”. 

“Soy libre…”

La Casa del Migrante de Saltillo tiene 23 años de operación. Brinda hospedaje, alimentación, ropa, artículos de higiene personal, atención médica, asesoría legal y defensoría en Derechos Humanos a personas en tránsito que lo solicitan, quienes tienen que seguir un reglamento básico para la sana convivencia, pero no todos desean hacerlo. 

Xicoténcatl Carrasco explica que entre las reglas está no agredir a los demás habitantes, no ingresar bebidas alcohólicas o en estado de ebriedad ni bajo el efecto de algún tipo de droga; tampoco ingresar con cuchillos o navajas, respetar el horario de dormir y levantarse, así como limpiar su espacio personal. 

“Desde hace dos semanas un grupo de personas instaló un campamento afuera de la Casa, sí hay espacio, pero son personas que no han querido entrar porque no quieren seguir las reglas”, lamenta. 

“Ayer llegó una familia y fue la señora, la esposa, la que tomó la decisión de no ingresar diciendo que ella no va a recibir órdenes de nadie, y en ese momento empezó a armar una casita con unas colchas que llevaban, y ahí pasaron la noche; son respuestas que respetamos, pero no entendemos.

“Lamentamos mucho que esto suceda porque crean mucha incomodidad en la comunidad, específicamente en los vecinos porque es la calle y no hay baños, no hay dónde asearse. Ahí tiran la basura, ahí hacen sus necesidades, es un tema muy delicado, pero no podemos hacer más”, expone Alberto Xicoténcatl.

Afuera, la señora sacude con ímpetu una cobija. Coloca el tendido mientras su pareja acomoda el hule que los protege de la lluvia. Está enojada, pero no por un mal día, sino por el resentimiento acumulado en una vida.

“Soy libre, yo no estoy mendigando, yo exijo una oportunidad, la exijo porque la merezco, soy una persona igual que tú y que él y que ella y que todos; en todos lados me quieren pedir cosas, a mí que no tengo nada, y si quiero llegar a dormirme y a no barrer, y a tomar o a comer, lo voy a hacer, así tenga que dormirme aquí afuera, así tenga que cagar aquí afuera. 

“Ellos (los vecinos) no lo ven, pero son igual de malos que el Trump, nos quieren echar igual que él, pero ya basta, ya, yo también quiero un lugar para correr a los que no quiera, y por mientras éste es mi lugar, este pedazo de banqueta es mío”. 

Mientras, la tensión entre México y Estados Unidos aumenta. La presidenta Claudia Sheinbaum revira las amenazas de Trump, quien vuelve a subir su popularidad de manera insólita al tiempo que un Nicolás Maduro pisotea la democracia en Venezuela y una ola de sus ciudadanos se prepara para huir de su país.

TE RECOMENDAMOS LEER: 

Síguenos en

Versión impresa

Don't Miss