EUA usa el T-MEC para imponer maíz transgénico

diciembre 12, 2022
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Ciudad de México.– A través del T-MEC, el Gobierno de Estados Unidos impuso a México hasta 2025 la venta de maíz amarillo transgénico –contaminado con glifosato– que ni siquiera su población quiere por los daños a la salud que se han evidenciado durante los juicios derivados de miles de demandas. Pero lo hace como parte de la ambición de empresas como Bayer-Monsanto de controlar las semillas y la alimentación del mundo, alertó Cristina Barros, investigadora sobre alimentación y miembro de Sin Maíz no hay País.

Actualmente, la producción mexicana de maíz blanco para tortillas es autosuficiente, pero se sigue dependiendo de la importación de maíz amarillo para el alimento del ganado. En el ciclo octubre 2021-2022, se produjeron 3 mil 183 toneladas y se importaron 16 mil toneladas de maíz amarillo, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura. Sin embargo, como el maíz amarillo que nos exportan estados graneros como Iowa o Illinois es transgénico, el gobierno mexicano planteó prohibir su importación rumbo a 2024 por daños a la salud y en defensa de la biodiversidad de maíces nativos, y del patrimonio biocultural.

Ante la advertencia estadounidense de apelar al T-MEC por los daños económicos a sus agricultores que implicaría esta política interna, la Secretaria de Economía Raquel Buenrostro viajó a Washington para negociar. Este miércoles informó que México ofreció a Estados Unidos ajustar el decreto presidencial para extender hasta 2025 el plazo para iniciar con la prohibición del maíz amarillo genéticamente modificado.

“Nos dicen que debemos de comprar un maíz que su población está rechazando. Estados Unidos podría producir maíz amarillo híbrido (no genéticamente modificado), que es igual de productivo. No lo hacen porque lo que quisieran empresas multimillonarias como Bayer-Monsanto es apoderarse de las semillas del mundo y tener en un puño la alimentación del mundo; lo que no es ético”, dijo Barros en entrevista, en el marco de la advertencia de la administración de Joe Biden y mientras el Conacyt concreta las alternativas al uso del herbicida glifosato, potencialmente cancerígeno, con bioinsumos y técnicas de agroecología.

En 2015, existían las “Bix Six”, empresas de EU, Europa y Asia que controlan el mercado de plaguicidas y semillas transgénicas resistentes a plagas. Pero entre 2017 y 2018 se fusionaron: Dow Chemical (EU) y Dupont (EU); ChemChyna (China) con Syngenta (Suiza) y Bayer (Alemania) con Monsanto (EU), lo que estableció el nuevo orden del mercado agroquímico.

“EU ahorita tienen miles de demandas en contra de Bayer-Monsanto y algunos juicios ya se han ganado, lo que dio pie a que México plantee modificar su posición respecto a lo que se planteó en los inicios del T-MEC. México está en su derecho, lo mismo haría Estados Unidos con una exportación nuestra de algún producto que considerara que no funciona para su población”, comentó.

De hecho, enfatizó, el mismo Secretario de Agricultura de EU, Tom Vilsack, que apenas se reunió con el Presidente Andrés Manuel López Obrador por la prohibición de maíz transgénico, dijo que dos terceras partes de los estadounidenses por la COVID-19 tenía obesidad, diabetes o hipertensión, enfermedades asociadas con una mala alimentación.

Barros, impulsora de la Casa del Maíz en el Complejo Cultural Los Pinos, explicó que el oligopolio de la agroquímica patentó las semillas originales de maíz, soya o arroz –que hace milenios domesticaron los diferentes pueblos del mundo– al modificarlas genéticamente y hacernos dependientes a ellas. En el caso de las semillas transgénicas del maíz, base de la alimentación mexicana, ponen en riesgo la biodiversidad de nuestros maíces nativos que crecen en diversos climas y altitudes.

“Nos atan completamente a esas semillas porque son de una sola cosecha, entonces a la siguiente uno tiene que comprar de nuevo las semillas, no es como se ha hecho siempre que hay un libre intercambio de semillas”, dijo. “Ellos no quieren perder ese negocio, representa para Estados Unidos ingresos en miles de millones de dólares”.

