Por Ana Castañuela
Pese a los estigmas que aún persisten sobre las profesiones de las mujeres transgénero, Ingrid del Bosque, una estilista trans, ha demostrado que ellas pueden aspirar a otras oportunidades de trabajo.
Del Bosque es ingeniera en procesos industriales, pero su pasión por la belleza la llevó a dedicarse al estilismo y diseño de imagen, campos en los que cuenta con más de 15 años de experiencia.
Originaria de Caño, un rancho ubicado en la serranía de Zacatecas, ella se considera saltillense, pues cuando tenía tres años su familia se mudó a la capital estatal en busca de mejores oportunidades laborales.
Su interés por la belleza y la moda comenzó en su infancia. Recuerda que a los ocho años empezó a sentir fascinación por “ver bonita a la mujer”. Sin embargo, fue hasta la universidad, mientras cursaba el primer año de Ingeniería en Procesos Industriales, cuando, influenciada por algunas compañeras, decidió ingresar a una academia de Diseño de Imagen en Monterrey.
“Estaba estudiando la carrera y, aunque me enfocaba mucho en ella, sentía que había algo en mí que necesitaba expresar. Por eso me metí a estudiar en una academia en Monterrey. Ahí fue donde empecé a dividir mi tiempo para ambas cosas, y lo que realmente me ha fortalecido ha sido este mundo de la belleza, la peluquería y la moda. Me gusta todo ese rollo”.
Después de culminar sus estudios como ingeniera, se especializó en colorismo profesional, una disciplina que se enfoca en técnicas de coloración y decoloración del cabello.
En 2010 abrió su primer local, E&L by Ingrid del Bosque, ubicado en la Colonia del Valle en Saltillo; tres años más tarde, buscando expandir su negocio, se mudó a un local más amplio en el mismo sector. Actualmente recibe clientas de diversas regiones del país e incluso de Estados Unidos.
Además, trabaja para una empresa de belleza y se dedica a impartir cursos a escala nacional e internacional como especialista en colorimetría.
Transición
Desde pequeña Ingrid se identificó con el género femenino. Durante su infancia jugó tanto con muñecas como con carritos, y asegura que sus padres la educaron “como niña”.
“Mi infancia fue como la de cualquier otra persona. Jugaba con muñecas, con carritos; fue una etapa de inocencia, como debería ser. Crecí en un hogar humilde, pero lleno de amor. Siempre me educaron como niña, y creo que, en su corazón, ellos ya sabían lo que yo iba a ser. Por eso mi educación siempre fue así”, comparte.
Su transición comenzó en la preparatoria, cuando se enamoró de un compañero y descubrió su sexualidad.
“Fue en la prepa cuando conocí a un compañero y empecé a sentir atracción hacia el mismo sexo. En ese momento no sabía realmente qué era lo que quería en mi vida sexual o amorosa”, revela.
Aunque al principio intentó ignorar sus sentimientos, pues eran considerados incorrectos para el resto de la sociedad, decidió dejar atrás los prejuicios y aceptar su identidad y sexualidad.
“No tuve ningún problema en que los chicos empezaran a sentir atracción hacia mí, pero yo siempre pensaba: ‘Esto no está bien’. Sin embargo, cuando te enamoras, dejas todo eso atrás y empiezas a vivir tu vida y a experimentar el amor.
“Es muy bonito descubrir tu sexualidad a través del amor y no por otras razones, que a veces pueden ser más complicadas”, añade.
Dificultades
Aunque Ingrid cuenta con el apoyo de su familia, su transición no estuvo exenta de desafíos. Sus compañeros la cuestionaban constantemente y buscaban etiquetarla.
“Siempre me esforcé por destacar como persona, sin dejarme definir por etiquetas como ‘trans’, ‘gay’ o cualquier otra. Siempre traté de darme a respetar y de hacerme respetar”, asegura.
Sin embargo, el momento más difícil llegó un año antes de abrir su estética, cuando trabajaba en una empresa donde sus compañeros se burlaban de ella y la excluían por su identidad de género.
“Cuando mi jefe me presentó ante el equipo, que era mayormente masculino, hubo burlas y rechazo. Ya de por sí son machistas con las mujeres, pero conmigo fue peor. Al principio, no me tomaban en cuenta”.
Pese a que la sociedad es cada vez más abierta hacia la diversidad sexual y de género, Ingrid reconoce que aún existen prejuicios. Incluso, algunos clientes han dejado de acudir a su estética al descubrir que es una mujer trans.
“Sí ha pasado que algunas personas se dan media vuelta y se van. Para mí, es mejor así”.
Respecto de los estereotipos, explica que aún persiste la creencia de que las mujeres trans sólo pueden dedicarse al trabajo sexual. “Pero aquí estoy hablando ante una cámara, demostrando que podemos crecer, respetarnos y lograr grandes cosas”, asegura.
En la actualidad hay más oportunidades para las mujeres trans en los ámbitos laboral y educativo, considera Ingrid. Por ello, enfatiza la importancia de estudiar y prepararse para tener un oficio o trabajo estable.
“He tenido varias chicas trans o en transición trabajando conmigo, y siempre les digo: ‘Prepárense, estudien’. Tenemos la oportunidad de escribir una nueva historia. Al final, somos seres humanos. Yo nunca me he dejado definir por etiquetas, y creo que podemos lograr grandes cosas”.
Proyección
Ingrid comparte que se prepara constantemente para alcanzar sus metas, entre las cuales se encuentra expandir su negocio de belleza y ofrecer empleo a otras mujeres.
“Espero que para 2026 podamos abrir un negocio más grande, donde podamos dar cabida y trabajo a más mujeres”, afirma.
Además, junto con otros colegas del gremio, busca crear un sindicato para estilistas en el estado.
La iniciativa surge de la necesidad de que los estilistas puedan defender sus derechos laborales, ya que muchos de ellos carecen de seguro social o prestaciones.
“Muchas veces nos falta seguro médico o prestaciones. Queremos crear este sindicato para que, cuando llegue el momento de retirarnos, tengamos un apoyo. Ahora somos productivos, pero el tiempo pasa y queremos asegurarnos de que nuestros colegas tengan un respaldo”, concluye Ingrid.
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