Rompiendo estereotipos de género: Los “trabajos rudos” también son para ellas

marzo 11, 2023
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Por Ana Castañuela 

A pesar de que la humanidad se encuentra en la segunda década del siglo XXI, aún existe el paradigma que determina que hay trabajos exclusivos para mujeres y hombres. 

Según el sitio del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) — centro de investigación sobre políticas públicas–, los estereotipos de género en el mercado laboral se encuentran marcados por sesgos durante el proceso de selección de estudios superiores. 

Datos del IMCO señalan que el 97.6% de las mujeres estudian para ser profesoras en educación básica y nivel preescolar; el 92% para trabajo de atención social; 88.7%, diseño; y 85.1%, enfermería y cuidados. 

Sin embargo, a lo largo del tiempo, por necesidad, por gusto o por habilidad, algunas mujeres han roto con esta creencia, y han logrado incursionar en profesiones y oficios que socialmente se han considerado exclusivamente para hombres. 

ENSUCIARSE DE GRASA Y ACEITE 

El sueño de Martha Alicia, una mujer de 60 años, era “ensuciarse de aceite y grasa de autos en un taller mecánico”. Y se le concedió. En la Colonia Provivienda, en Saltillo, se localiza el “Taller Mecánico Robledo”, donde Martha Alicia Torres afina carros, cambia el aceite y las llantas, “torquea” y revisa frenos. 

Martha era ama de casa y se dedicaba a la costura, pero su historia dio un giro inesperado cuando ocho años atrás su esposo Alberto Robledo, quien es dueño del taller mecánico, tuvo un accidente que le dificultó seguir cumpliendo con su trabajo eficientemente. 

Después de una cuarta cirugía que le practicaron a su esposo, Martha decidió que quería apoyarlo y hace cuatro años se fue a trabajar con él. Llegó al taller sin conocer ninguna herramienta. Su esposo le enseñó algo de lo que sabe y otras cosas las aprendió por “mirona”. 

“Me novateó por primera vez. Me tocó arreglar una Peugeot Modelo 2004, y ‘torquear’ las cabezas (…) Yo no sabía que era ‘torquear’, de hecho no conocía la herramienta, aquí la fui conociendo poco a poco”. 

Cuenta que al principio le fue difícil trabajar como mecánico, pues había que adaptarse a las herramientas y conocerlas todas, y especialmente porque “es un trabajo estricto, delicado y exigente, pues todo tiene que quedar a la perfección para evitar accidentes”. 

“Me gusta esto –confiesa–. Yo le contaba a mi esposo que quisiera ensuciarme en un taller mecánico, y pues se me concedió andar sucia, llena de grasa y todo eso”. 

Conocidos, clientes, talleres y proveedores admiran a Martha. Constantemente la felicitan por su trabajo. “Me dicen: ‘es la primera vez que vemos a una mujer, a una señora, trabajar en un taller mecánico’. “Me preguntan: ‘¿es difícil?’, pues poquito, verdad, pero te vas acostumbrando a tu trabajo, porque como te vuelvo a decir: me gusta andar con las herramientas”. 

A Martha le gusta el trabajo de ama de casa, ser madre de familia, abuela y bisabuela, pero también le gusta el “trabajo rudo”. “El trabajo rudo también es para mujeres que quieren y les gusta”, dice convencida. 

Comenta que antes las mujeres tenían miedo de sentirse más que el hombre, o que ellos mismos les hacían imposiciones: “tú no sales, tú te quedas en casa, porque es tu trabajo, tú no puedes hacer trabajos de estos, no sirves, no lo vas a hacer. Te denigraban bien bajo como mujer nada más para la casa, y los esposos no las dejan que se superen”. 

“Mujeres, no se dejen –recomienda–. Pueden, les gusta, échenle ganas, no se dejen sentir menos (…) Saquen lo que tienen y disfruten lo que les gusta hacer con muchas ganas, sin miedo”. 

ENTRE ESCUADRAS, MARTILLOS Y SERRUCHOS 

En un domicilio ubicado en el fraccionamiento Las Haciendas, en la calle Hacienda los Duendes, en Saltillo, todas las tardes se encuentra Marcia Jiménez en su taller de carpintería –el patio de su casa– pintando algún mueble recién reparado o terminado. 

La acompaña el canto de los pájaros mezclado con el sonido del audiolibro del día, junto a sus dos perros y sus dos gatos que siempre la siguen. Marcia tiene 55 años. 

Comenzó con la carpintería como modus vivendi desde hace aproximadamente un año y medio, cuando dejó su trabajo. 

Era auxiliar en compras, ventas y almacén en una distribuidora de productos farmacéuticos, pero se retiró porque no le apasionaba lo suficiente. “No quería estar trabajando detrás de un escritorio toda mi vida, no era feliz”, recuerda. 

Marcia acordó emprender un negocio de carpintería y reparaciones del hogar en compañía de otras mujeres, pero finalmente comenzó ella sola, pues sus amigas “siguieron diversos caminos”. 

