Por Valeria Cämun
No todo es felicidad en Navidad.
La desesperanza se posa sobre muchos hogares, hay tristeza y necesidad, y Dios parece no escuchar todas las plegarias.
La decepción aumenta en la medida en que las oraciones a Jesucristo no surten efecto; surge el enojo, la ira, el resentimiento, y entonces se voltea al otro lado: quizá el diablo sí haga caso.
“Aquí no llega Dios, vivimos en el infierno”, dice un hombre en situación de calle que vaga por el Centro Histórico, y ahí, en el corazón de la ciudad, sobre Pérez Treviño casi frente al Mercado Nuevo Saltillo, la Tienda La Santísima recibe cada vez a más personas que buscan refugio en otras deidades.
“Han aumentado las ventas del satanismo un 300%”, afirma Rogelio Castillo, copropietario de la tienda, “y creo que es por el hecho de que ha disminuido ese temor que antes se le tenía a la Iglesia (católica); decías que le ibas al diablo y eras rechazado por la familia y por la sociedad; ahora es algo más normal, hay mayor libertad de religión”.
“Lo que más se vende son las imágenes, las veladoras y las esencias, que son los elementos principales para hacer rituales”, detalla.
Aquí conviven Buda, María, Jesús, Malverde, la Santa Muerte y Satanás, entre gnomos, brujas y jabones “levanta negocio”, “rompe colchón” y “págame pronto”.
Al fondo, en un área exclusiva recién creada ante la creciente demanda, están figuras del diablo de todos los tamaños, de prominentes cuernos y pene erecto.
“Antes normalmente teníamos dos o tres imágenes (del diablo), y muy escondidas, para que casi nadie las viera, y ahorita ya lo tenemos a la vista para que cualquier cliente lo pueda ver”, detalla Castillo.
“Fíjate que, contrario a lo que pudiera pensarse, no le piden riqueza ni mujeres ni cosas superfluas, sino que cuando ya están bien metidos en el satanismo le solicitan conocimiento, saber siempre más”.
El Dios equivocado
Por los pasillos de la tienda está Juan, un joven de 25 años que busca un libro satánico. Está decepcionado del catolicismo, de la hipocresía de los sacerdotes que hablan de hacer el bien mientras cometen actos atroces contra menores de edad.
“He estado leyendo sobre la Iglesia de Satán y encuentro valores más reales de los que promueve la Iglesia cristiana; por ejemplo, dice que hay que ser amables hacia quienes lo merecen, en lugar de dar amor a los ingratos”, explica.
“Hay 11 reglas satánicas: no des opiniones a menos que te las hayan pedido; cuando visites la casa de otra persona, muestra respeto o no vayas; no hagas avances sexuales a menos que te hayan dado una señal de apareamiento; no tomes lo que no te pertenece, a menos que sea una carga para la otra persona; no dañes a niños pequeños; no mates animales a menos que te ataquen o sea por comida”.
Juan no permite una fotografía. Su familia aún no sabe que está cambiando de religión, y él respeta mucho a sus padres y a sus abuelos; además, sabe que será un gran problema en casa.
No consigue el libro, pero se lleva un incienso y una imagen pequeña del diablo para esconderla en su cuarto.
“Cuando pienso en todas las atrocidades que se han hecho en nombre de Dios, las guerras, las matanzas, la quema de brujas, los asesinatos contra los homosexuales, la degradación a las mujeres, cuando pienso en todo eso, me convenzo de que todo este tiempo hemos estado adorando al Dios equivocado”.
Apertura religiosa
Francesco Gervasi, profesor investigador de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), explica que México tiene serios problemas con la diversidad religiosa, ya que las últimas encuestas del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) muestran que la discriminación de tipo religioso ocupa el tercer lugar, después del color de piel y la orientación sexual y de género.
“Muchos cultos nacen para oponerse a un cristianismo que consideran hipócrita, un catolicismo de doble moral y, en ese sentido, el satanismo es un culto que tiende a enfatizar los valores, que ellos dicen, muy humanos”, comenta.
“El diablo, Satanás, no es considerado como un dios, es más bien algo muy humano, con una moral que nos dice que hay que aceptarnos como somos”, explica.
El experto en diversidad religiosa detalla que “en el mercado religioso” cada quien elige la que más se adapta a su experiencia de vida, a sus necesidades y “al que le cumpla”; en este sentido, el individuo busca una religión que se acomode a él.
Es de sorprenderse que Saltillo, una ciudad conservadora y predominante católica, se esté abriendo a nuevos cultos, como a la Santa Muerte y ahora al satanismo; pero quizá sea la necesidad de encontrar cabida en algún lugar.
“La religión tiene una función en la sociedad, y una de estas funciones es darle sentido a la vida”, asegura Gervasi. “La diversidad en todos los campos, incluido el religioso, es riqueza; es buena la apertura siempre y cuando se haga con respeto hacia el prójimo”.
“Pero –aclara– son los satánicos los que tienen miedo de expresarse. Han sido discriminados y estereotipados, se ha dicho que hacen cosas horribles y que hay que tener cuidado de ellos, pero, ¿por qué no pensamos que es peligroso el catolicismo, con altos índices de violaciones contra niños?; o el capitalismo, ¿por qué no nos da miedo?, cuando nos dice que si ves a una persona en la calle que se está muriendo, la dejes morir porque es una competencia”.
Hay autores que hablan de un católico-centrismo que condena lo que está fuera de su sistema de creencias; y que este modelo se impone en las manifestaciones artísticas, culturales, sociales y políticas, dejando claro el mensaje de que sólo sus preceptos son los correctos.
“Lo que se ha visto a escala nacional es que estas mismas religiones que han sido históricamente discriminadas, no sólo en México sino en el mundo, cada vez tienen más visibilidad”, señala Gervasi.
“Desde el punto de vista político, del bastón de mando de López Obrador y de Claudia Sheinbaum, es un mensaje bastante interesante; dice: es un país que ya no es sólo católico, como pasaba, que la cuestión católica identitaria era muy fuerte con otros presidentes, que lo primero que hacían era ir a la iglesia; este ya es un mensaje de apertura: todas las religiones son bienvenidas, y puede ser uno de los motivos por los que la gente cada vez más siente que puede expresar tranquilamente su religiosidad”.
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