Por G. Zapata
El pasado 12 de diciembre el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, dio a conocer los resultados de las encuestas que definieron al ganador de la competencia interna de ese partido para encabezar la coordinación de los llamados Comités de Defensa de la 4T, un nombre rimbombante para un puesto que no existe y que se ha ido inventando durante los últimos tres años en los estados que tendrán elección para gobernador.
La famosa encuesta para “coordinador” o el papel que desempeña él o la ganadora de ella ha sido un éxito para el partido guinda, pues le permite violar las leyes electorales y hacer promoción anticipada, aún fuera de los tiempos de los procesos electorales, y también le da margen de maniobra a la dirigencia para manejar las rupturas internas en acuerdo con el ganador de la encuesta; es decir, si el precandidato quiere negociar o no con los que resultaron perdedores, es su decisión. Al fin que lo avala un proceso interno, fuera de tiempos electorales, pero que fue impulsado por el propio presidente López Obrador desde sus tiempos de presidente del Consejo Nacional y ahora como primer «morenista» del país, por lo que la descalificación del mismo por parte de algunos participantes siempre les acarrea los señalamientos de indisciplinados o, en el peor de los casos, se revelan como unos “ambiciosos vulgares” en el juicio “morenista”.
Lo anterior es justo lo que sucede con uno de los precandidatos perdedores de la encuesta: Ricardo Sóstenes Mejía Berdeja, que sin ser el segundo lugar de ese ejercicio democrático actúa como si hubiera perdido la nominación amarrada. Y es que desde abril de este año estaba en ese papel. Mucho se escribió sobre su retorno a Coahuila –de donde se fue hace 16 años– para hacer precampaña, ilegal, y posicionarse para ser el precandidato de Morena a la gubernatura; sobre las facilidades y recursos del gobierno federal que utilizó y el permiso de ausentarse de sus responsabilidades.
Mejía Berdeja, aún con todo el apoyo y hasta con una sección creada para él en la conferencia “mañanera”, no pudo crecer en nueve meses. Sus principales apoyos, Rosa Icela Rodríguez y Alfonso Durazo, no pudieron ayudarlo más allá de favorecerlo en la elección de consejeros de Morena y gestionarle hasta cuatro meses extras de precampaña, que fueron los meses que se estuvo posponiendo la medición y el resultado.
El poco margen de maniobra de Mejía y de los poderosos funcionarios que lo apoyaban se debió a la pronta reacción que tuvo su contrincante, el senador Armando Guadiana, al denunciar y señalar la campaña sucia que Mejía montó en contra de él en medios, asambleas y redes sociales, consistente en insultos, descalificaciones y hasta en desempolvar una vieja carpeta de 2012 que, con ayuda de contactos en la FGR, filtraron y que consistía en una investigación sobre su patrimonio a raíz de una denuncia interpuesta después de que comenzó a señalar la megadeuda que adquirió el gobierno de Humberto Moreira.
Aunado a esto, Guadiana nunca bajó en las preferencias electorales que arrojaban las encuestas más conocidas del país, desde El Financiero hasta Reforma, pasando por Mitofsky y De las Heras. A cada encuesta que lo ponía arriba, Mejía respondía con una encuesta que nadie conocía o de dudosa veracidad que lo favorecía.
Guadiana, sabedor de su alto conocimiento y aceptación entre las bases de Morena, se dedicó durante esos meses a buscar los respaldos necesarios entre sus compañeros senadores y entre políticos de Morena, además de aumentar su presencia en medios de alto alcance para dar a conocer parte de su agenda política y de convocar a la civilidad y el respeto.
En contra de Mejía jugaron su poco atractivo discurso de confrontación y amenazas que profirió durante todos esos meses contra cualquiera que no lo apoyara, desde militantes hasta periodistas, precandidatos y todo aquél que no se ganara su “certificado”. Ante ausencia de una propuesta capaz de levantar simpatías, prefirió la actitud porril que lo caracterizó en su paso como operador de los trabajos sucios de su mentor Raúl Sifuentes, cuando fue secretario de Gobierno estatal de 2000 a 2005.
La conformación de su equipo de precampaña fue otra de las cuestiones que prendió las alertas de los morenistas en la entidad y de toda la sociedad coahuilense en general. El reclutamiento de personajes de dudosa reputación y tránsfugas de todos los partidos que van desde mapaches electorales hasta expresidiarios, sin dejar de mencionar a personas señaladas por sus vínculos con la mafia del carbón y del huachicol, que han sido objeto incluso de investigaciones periodísticas y denuncias que siguen “congeladas”.
