Por Raymundo Espinoza Hernández*
San José y Santiago del Álamo, hoy Viesca, fue fundado en 1731 por descendientes de tlaxcaltecas. Por Viesca pasaron Miguel Hidalgo y Benito Juárez, pero también es uno de los municipios precursores de la Revolución Mexicana, pues fue uno de los lugares donde prendió fuego la convocatoria insurreccional de los magonistas en 1908. Desde entonces hasta hoy los pobladores de Viesca han sido un pueblo en resistencia frente a múltiples injusticias sociales y ambientales.
Viesca fue un oasis en el desierto y para mí siempre ha sido una especie de Macondo coahuilense en espera de redención, la realidad auténtica del realismo mágico mexicano. Viesca es el origen de mis sueños, también es el pueblito de todos mis recuerdos, el lugar seguro al que vuelvo para reencontrarme. Viesca es la utopía de mis abuelos y el lugar donde las vidas de mis padres se entrecruzaron en una historia interminable que comenzó en La Tapatía. Viesca es el mito al que se aferra mi familia igual que quienes lo han dejado y han vuelto, tanto como quienes se fueron y no lo olvidan.
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El amor profundo que tengo por Viesca es el amor por mis abuelos, pues ellos sembraron en mí las semillas del cariño y el respeto por un pueblo que ya no es como era pero que se resiste a dejar de ser lo que fue, condenado por la falta de agua y la ausencia de políticas efectivas de desarrollo social, empleo y protección del ambiente y la salud.
Mi abuelito Martín y mi abuelita Fora nacieron y crecieron en Viesca. Mi bisabuela materna fue María Cuéllar. Mi abuelito Mundo se casó con mi abuelita Lipa en Viesca, donde ella también nació. Con mis cuatro abuelos crecí entre Chihuahua, la Ciudad de México y Coahuila. De todos ellos aprendí que el verdadero amor es desinteresado, que no hay amor más grande que dar la vida por los demás y que la inteligencia sin compromiso es pura vanidad.
Me volví un abogado defensor de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales por la historia de Viesca, que es también la historia de mi familia, pues sólo dicha historia explica los motivos por los que mis abuelos y mis padres dejaron el pueblo para buscar oportunidades en otros lugares. Son mis recuerdos y el amor que mi familia inculcó en mí por Viesca el motor que me ha llevado a recorrer el país durante más de 20 años ayudando comunidades en la defensa de sus territorios y bienes comunes. Pienso siempre en lo importante que hubiese sido que un abogado consciente y socialmente comprometido acompañara al pueblo de Viesca en la defensa de su agua y la calidad de vida en el municipio, acompañamiento que el día de hoy sigue siendo necesario.
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Por mucho tiempo no entendí por qué el pueblo era tan pobre siendo tan rico en historia y cultura. No tenía claro cómo había pasado de ser un pueblo con abundancia de agua a convertirse en un páramo aparentemente desolado donde una comunidad se aferra a su historia y las costumbres que le han dado identidad. Ahora puedo ver que Viesca fue víctima de la irresponsabilidad de los gobiernos que condenaron al pueblo a morir de sed en medio del desierto, del acaparamiento de recursos que demanda el desarrollo industrial y de la misma dinámica de acumulación irracional de capital que trae consigo progreso y devastación a un mismo tiempo.
Las presas acabaron con el agua que fue desviada con fines corporativos y de urbanización. Sin agua la vida se replegó sobre sí misma, la producción local y las fuentes de riqueza autónoma se perdieron, las opciones laborales no fueron sustentables y la proletarización del pueblo fue un fracaso, la migración a las ciudades vecinas o a Estados Unidos se hizo más que necesaria. La crisis ambiental se ha acelerado con el cambio climático, así como los problemas de salud se han agravado por el consumo de agua de mala calidad y la falta de servicios médicos dignos.
La vida cambió en Coahuila y en el país, pero en Viesca parece por momentos que el reloj se detuvo e incluso retrocedió. La transformación de la localidad a causa de su reconocimiento como pueblo mágico y la promoción del turismo ha sido en cierta forma un aliciente y un propulsor de la economía local ante la escasez de alternativas, pero por sí misma es una medida incapaz de revertir el castigo al que han sido sometidas las familias del municipio. La derrama económica derivada de la instalación de la planta solar contrasta con la falta de agua y servicios públicos en la cabecera municipal y las rancherías cercanas.
La creación del Centro de Investigación y Jardín Etnobiológico de la Universidad Autónoma de Coahuila, bajo el impulso del exrector Salvador Hernández Vélez, es un baluarte para promover la economía social, la cultura y la articulación de prácticas y conocimientos, así como la protección de la biodiversidad de la región.
No obstante, todos estos esfuerzos requieren ser comprendidos en un programa integral de recuperación y desarrollo para el municipio, donde instituciones estatales y federales coadyuven y se articulen con las autoridades municipales para garantizar los derechos colectivos fundamentales de la población a partir del diálogo de saberes, la información derivada de la investigación científica y el desarrollo de innovaciones tecnológicas autosustentables y culturalmente adecuadas.
El pueblo de Viesca sigue en pie de lucha, como cuando atendió el llamado de los magonistas en los albores de la revolución, y es así gracias a su gente, a los vínculos comunitarios que los unen y mantienen con vida un pueblo que de otra manera sería sólo un fantasma envuelto en la nostalgia de quienes aún recuerdan que otro mundo fue posible y guardan la esperanza de una nueva historia aún por escribirse, una historia donde la justicia social y ambiental sea una realidad efectiva.
* Abogado de derechos económicos, sociales, culturales y ambientales; maestro en Derecho Constitucional por la División de Estudios de Posgrado de la UNAM y especialista en Derecho de Amparo por la Universidad Panamericana. Candidato a ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
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