Por Alejandro Páez Varela
Cuando vi a Donald Trump avanzar sin resistencia hacia su reelección; cuando veo a Estados Unidos en manos del racismo y del clasismo; cuando el curso de la Historia explora lo que ya no debería ser explorado, me pregunto: ¿Y los frentes en resistencia? Y no hablo de los demócratas; hablo de las universidades, la academia, los medios, la sociedad. Hablo de gente real.
Algo, aunque sea tardío, se está moviendo allá por estos días. Pero sigue siendo insuficiente. Algo se mueve y todos contenemos la respiración esperando que sea rápido, y que prenda. Al mismo tiempo hay quienes, como yo, pensamos en qué va a pasar con Estados Unidos y si su implosión arrastrará a México. Los demócratas son como los republicanos, pero más hipócritas: ¿quién salvará a las siguientes generaciones y cómo afectará a los ciudadanos de origen mexicano el fortalecimiento del discurso de odio?
Hace poco menos de diez años traduje un texto que explicaba la indolencia del progresismo estadounidense. Era de Jaja Liao. Salió en The HuffPost. Acabo de reencontrármelo.
“El día de las elecciones [8 de noviembre de 2016], salí del trabajo lista para celebrar la victoria de Hillary [Clinton]. Mis amigas y yo habíamos planeado ir al Club Yale de Nueva York esa misma noche, donde estábamos seguras de que la alegría estaría por las nubes después de que nuestra alma máter produjera a la primera Presidenta del país. Iba a ser una de esas noches que algún día les contaríamos a nuestros hijos”, iniciaba.
Luego, la autora narraba el horror de sus amigas con el triunfo de Trump y su eventual llamado a dialogar con los radicales que se hacían del poder. “Acabo de terminar cuatro años en Yale, una de las cámaras de eco más elitistas y liberales del país. Inmediatamente después de graduarme, me mudé a Silicon Valley, una cámara de eco liberal aún más ruidosa. Mis amigos y yo usamos palabras como ‘interseccionalidad’ y ‘posicionalidad’ (todavía no tengo idea de qué significan estas palabras); republicamos artículos woke de Junot Díaz y solicitamos becas de investigación de verano para ayudar a los enfermos en África en lugar de Alabama. Pero al final del día, la gran mayoría de todos nosotros regresamos a casa de trabajos en Goldman, McKinsey o Google. Somos el epítome de las ‘élites liberales’ que los partidarios de Trump tanto odian”.
El texto, publicado el 14 de noviembre de 2016, concluía con un llamado tímido a sus amigos “progresistas” a organizarse. “Todos sabemos que la gran mayoría no estamos dispuestos a hacer sacrificios tan grandes que nos impidan seguir adelante con nuestras cómodas vidas de 1 por ciento de la población. Honestamente, no tengo ni idea de si existe alguna manera de comprender realmente a la gente fuera de nuestra cámara de resonancia liberal de élite, pero tal vez si lo intentamos, nos acercaremos cada vez más. Espero que todos los partidarios de Hillary que ahora mismo piden un diálogo abierto se den cuenta de que este llamado requiere algo más que publicar largos estados en Facebook”.
¿Y qué sucedió? Nada. O todo. Los amigos de Jaja Liao no pudieron contener a Trump. Los hipócritas progresistas siguieron publicando largos estados en Facebook y el odiador de ultraderecha ganó por segunda ocasión.
Aunque ella ha pasado por empleos soñados (de Google a fondos de inversión) y ha escrito textos para publicaciones internacionales (VentureBeat, The Next Web, Business Insider, Forbes, etcétera), es de origen chino; aunque tiene doble nacionalidad (taiwanesa y estadounidense), en los hechos es enemiga del Estados Unidos blanco supremacista que construye Trump.
Lástima, Jojo. Lástima por los que, como ella, se plegaron a la hipocresía y se pusieron voluntariamente en manos del monstruo que, decían entre cafés y martinis, aborrecían.
2. En una reunión de panistas
Mis dudas no son tan rebuscadas. De hecho, ella misma podría planteárselas y quizás lo haga. ¿Cree, América Rangel, que el tinte castaño y los arreglos a su foto engañan a los que la rodean? La legisladora de ultraderecha, ¿cree que la fotografía de su perfil en redes, donde aparece como una mujer blanca en sus veintipocos –una especie de Isabel Díaz Ayuso en la juventud– despista a su entorno?
Y esas preguntas obligan otras. Ejemplo: ¿Aparenta ser blanca (y por temporadas, güera) para encajar en círculos que la discriminan? ¿No es mejor denunciar los círculos que la obligan a alterar su apariencia pública?
Su vida política ha sido en Acción Nacional y pregunto: ¿Se pinta el cabello y esconde sus rasgos mestizos (o indígenas) porque ha sentido miradas que la sojuzgan, que la hacen menos? ¿Ella sabe que hay leyes que la defienden y que, en todo caso, la dignidad está por encima de lo demás?
Aclaro que no son preguntas políticas o ideologizadas aunque en su eventual respuesta lo sean. Son duda. Destaco otra: ella sabe que todos sabemos que no es blanca, ¿correcto? ¿Entonces es autoengaño? También sabe que hay sectores donde no importa si es blanca o morena, ¿verdad? Y si lo sabe y decide disfrazarse de algo que no es, pues ya muy su tema.
Pero al final no se trata de ella, o solamente sobre ella. Está claro quién es: una radical de derechas, descontenta con el curso que ha tomado México, animada por sus propios discursos incendiarios que van de las fake news a las mentiras rotundas. Se ha inventado iniciativas que no existen, como aquella de que la izquierda pretende legislar para que la interrupción del embarazo sea legal hasta los ocho meses y medio. Miente, sin rubor. Un sinsentido. Pero no es ella. El punto aquí es la hipocresía de ella y de sectores que la harían su reina.