Además, cuando el polen de los cultivos transgénicos contaminan a los maíces nativos, va acabando con su biodiversidad que es fundamental para los usos particulares en la cocina y que permite cosechas en los distintos climas. Recordó que ya se halló una afectación así con maíces nativos en Oaxaca y con el polen de la soya transgénica en Campeche que –trasladado por abejas– contaminó la apicultura en la Península de Yucatán.

“No contaríamos con toda esta gama que ahorita nos permite sembrar maíz en la Península de Yucatán, en las altitudes de la sierra Tarahumara, en zonas húmedas de la selva tropical o en áreas semiáridas como el Valle del Mezquital. Para todos esos climas, suelos y altitudes, tenemos maíces. Con la contaminación transgénica, esta biodiversidad se acaba”, alertó Barros.

ALTERNATIVAS AL GLIFOSATO Y MAÍZ TRANSGÉNICO

En el marco de su cuarto informe de Gobierno, la titular de Conacyt María Elena Álvarez-Buylla presentó al Presidente Andrés Manuel López Obrador algunas prácticas agroecológicas y bioinsumos localizados en el mercado europeo como alternativas al herbicida glifosato para garantizar cultivos de maíz y naranja a nivel nacional. También coincidió con la investigadora Cristina Barros respecto a la intención de las trasnacionales de acaparar la alimentación mundial.

“Tenemos prácticas agroecológicas de cultivos a pequeña, mediana y gran escala, y bioinsumos. Tenemos localizados algunos que se desarrollaron fuera de México, y que ya están en el mercado, sobre todo en Europa. Vamos a convocar a estas empresas para que ya nos distribuyan en México y podamos seguir prescindiendo de este agrotóxico glifosato, que está probado que tiene efectos nocivos a la salud”, dijo el martes en entrevista con la prensa a su salida de una reunión en Palacio Nacional.

“Estos agrotóxicos se introdujeron en el mundo entero con los transgénicos como parte de un paquete tecnológico para poder controlar corporativa y monopólicamente la agricultura, no para producir más. Los transgénicos y el glifosato no aumentan la producción, sino permiten que unas pocas empresas dominen el mayor negocio del mundo que es nada más y nada menos que nuestro alimento, pero lo hace a costa de nuestra salud y del ambiente”, recriminó.

Cristina Barros, de Sin Maíz no hay País, aseguró que las autoridades estadounidenses están argumentando que no hay “suficientes pruebas” de que el consumo humano del maíz amarillo transgénico dañe a la salud para poder seguir exportándonos.

“No se puede hablar del maíz que nos están exportando sin que venga la carga del glifosato, que es dañino para la salud. Todo ese maíz amarillo transgénico de EU está contaminado con glifosato”, aseguró. “Aquí lo que queda volando es si el maíz amarillo para forraje afecta porque lo comen pollos, cerdos, vacas que eventualmente nosotros nos comemos. Es lo que se está investigando”.

Dada la dependencia a la importación estadounidense del maíz para ganado, México tiene como reto ir a la autosuficiencia en maíz amarillo. Mientras tanto, compartió, se está viendo si se puede adquirir de agricultores estadounidenses el maíz amarillo no transgénico, “que han optado por su propio camino y han resistido a las fuerzas de estas empresas tan poderosas”. Las otras opciones son comprar en otros países el maíz amarillo no transgénico o, eventualmente, comprarle a EU el maíz amarillo sólo para el ganado.

Barros documentó que durante la Conquista, algunos cronistas describieron a la población prehispánica como personas capaces de recorrer largas distancias, hombres y mujeres delgados y fuertes, con dentadura sana, por una comida basada en el maíz, el chile y el frijol.

“A partir de que empiezan los alimentos industriales, en la década de los 50 del siglo XX, esto se va modificando paulatinamente. Pero se modifica de manera más violenta a partir de la firma del TLCAN porque llegan del exterior muchos más productos ultraprocesados y chatarra que ahora grandes cadenas y tiendas de autoservicio ofrecen. En los pasillos se ven refrescos, productos empaquetados con colorantes, conservadores y fórmulas impronunciables; lo que está a la mano es lo que engorda”, evaluó.

Ahora, con el T-MEC (antes TLCAN), el Gobierno de Estados Unidos vuelve a imponer un tipo de alimentación dañina a la población mexicana, ya afectada con una epidemia de obesidad y diabetes.

Lee el texto original en Sin Embargo

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