Una de las técnicas visuales que registró en mayor medida la tragedia, fue la fotografía con enfoque periodístico. La magnitud del hecho obligó a las agencias a enviar imágenes a diversos estados de la República y hacia otros países y a que decenas de fotógrafos extranjeros y locales arribaran al lugar.
Uno de ellos fue el fotógrafo Héctor García Bravo, quien capturó una de las gráficas que le daría la vuelta al mundo. En ésta, aparece un hombre joven, cargando a una niña en sus brazos con un vestido blanco, que minutos después moriría a causa de las heridas.
La fotografía fue publicada en medios nacionales y extranjeros, como lo relata Alejandro Perez Cervantes en su libro “Luz, Mirada y Tiempo”, en el cual realiza un compendio de la fotografía periodística y documental de los años 1972 al 2015.
El protagonista de la foto es Antonio de la Cruz, y él mismo relata que, a sus 19 años y después de una fiesta caminando por la calle Álvaro Obregón, escuchó a un hombre gritar que había “caído” el tren.
“Estaban los carros ardiendo. Fue terrorífico. Las máquinas clavadas. No sabíamos a quién auxiliar. Todo el mundo pedía ayuda. En ese momento una niña agonizando me tomó el pantalón. Decidí ayudarla y, cuando la levanté, llegó un fotógrafo en su camioneta azul. Después me dijeron que era don Héctor García Bravo. Lo primero que se encontró fue conmigo y la niña en los brazos. Inmediatamente tomó la fotografía. Después, la niña murió en mis brazos”, relató Antonio de la Cruz en entrevista.
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La imagen lamentable y desgarradora le valió a Héctor el Premio Nacional de Periodismo en el género fotográfico.
“Héctor García Bravo enfocó y compuso casi a ciegas, el fotógrafo tuvo la habilidad y el tino de experiencia para calcular una potencia de flash que no sobreexpusiera a los protagonistas, logrando además una iluminación que alcanzara a revelar el contexto del siniestro”, señala Perez Cervantes en su libro al describir el valor técnico de la imagen.
Perez Cervantes también menciona que uno de los problemas para obtener el material fotográfico de aquel 5 de octubre fue que en los periódicos que se conservan de aquellos años no se firmó el material con el nombre de los fotógrafos, además de los criterios de los periódicos oficialistas y el sesgo político de la mayoría de los diarios de aquella época, enfocados en el morbo en lugar de en las irregularidades de las instituciones involucradas.
FOTOS DE EUA
Las agencias AP Y UPI de Estados Unidos publicaron varias fotografías del accidente. El historiador Carlos Recio, quien tiene una colección personal de gráficas respecto al suceso, logró conseguirlas.
“Son fotos aéreas de la agencia AP Y UPI que rentaron una avioneta para poder tomarlas desde el aire. Otras son imágenes que se enviaron por telex a los EUA, y yo las recuperé en compras en internet”, agregó.
Hasta ahora, una de las pocas fotografías a color y con gran valor histórico también pertenece a la colección del historiador y fue capturada por su tío Sergio Recio
Flores, desde el cerro aledaño al accidente y que empata con los terrenos de una huerta que es propiedad del familiar.
CORRIDOS NORTEÑOS
La imagen no fue el único recurso comunicativo que se utilizó para transmitir y registrar el acontecimiento. El corrido norteño, que ha servido para resguardar la historia alternativa de los pueblos, también hizo lo suyo.
Una de las canciones fue compuesta por el músico Andrés Aranda, y entre la información que se lee en los 36 versos se encuentra la versión extraoficial que la población comparte como motivo del accidente, en la que se acusa a la tripulación de dirigir el tren bebiendo alcohol.
Murieron lo peregrinos
menos la tripulación
dicen que traían mujeres
y que tomaban tequila
pero no pensaron nunca
[que] muchos perderían la vida
Entre los corridos también se encuentran otros dos compuestos por el músico Manuel Vazquez Cerda sobre la historia ya mencionada de don Antonio de la Cruz, protagonista de la fotografía que le dio la vuelta al mundo y otro en donde relata el suceso de forma más general.
POCAS EXPRESIONES ARTÍSTICAS
Alejandro Cerecero, reconocido artista visual e hijo de Eloy Cerecero, colaborador de Helena Huerta en uno de sus murales, dio su punto de vista debido al poco registro artístico sobre el Trenazo de Puente Moreno. Se lo adjudica a que Saltillo era una ciudad con artistas en plena formación intelectual.
“Era muy poco el ambiente artístico. Teníamos los ojos en otras cosas. No como ahora que tenemos muy de cerca la cuestión social. En aquel entonces había temas que se acercaban más a las cuestiones de la belleza. Y se abundaba menos en los aspectos sociales. No quisiera decir que por ignorancia […] en la tradición del muralismo mexicano sí estaba muy marcado el reclamo de injusticias en la sociedad. Era el más idóneo para abordar el tema”, añadió.
Su padre, Eleoy Cerecero, otorgó una explicación similar a la de su hijo. Inclusive, la poca formación artística en la ciudad lo llevó a mudarse a la Ciudad de México para complementar su formación y convivir con otro tipo de ideas y oportunidades.
“No sabía que en aquel entonces alguien había hecho algo. Nadie abordó ese tema en absoluto. No había escuelas de arte. Por eso yo me fui a Ciudad de México a estudiar pintura. No había ni siquiera escuelas”, concluyó.