Se debe apuntar también que el tropiezo de Mejía estuvo aderezado por sus consultores, principalmente Ricardo Gamundi, Aleix Sanmartin y Sergio José Gutiérrez, quienes, mientras gestionaban sus pagos, le creaban expectativas falsas a partir de encuestas falsas y falsos seguidores en redes sociales. Al grado de generar chistes locales sobre que debía presentarse mejor como gobernador de alguna provincia de Turquía o Tailandia, ya que la mayoría de sus seguidores en redes son de allá; o que las encuestas que presumían eran tan “patito” que a veces arrojaban resultados de más de 100%.
De Mejía Berdeja, sus errores, falsas expectativas, de lo impresentable de muchos de sus operadores y del financiamiento de dudosa procedencia, ya se escriben las últimas columnas y análisis; ya que su presencia, que era llamarada de petate, se va apagando.
Quizá eso explica el berrinche que hizo al desconocer la encuesta y llamar a repetirla o implementar otro método para elegir candidato y los insultos proferidos por sus allegados en contra del mismo AMLO y de Mario Delgado.
Mejía quizá pensó que sus encuestas eran reales y lo apoyaban el 60% de los coahuilenses, o que los 90 mil seguidores en redes eran reales en su mayoría, o que los 6 mil asistentes a su marcha no iban forzados y acarreados por operadores de programas sociales.
Perdido en la falsa realidad que se creó, lo tuvieron que bajar AMLO y Mario Delgado de su nube, el primero dándole una palmada en la espalda e improvisando “encargos” y representaciones que ni siquiera tienen un sustento reglamentario, como la “ayuda” para resolver el problema de AHMSA, o que no tienen ni oficina ni presupuesto como el fallido proyecto Agua Saludable para la Laguna, que le ha servido al presidente para congelar colaboradores indisciplinados. Antes estuvo el coordinador de Programas, Gabriel García, cuando fue acusado por perder la CDMX en la elección de 2021 y por corrupción en el manejo de los Centros Integradores y el Banco del Bienestar.
Mario Delgado colaboró a bajar de las estrellas a Mejía de una forma más dura, en declaraciones contra su actitud berrinchuda.
Lo cierto es que después del berrinche y las palmadas que pudo rescatar, ahora lo que le queda a Mejía es buscar negociar con Guadiana algunos espacios para sus operadores. Ésta es la principal urgencia de Ricardo, ya que hizo muchos compromisos. Como comentan sus allegados, ya había repartido hasta secretarías y diputaciones a los que se le sumaron y a los que le dieron dinero para pagar su costosa “pre pre campaña” que, dicho sea de paso, han documentado no sólo los que serían sus competidores de otros partidos, sino también los morenistas.
Mejía Berdeja tiene ahora una carrera contra el tiempo, para ser exactos de cuatro semanas, que es cuando comienzan los procesos internos de los partidos, no porque se vaya a registrar como les dice a los pocos simpatizantes que aún tiene –ya que Morena no lo dejará porque debe cuidar sus formas de elección de candidatos que ellos mismos crearon, ya que serán las formas en cómo elijan a su candidato o candidata para 2024–, sino porque debe tratar de negociar algo para su gente. Su panorama se ve difícil, ya que Armado Guadiana ha advertido que no sumará a los impresentables, pero también hay que suponer que no acercará a los que le hicieron la guerra de insultos y descalificaciones.
Además, hay que esperar la negativa de morenistas como Luis Fernando Salazar y Reyes Flores Hurtado, y otras decenas en contra de los colaboradores de Mejía.
Sobre lo acontecido el pasado fin de semana, en el que Mejía anunció la creación de un “Movimiento por la 4T”, frente a apenas algunas decenas de personas en las diferentes “asambleas informativas” que sostuvo, sólo anticipa que repetirá la historia de sus fracasos políticos y berrinches, tal como pasó cuando no pudo ser candidato a diputado federal por el PRI en 1997, cuando su exjefe Raúl Sifuentes no logró ser candidato a gobernador en ese mismo partido, cuando no pudo ser candidato de MC a alcalde de Acapulco en 2015, y ahora con su fallido intento por ser candidato de Morena para la gubernatura.
Mejía repite la misma fórmula para los partidos: intentar ser, fracasar, hacer berrinche, inventar una “corriente política”, negociar una diputación.
Y para los incautos que lo siguen, la misma pócima. Como escribiría Benedetti:
“Brinda con clásicos y nuevos métodos/en otra cápsula la misma pócima”.
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