Por Víctor B. Martínez
Saltillo despide al último miembro fundador del cuerpo de bomberos tras 42 años de servicio.
A través de las luces de las sirenas y anécdotas de una carrera plagada de adrenalina y vocación, el subdirector del cuerpo de bomberos de Saltillo, Juan Francisco Hernández Cazares, cuelga el casco. Tiene 63 años y deja un legado que marca un precedente en la historia de la ciudad.
Su arraigado sentido de servicio a la comunidad lo llevó a convertirse en apagafuegos.
Desde su juventud, antes de que existiera el cuerpo de bomberos, Juan Francisco realizaba acciones altruistas en la cuadrilla de socorristas de la Cruz Roja.
La génesis de la institución de la que Juan Francisco ahora se retira, que hoy pertenece a la Dirección de Protección Civil y Bomberos Saltillo, data de hace 42 años, cuando en 1981 el gobierno municipal lanzó la convocatoria para crear el primer cuerpo de bomberos de la ciudad.
Con 21 años, el jefe Hernández y 30 valerosos más cursaron satisfactoriamente la capacitación que los llevó a fundar en el bulevar Isidro López Zertuche, el 29 de diciembre de ese 1981, la primera estación central dedicada a combatir incendios y el rescate de personas, entre otras emergencias.
“Estábamos todos los que habíamos egresado del curso. Estábamos reunidos en el área de comedor, todavía había vestigios de la ceremonia de graduación y, como a las dos o tres de la tarde, sonó por primera vez la alarma de la estación…
“Como todo era nuevo pues todos queríamos ir; entonces nos hicimos bola en la pequeña puerta y no pudimos salir algunos; los que alcanzaron a salir se subieron a la ambulancia y al camión de bomberos.
“Así, la primera emergencia que atendimos se trató de un choque vehicular ocurrido en la avenida Universidad y Venustiano Carranza”, recordó el capitán entre risas.
Debido a una carrera impecable este sexagenario se ha transformado en un referente de la comunidad. Su valentía, profesionalismo y actitud serena en situaciones extremadamente adversas lo convirtieron en un personaje respetado y admirado por sus compañeros.
El sismo de 1985
La labor del capitán Hernández no sólo se circunscribe al territorio saltillense, fue uno de los héroes que participó en las labores de rescate en el peor desastre natural del corazón de México: el sismo del 19 de septiembre de 1985 en la capital del país.
En ese año Juan Francisco lideró a un equipo coahuilense que se encargó de las labores de rescate en diversas zonas colapsadas por el violento terremoto, como el Hospital Juárez y la unidad habitacional Tlatelolco, donde tuvo la oportunidad de trabajar a la par de rescatistas franceses e israelitas.
El trabajo del cuerpo de bomberos de Saltillo se ha destacado por apoyar en diversas situaciones de desastre en otras entidades mexicanas, como las explosiones en Guadalajara, en 1992.
En Coahuila ha colaborado en el trabajo de rescate en las inundaciones en Piedras Negras, el desastre en las minas de Barroterán, en San Pedro, así como la asistencia contra incendios de gran magnitud en Torreón.
Incansable bombero, Juan Francisco Hernández Cazares se ha hecho de una reputación en la estación tras ocupar cada uno de los puestos de la institución: como maquinista, paramédico y rescatista, siendo el rescate vertical – en el cual se realizan maniobras en zonas elevadas– donde mejor se ha desempeñado.
Narciso Peña Sánchez, capitán de la estación norte, comentó sobre Hernández: “Él es la leyenda del rescate vertical, a los nuevos elementos, o quienes tienen dudas o quieren un consejo, los mandamos directamente con el capitán porque él es el experto en ese tema, es su pasión”.
Sin embargo, la vida de un bombero no está exenta de sacrificios y desafíos en lo personal.
En la memoria colectiva del cuerpo de bomberos de saltillo está el recuerdo de una tragedia que marcó la estación… Se trata del incendio de la sierra de Zapalinamé, en 1998, el más grande registrado por las autoridades locales.
Se trató de un siniestro que a Juan Francisco lo puso al borde del fin de su carrera:
“Estábamos combatiendo el incendio cuando vino una fuerte ráfaga de viento que nos atrapó a un compañero y a mí. Lo único que hicimos fue correr hacia el lado contrario de las llamas para salvarnos”.
Ecos entre las llamas
Por su vocación de servicio, para Juan Francisco lo mejor de la jornada es cuando no suena la alarma, “cuando la ciudad está en paz”, porque de lo contrario, dice, hay casos como el día en el que acudieron a combatir un incendio en un domicilio particular y sacaron de la casa a un par de niños alcanzados por las llamas.
“Después se me ordenó ir al hospital a darle seguimiento a los menores; cuando llegué al lugar se alcanzaban a oír los gritos de esos niños”, ecos que aún lo perturban.
Víctor de León Gámez, teniente de la Guardia A, de la Estación 1 de Bomberos de Saltillo, habla sobre la sensibilidad del capitán Hernández: “Él ha participado en todas las emergencias de la ciudad desde que se fundó el departamento. Él está siempre al pendiente de las operaciones, y se le admira porque entra a supervisar hasta en la zona más peligrosa de la situación de emergencia” sin importar si se trata de un incendio, inundación o accidente.
Así, tras 42 años de servicio, se retira el último fundador del cuerpo de bomberos de Saltillo, agradeciendo a los otros 30 que lo acompañaron en la creación del departamento. “Debido a ellos la ciudad cuenta con un cuerpo de bomberos que trabaja cada día más duro para ser mejor, dejando el legado de una vida en las manos de los muchachos”.
Actualmente el cuerpo de bomberos de la ciudad tiene 125 voluntarios. “Si tuviera de frente a la versión joven de mí, cuando tenía 21 años, le estrecharía la mano y le diría: ‘Ser bombero fue la mejor decisión que tomaste en toda la vida’”.