Disfruta trabajar sola porque “el trabajo de la carpintería y las reparaciones del hogar son muy exigentes” y ella es perfeccionista. 

Desde joven ha hecho las reparaciones de su propia casa y la carpintería siempre fue una “manualidad” por la que ha tenido cierto gusto. Cuando le comentó a su familia que quería dedicarse a la carpintería no hubo ningún tipo de crítica, “al contrario, me decían: ‘que bueno, haz lo que te gusta’”. 

Marcia vio en sus gustos y habilidades una oportunidad de generar ingresos, pues “a cierta edad ya no dan trabajo en ninguna parte”. El proceso de aprendizaje fue observar a otra gente y “echando a perder”. 

Su mejor maestro para desarrollar sus habilidades en la carpintería fue YouTube, de donde aprendió casi todo lo que sabe. Durante el año y medio que lleva trabajando con la madera nunca ha sentido que su oficio sea desvalorado por sus clientes por el hecho de ser mujer. 

Considera que los paradigmas sobre las mujeres ejerciendo alguna profesión u oficio “rudo” o tradicionalmente exclusivo para los hombres aún no se han roto completamente. 

“Que las mujeres sigan sus sueños y, si algo les gusta, que lo hagan; no importa qué digan los demás, los demás no te dan de comer”. A pesar de que comenzó el oficio por necesidad, la carpintería es algo que sabe hacer, que disfruta, le gusta y de lo que puede generar ganancias monetarias. 

“Voy a dedicarme a algo que me guste para ser un poquito más feliz en la vida”, destaca Marcia. 

POLICÍA Y ÁRBITRA DE FUTBOL 

Martha Guadalupe Cantú es una mujer de 56 años con más de tres décadas al servicio de la ciudadanía. Hace casi 30 años entró a la Normal de Educación Física, pues siempre le apasionaron los deportes. 

Desde la secundaría jugaba basquetbol, y al ingresar a los estudios superiores se integró a los equipos de futbol, softbol y voleibol. Una vez dentro del equipo de futbol, el entonces instructor del Colegio de Árbitros en Coahuila, “Morán”, vio potencial en ella y la invitó, junto con otros árbitros, a fábricas donde los trabajadores jugaban futbol. 

Así, Martha Guadalupe se convirtió en la primera mujer árbitro en el estado de Coahuila y fungió como tal en diversos partidos de futbol regionales. “No había mujeres árbitras y aquí fue donde empezamos, en el Colegio de Árbitros (…) Me hace sentir bien padre hacer algo que no se había hecho, y que ahora ya hay más mujeres e incluso hasta profesionales”. 

Al egresar de sus estudios en Educación Física, Martha no continuó con el arbitraje, pues se planteó una nueva meta: ser policía. La primera vez que intentó postularse fue rechazada por ser mujer, por no cumplir con la estatura mínima de 1.55 metros, y por estar sobrecalificada: cuenta con cinco cursos de capacitación física y medicina del deporte avalados por la Federación Internacional de Educación Física. 

“Me dijeron que estaba muy chaparrita y se requería cierta estatura más alta y también por el hecho de que tuviera estudios, un poco más elevados”. 

Meses después vio junto a su madre en la televisión que estaban aceptando mujeres dentro de la Dirección de Policía y Tránsito Municipal, y decidió volver a intentarlo

Finalmente ingresó directamente a la academia. Comenzó como instructor. Entrenó a los grupos encargados de proteger a los presidentes municipales de la época, además de diversos artistas, entre ellos Yuridia y Ricardo Arjona. Posteriormente se preparó en capacidad física, defensa policial y manejo de bastón policial; además, fue delegada de turno y delegada del área norte poniente. 

Para Martha uno de los retos más difíciles de desempeñarse como policía es el ser mujer porque tiene que preparar hombres. El trato, el diálogo y el conocimiento son diferentes a los de un licenciado, alumno de escuela normal o alumno de secundaria, pues prepara físicamente a una persona que está en la calle brindando seguridad pública. 

Considera que los paradigmas se han ido rompiendo, pues cada vez más hay departamentos dentro de las corporaciones en los que se desempeñan mujeres, “por ejemplo: Violetas, un grupo en su mayoría de mujeres”.

Ahora, comenta, hay más facilidades para estar dentro de áreas en las que antes las mujeres no estaban. “Me hace sentir bien tener las mismas oportunidades en cualquier ámbito”, agrega. Aconseja a otras mujeres interesadas en este tipo de profesión que se den la oportunidad de “calarse” en todos lados, y que den el primer paso, “que ser mujer no las detenga”. 

ROMPIENDO PARADIGMAS 

A partir de 1910, cuando se permitió facultar a las mujeres para ingresar a la educación superior, ellas han ido tomando espacios en todas las materias: ciencias, ingeniería, humanidades… Y ahora en oficios que desde la antigüedad estaban destinados solamente para los varones.

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Ana Castañuela

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