Años atrás vi una estadística que decía que México era el país con el mayor consumo per cápita de tinte de cabello rubio. No me extraña. Salgo a la calle y no me extraña. La televisión blanca en un país de mestizos nos ha dicho tantas veces que ser blanco y güero van con el éxito, caray. Y millones creen que el éxito llega así de rápido; que abres un sobre, lo disuelves en agua, y te lo untas y listo. Aparecen madres güeras con niñas pequeñas de cabello güero.
¿Y hago mal en escribir esto? ¿Será mejor participar de la normalización de la anomalía? ¿Es mejor guardar silencio, ser hipócrita, decir que está bien que una mujer esconda sus rasgos para ser aceptara? En las reuniones de panistas, ¿es mejor aparentarse blanco que aparecer con el color de piel y cabello que Dios nos dio? ¿O cómo?
3. Arrepentidos de sus pecados
La cita de Carlos Monsiváis en 1997 adquiere mayor dimensión cuando se lee completa:
“Desgraciadamente la izquierda actual no es la mejor concebible. La derecha, sí. Es la mejor concebible. Es estúpida, arrogante, atrasada y represiva. Entonces es la mejor derecha concebible porque reúne todos los requisitos del modelo. Y luego está una zona central que nadie habita; en verdad nadie está en el centro. Todos quieren encarnar una utopía, que es una actitud progresista […]. Como el voto tiende a ser cada vez más de derecha, dicen: ‘No, la izquierda y la derecha son términos atrasados, hay que buscar uno nuevo’. Y mientras buscan uno nuevo, votan por la derecha”.
Todos quieren encarnar una utopía, que es una actitud progresista. Esa línea de texto se adelanta años luz.
Más que los republicanos, son los demócratas, por hipócritas, los que le hacen daño a Estados Unidos. Y en México, la plaga son los que habitan la zona central, hipócritas y acomodaticios.
En el centro progre, que es tan de izquierda como el PRI y tan buena ondita como Movimiento Ciudadano, caben Manuel Velasco y Ricardo Gallardo; Adán Augusto López y Alejandro Armenta; Guadalupe Acosta Naranjo y Samuel García; Enrique Krauze y Jorge Álvarez Máynez; Claudio X. González y Xóchitl Gálvez. Los tibios, los acomodaticios. Los priistas que pueden ser tan panistas como sea necesario. Los morenistas corazón azul o rojo que da lo mismo.
Xóchitl Gálvez y América Rangel se encuentran con que, en ese centro, caben las dos y caben Patricia Mercado, Lorenzo Córdova, Roberto Madrazo, Gabriel Quadri y Eruviel Ávila y Elba Esther Gordillo. Y caben Felipe Calderón y Margarita Zavala, claro. Y Vicente Fox y Javier Lozano.
El centro hipócrita. Los que no avanzan y no dejan avanzar. Los que se aferran a las viejas prácticas y se venden como lo nuevo. Son los que esconden su rostro con maquillaje y fingen que los demás no nos enteramos. Son el statu quo.
Y como el voto tiende a ser cada vez más de izquierda, dicen: “No, la derecha y la izquierda son términos atrasados, hay que buscar uno nuevo”. Y mientras buscan uno nuevo, muchos de ellos, supuestamente arrepentidos de sus pecados, votan por la izquierda.
Reformaría la frase clásica: Nada ha hecho tanto daño a México como la hipocresía y la corrupción. Y de fondo, la frase no se reforma porque hipocresía y corrupción son dos palabras que se contienen, una a la otra. Ser hipócrita es ser corrupto, y viceversa.
4. Jaja, Obama, Xóchitl
Mis dudas no eran tan rebuscadas en 2024. ¿Realmente creía Xóchitl Gálvez que iba a engañar haciéndose pasar por alguien del pueblo, de izquierda, súper inteligente e hija del esfuerzo? No, no creo. Como América Rangel, era maquillaje para engañarse a sí misma porque la señora de Las Lomas no la aceptaría nunca y los intelectuales, políticos, periodistas y académicos que firmaron su carta de apoyo jamás la volverían a buscar: no era una entre ellos.
Creo que las dos saben que no son aceptadas en ciertos círculos, racistas y clasistas. Ese veinte tarda en caer, pero cae. Tarde que temprano cae.
Fíjense cómo los que apoyaron el mandato de Barack Obama no eran tan distintos a ésos que apoyaban a Gálvez. Las cámaras de eco más elitistas y liberales de Estados Unidos y México los abrazaron en su tiempo. Al final, Obama era tan hipócrita como Gálvez y Gálvez era tan hipócrita como todos ellos.
Hace unos días, Obama decía: “Durante la mayor parte de nuestras vidas ha sido fácil decir que eres progresista, o decir que estás a favor de la justicia social, o decir que estás a favor de la libertad de expresión, y no tener que pagar un precio por ello. Y ahora estamos en uno de esos momentos en los que no basta con decir que estás a favor de algo. Puede que realmente tengas que hacer algo y posiblemente sacrificarte un poco”.
Tardó en caerle el veinte.
Ojalá le hubiera caído antes, cuando todavía era posible contener el daño. Ahora millones sufrirán por la indolencia.
Pero, bueno, se puede ser progre y/o de derechas e hipócrita al mismo tiempo. “Todos sabemos que la gran mayoría no estamos dispuestos a hacer sacrificios tan grandes que nos impidan seguir adelante con nuestras cómodas vidas”, escribiría Jaja Liao en 2016.
Era una profecía.
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