Aguja, tinta, piel…y amor

septiembre 13, 2024
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AGUA, TINTA, PIEL Y AMOR
EL COAHUILENSE

Por Dorian Arrzúa

En las conversaciones con familiares y amigos es común hablar de la historia que hay detrás de un tatuaje. Pero poco se refiere del artista que los hizo, de esa persona que tiene la capacidad de imaginar un lienzo sobre la piel de cada cliente y plasmar la imagen deseada. 

Esta es la historia de Aarón López, orgulloso dueño del estudio Delirium Tattoo, un establecimiento de Saltillo cuyos cimientos son el esfuerzo, la perseverancia y amor. Por cierto, en esta historia también hay un poco de rebeldía. 

Artista del tatuaje, López tiene 25 años, es esposo y padre. La familia es su prioridad, dice, pero cuando era chico, recuerda, no pensaba en otra cosa que en tinta sobre la piel. 

Cada que Aarón veía a una persona tatuada, se imaginaba las historias que habrían detrás de ese dibujo. Quería ser una persona tatuada, bueno, un niño tatuado, en esa época. 

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Cuando cursaba la secundaria la punzada por los tatuajes fue peor, así como peor su frustración por no poderse “rayar”. La edad era uno de los impedimentos. Eso sí, las perforaciones corporales, que también le llamaban la atención, es algo que pudo experimentar en sí mismo. Comenzó a practicar con sus orejas y su rostro. 

Y como “la rebeldía es un acto que proviene del amor” (Eduardo Galeano dixit), a sus 15 años el chamaco Aarón López hizo lo propio: tatuarse sin el permiso de sus padres y en lugares donde pudiera esconder los dibujos.

Años más tarde, cuando cursaba la preparatoria, consiguió prestada una maquinita para rayarse la piel. No perdió el tiempo, le dio duro al tatuaje, lo mismo practicaba sobre su cuerpo que sobre el de sus compañeros de escuela. 

Sí, estaba declarado su amor por la tinta sobre la piel; sí, tenía talento para ello; pero no, no tenía dinero para que ese pasatiempo se transformará en un oficio formal. 

OPORTUNIDAD EN LA CRISIS

El año 2020 cambió todo para millones de personas en el mundo y Aarón López no fue la excepción. La pandemia desatada por el covid-19 hizo que perdiera su trabajo en un restaurante. 

Desempleado, se vio obligado a intentar en plena crisis a hacer lo que mejor sabe hacer y se compró una máquina profesional para tatuar. Con ello intentaría ganar dinero y aportar a la mesa, pues hasta ese momento su esposa era la única que trabajaba. 

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Aarón cuenta que en una ocasión su esposa, su hermana y su sobrina llegaron a la casa y se les ocurrió que él las tatuara. Ni tardo ni perezoso puso manos a la obra. La voz empezó a correr y de repente llegaron amigos y conocidos para ser tatuados por su mano. Y la voz volvió a correr… 

Durante un tiempo todos los días tenía alguna cita en su casa para ser tatuado. Comenzó cobrando 100 pesos por tres tatuajes minimalistas. Cuando consiguió trabajo no dejó de tatuar. De su primera chamba salía a las tres de la tarde y a las cuatro ya tenía un cliente y de ahí hasta en la noche. De alguna manera la tinta sobre la piel fue exigiéndole cada vez más tiempo. 

Meses después decidió dedicarse en cuerpo y alma a tatuar. Fue tal el éxito que pudo salirse de su casa y rentar un pequeño estudio. Todo iba bien, no ganaba mal, pero todo su capital se iba en sus materias primas y los gastos de la familia. 

Si quería crecer su estudio de tatuajes, debería invertirle. Y es aquí donde hace su aparición otro acto de amor… Generalmente, más en un estado conservador como Coahuila, ser tatuador no es visto como un oficio. Regularmente la sociedad lo ve más cercano a lo negativo. 

Sin embargo, la familia de Aarón (también en una especie de acto de rebeldía, que contraviene los moldes de la sociedad coahuilense) decidió apoyarlo para impulsar su trabajo. Su madre lo ayudó a comprar una camilla profesional para colocar a los clientes que lo requerían. Y pensar que estuvo tan cerca de cerrar su estudio por falta de dinero. 

MODELOS QUE INSPIRAN 

Aarón habla de sus influencias en el mundo en el que se mueve. Habla de artistas del tatuaje mexicanos como Ángel Martínez, Eduardo Alonso, Shek Valdez, Polilla Tattoo, Orco tarántula, Diana Ramírez, También están Kain Skellington, el colombiano Hernán Yepes, el francés Elliot Koek y la española Black Out Cray. 

Dice que de ver también se aprende y que de ellos toma lo que más le gusta para forjar su propio estilo, pero sin duda sus preferidos son los tatuajes tipo blackout, new school, tradicional, minimalista, realista y anime, entre otros.

También habla sobre la línea fina, un estilo de tatuaje que requiere de mucha precisión y paciencia. 

Para Aarón, el tatuaje va más allá del artista que lo realiza. Se trata, explica, de hablar de la experiencia del cliente. En eso también radica su éxito. Trata que sus clientes se sientan cómodos y que disfruten de la sesión de inyección de tinta sobre la piel. Para ello se desvive tratando bien a sus huéspedes, los apapacha, agrega, con música de su elección o les pone películas o series que sabe son sus favoritas. 

Como todo un adulto responsable, presume que su oficio le ha producido múltiples satisfacciones, pese a que ha tenido que perderse fiestas con amigos y familiares. “Esto es un arte, esto es pasión, esto es disfrutar y crecer en cada momento”.Para Aarón, el tatuador también es parte de la historia detrás de cada marca sobre la piel.

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