Por Arturo Rodríguez
Desde el pasado mes de agosto los comentarios sobre un libro recorren los corrillos políticos de Coahuila. Algunos son lamentos por no salir bien parados ante una exhibición de inmoralidad política que querían permaneciera enterrada en el pasado; otros son recomendaciones que apuntan a la página precisa donde el anecdotario del autor los deja como caso de excepción y, por unos y otros, el cotilleo recorre mesas de café y pasillos gubernamentales y cruza las líneas telefónicas o los mensajes de WhatsApp.
Hacía mucho tiempo que un libro no despertaba el interés que ha rodeado la publicación de Mis Sexenios, escrito por José Guadalupe Robledo Guerrero y editado por la Universidad Autónoma de Coahuila, un volumen de 362 páginas por las que transcurre la historia política reciente del estado: del sexenio de Eulalio Gutiérrez Treviño (1969-1975) al de Humberto Moreira Valdés (2005-2010).
El autor, uno de los periodistas de opinión de la vieja guardia, fue testigo de episodios relevantes de la vida pública desde dos ámbitos: arriba del escenario o en primera fila.
En el primer caso, debido a su participación activa en movimientos sociales y políticos, principalmente en la década de los setenta. En el segundo ámbito –la del testigo “en primera fila”–, retrata momentos trascendentales como el columnista que fue de El Sol del Norte y, por supuesto, de El Periódico de Saltillo, que dirige desde hace unos 35 años.
No es extraño el cotilleo. Ambas calidades permiten en buena medida entender momentos del pasado tan presente en personalidades que hoy siguen en la vida pública.
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Con el nuevo siglo cambió también el sexenio y el tiempo trajo consigo una serie de relevos generacionales y trastornos en el status quo que configuraron los escenarios políticos del presente.
El sexenio de Enrique Martínez y Martínez registró en sus primeros meses el fallecimiento de Armando Castilla Sánchez, propietario del periódico Vanguardia, que Robledo muestra en una justa dimensión de factor de poder; fue un momento de sucesiones, por muerte o por retiro, de padres a hijos en las principales empresas de medios.
Ocurrió el reemplazo también en el obispado de Saltillo, cuyo relevo, el obispo Raúl Vera, procedente de Chiapas, alarmó a los sectores más conservadores y a las organizaciones obreras que habían permanecido en la comodidad de una curia complaciente encabezada por Francisco Villalobos, distante como lo fue siempre del movimiento social.
En la Universidad Autónoma de Coahuila se fue consolidando una suerte de Maximato que mantuvo el control de la casa de estudios durante cerca de dos décadas bajo la sombra de José María Fraustro Siller.
Fue un momento clave en la historia nacional debido a la primera alternancia en el poder que llevó a Vicente Fox a la Presidencia en el 2000. También lo fue en la historia mundial a causa del ataque terrorista a las Torres Gemelas en el 2001, con consecuencias inmediatas para el estado, dada su condición fronteriza; la principal de éstas se relacionó con la seguridad, el trasiego de drogas, personas y otras mercancías legales e ilegales.
Quizás por todas esas condiciones el gobierno de Enrique Martínez fue clave para, entre otras cosas, la gestación en el PRI y en los demás partidos de grupos políticos que terminarían gobernando el estado en los siguientes sexenios.
El registro de personalidades y relaciones que hace el autor, con referencias a esos hechos mezclados con anécdotas o declaraciones, permite entender la configuración del moreirismo y su transmutación en el moreirato, sobra decirlo, dos sexenios en el poder.
Pero también es el primer avance de la llamada “Burbuja”, aquel grupo político poderoso y rudo como lo fue, bajo el mando de Raúl Sifuentes Guerrero, el político originario de San Pedro de las Colonias.
La relevancia de aquella “Burbuja” de principios de siglo radica en ser el semillero del que surgieron personalidades como el hoy gobernador Miguel Ángel Riquelme; o Ricardo Mejía Berdeja, el funcionario lopezobradorista que, en su aventura por regresar a Coahuila en 2022, intentó reagrupar a lo más oscuro de sus antiguos compañeros en su infructuosa búsqueda de la candidatura por Morena.
Del sexenio de Martínez salieron, por ejemplo, los opositores del 2017: fue el momento de encumbramiento de Guillermo Anaya Llamas, que en el 2002 se convirtió en alcalde de Torreón por el PAN, iniciando una carrera ascendente y con quien el hoy exgobernador cultivaría una cercana amistad; Javier Guerrero García, quien fue secretario de Finanzas y hombre de confianza de Martínez; Armando Guadiana Tijerina, amigo cercano y presumiblemente socio de Martínez.
Con la pluma que da golpes contundentes –el estilo roblediano de redactar– aparecen en el libro personas que más tarde se convertirían en motivo de escándalo más allá de Coahuila y que son abordados por sus decisiones y actuaciones: la llegada de Javier Villarreal a Coahuila; las acciones políticas de Alejandro Gutiérrez Gutiérrez en distintos momentos.
Personalmente, considero que los movimientos políticos y el grupismo del sexenio martinista son la génesis de los escenarios políticos de estos tiempos. De ahí mi interés particular en la visión, las historias y las personalidades que aborda Robledo.
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La política en general, la política coahuilense en particular, se acomoda. Es verdad que en un cierto inmovilismo, o bien, en relevos generacionales que hacen nombres y apellidos permanentes. Acaso hoy a muchos sorprenda saber que el rector en la Universidad Autónoma de Coahuila, Salvador Hernández Vélez, tuvo una participación activa en el maoísmo lagunero; o que Óscar Pimentel González, estratega en la campaña de Manolo Jiménez, haya iniciado sus andanzas políticas en el movimiento universitario, concretamente en la Corporación de Estudiantes Católicos.
Son los tiempos en los que Robledo fue dirigente universitario y dirigente social. Inspirado en el marxismo, cuyo método aplica hasta ahora en el análisis de cada momento y personalidad pública, las antiguas andanzas permiten explicar el presente en sus sucesiones.
Figuras de este tiempo en relevo generacional: amplias e interesantes son las anécdotas sobre Jorge Masso Masso, empresario influyente que inició en la política a su nieto Jericó Abramo Masso; hay explicaciones que permiten entender el papel de Luis Horacio Salinas Aguilera, quien inició en su presencia pública a Manolo Jiménez Salinas; o bien, aparece una y otra vez el apellido Cepeda, familia que como los Gutiérrez lleva más de un siglo en la vida pública estatal. O bien, está ahí la historia de Evaristo Pérez Arreola, el político comunista padre de Evaristo Pérez Lenin Rivera.
Se repasa con todas sus convulsiones el sexenio de José de las Fuentes Rodríguez, padre del hoy secretario de Gobierno, Fernando de las Fuentes.
Es posible escudriñar en las páginas de Mis Sexenios los cacicazgos de la familia López en Saltillo; de Claudio Bress, los Juaristi o los Ramón en la frontera; el papel de Altos Hornos de México en el centro; la política empresarial frente al movimiento social en La Laguna… Quiénes son y qué han hecho, para bien o para mal, esos grupos familiares, los grupos empresariales, los grupos políticos y sus vaivenes, los beneficiarios de las traiciones, la corrupción, de los negocios al amparo del poder aferrados a la proximidad con el gobernador en turno, en un recorrido de cinco décadas. Robledo se había tardado en escribir estas memorias que ahora están disponibles y con tanto éxito, que se hace indispensable una segunda edición.
¡Enhorabuena!.
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