Alarma suicidio en Coahuila: está por encima de la media nacional

septiembre 21, 2022
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Foto: Pixabay.

Por Ana Castañuela y Mariana Santos

Coahuila.- El suicidio que aqueja a la sociedad coahuilense y a la región Sureste es el foco rojo. Los datos muestran que la incidencia se encuentra por encima de la media nacional y los casos de personas jóvenes que se han quitado la vida han alarmado a la sociedad saltillense en los últimos meses.

Los datos reflejan una máxima alerta, con una tasa de 9.1 casos por cada 100 mil habitantes, el registro se actualiza. Sólo en los últimos tres años, 803 suicidios y mil 408 intentos de perpetrarlo.

En 2021 el número de muertes por suicidio alcanzó 272 casos y 395 intentos, destacando la región Sureste, que registró 87 casos, seguida de La Laguna, donde en Torreón se registraron 72 y 13 en San Pedro; 49 en la región Centro, de los cuales, 22 ocurrieron en Monclova, 15 en Acuña y 14 en Piedras Negras.

Karla Valdés, investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Coahuila, y quien lleva más de 7 años investigando y estudiando comportamientos suicidas, expone que el motivo por el que Saltillo y la Región Sureste registran un mayor número de casos en el estado está relacionado con la densidad poblacional. Es decir, al haber más población, la incidencia también es mayor.

Además, sostiene que esa incidencia está relacionada con diferentes causas: desarrollos económicos que generan mayor ansiedad, estrés, y presión; modificaciones en estructuras familiares y un mayor acceso a drogas o sustancias que generan adicciones.

Los estudios indican que los factores de riesgo suicida varían dependiendo del sexo y de las etapas en las que se encuentre la persona. En el año 2021, hasta el mes de noviembre, se reportaron 272 casos y las cifras reflejan que el 71% eran hombres y el 29% mujeres.

ALERTA POR JÓVENES

En México se lleva siempre un año de retraso en el registro oficial de incidencia en suicidio. El año pasado, la edad de personas que se quitaron la vida, osciló de los 25 a los 35 años, y en segundo lugar de los 15 a los 24 años, lo que corresponde a un poco más del 50% de todos los suicidios de México.

Más del 77% de casos corresponden a jóvenes, específicamente de países de ingresos medios y bajos, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.

En estudios relacionados se encontraron una serie de factores a lo largo del tiempo que generan vulnerabilidad en las personas y lo que vemos cuando alguien decide quitarse la vida es únicamente el detonante. Sin embargo, existen factores predominantes como el estar atravesando una enfermedad mental grave (depresión, bipolaridad o trastorno esquizofrénico), una pérdida o duelo, dificultades económicas, ser víctima de violencia, adicciones y enfermedades crónicas, explica Karla Valdés.

La consulta de El Coahuilense a la especialista se debió al número de casos, algunos de los cuales han tenido un impacto en la sociedad saltillense, como ocurrió con el suicidio de la pequeña Valentina, una niña de 11 años víctima de violación.

“Cuando alguien se quita la vida es porque se siente abrumado por las problemáticas que vive, y en realidad no se quiere quitar la vida, solo desea terminar con las problemáticas que está experimentando. Tiene que ver con aspectos de desesperanza y un futuro sin posibilidades”.

Karla Valdés, investigadora de la Facultad de Psicología de la UAC.

Cuando se presentan muchos factores de riesgo y pocos factores protectores, como el apoyo familiar o académico, es más probable que se cometa el suicidio.

No obstante, la investigadora resalta que existen casos en los que a pesar de que los factores protectores son más, la persona decide quitarse la vida porque está pasando por un momento crítico en el que no puede regular sus emociones.

DETONANTES Y RIESGOS

La última semana de agosto del presente año una movilización estudiantil en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro puso de manifiesto que el acoso académico llevó al suicidio a un joven que debió dejar sus estudios meses atrás. El caso reveló diferentes tipos de acoso en la institución, donde llegaron a denunciarse inclusive hostigamientos de índole sexual contra alumnas.

Instituciones educativas han registrado la movilización de su alumnado debido a conductas inadmisibles por parte de su plantilla laboral, hasta hace poco toleradas y normalizadas.

En 2020, por ejemplo, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) fue objeto de denuncias por acoso académico. La información evidenció que en esa institución al menos seis jóvenes se habían quitado la vida, teniendo como detonante la presión del profesorado.

Las manifestaciones estudiantiles durante este año, también se han debido a exigencias de seguridad en el Estado de México, Jalisco y Quintana Roo. Y desde hace al menos cinco años, la movilización de jóvenes ha colocado en el centro de la discusión el acoso y abuso sexual, como ocurrió en la Universidad Autónoma de Coahuila, a partir de las denuncias en la Facultad de Jurisprudencia en 2019.

Los jóvenes exigen respeto incluso por parte de sus directivos, para evitar que el maltrato en cualquier ámbito social sea un factor de riesgo.

Al respecto, Karla Valdés menciona que ser figura de autoridad no confiere el derecho ni validación a tener comportamientos agresivos o violentos.

Las instituciones son un espacio privilegiado con recursos y herramientas para dar apoyo a los jóvenes, explica, pero hace falta tener la voluntad de generar o poner en práctica protocolos y capacitaciones, con espacios de sensibilización para estudiantes, docentes, e incluso, familiares.

“Hay diversos accesos a especialistas, ciencia, investigación y estrategias efectivas y diversas herramientas que pueden implementarse en los jóvenes, pero se necesita querer hacerlo, y reconocer primero el problema”, agrega.

Para la investigadora, debe ponerse atención en el bienestar emocional y la salud mental de las nuevas generaciones, pues son las que se ven más afectadas, ya que no aceptan no ser respetados y esto no les permite tener un equilibrio emocional.

“Es de agradecer a las nuevas generaciones que exijan respeto, que se cumplan sus derechos y tener tratos dignos, sin embargo, se corre el riesgo de que esto genere ansiedad, estrés, sintomatología o trastorno depresivo, poniendo al adolescente en riesgo para generar algún tipo de comportamiento suicida”, concluye.

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