Por Dorian Arrzúa
En el estudio Xayac Tatto de la colonia República, en Saltillo, se encuentra Alejandro Escobar, mejor conocido como Grone.
Es un artista en toda la extensión de la palabra, sus impresionantes y detallados tatuajes dan cuenta de ello; también se dedica al dibujo, el tradicional lápiz y colores, maneja la pintura y el dibujo digital.
Su relación con la tinta comenzó a los 19 años –actualmente tiene 22– como llevado de la mano por su interés en el diseño, el arte gráfico, la pintura y el dibujo. Como toda obra, este artista pasó por un proceso de maduración. Su idea era ser muralista, pero la propia vida, y el haber reprobado el examen de admisión en la Escuela de Artes, lo ha llevado a donde está.
En ese examen perdió una batalla, pero no la guerra. Conoció el trabajo de tatuadores saltillenses y hubo una conexión inmediata con ese arte.
Trabajos como los de Omar Lezza y Eduardo Alonso motivaron a Grone y le hicieron tomar la decisión de dedicarse a ser un tatuador. Su primera máquina para inyectar tinta en la piel, cuenta, la compró en una plataforma digital y en cuanto la desempaquetó realizó su primer tatuaje: fue en él mismo, en una de sus piernas.
Autodidacta, fue adquiriendo habilidades para imprimir sobre la piel usando como conejillo de indias a cercanos, amigos, familiares y hasta a su novia. Pese a los riesgos estéticos que conlleva el tatuaje realizado por un novel (él les aclaraba que era un trabajo sencillo y no de la mejor calidad) sus primeros lienzos vivos aceptaron el reto, gesto que lo impulsó a continuar.
Trazo propio
El círculo de tatuadores es muy generoso: los más experimentados no rehúyen a compartir su experiencia y trucos a los más nuevos. Es así como Grone ha ido construyendo su propio estilo, para el cual no tiene palabras exactas.
De alguna manera, eso sí puede adelantar, su trabajo es de la nueva escuela, que grosso modo consiste en que sus tatuajes requieren más color.
Entre los rayones que más ama hacer están los de estilo anime, con referencias a las caricaturas japonesas.
Pero no todo ha sido tinta sobre la piel en su estudio. Grone recuerda una de las experiencias particulares que ha tenido que experimentar en su trabajo. Relata que un día uno de sus clientes se desmayó después de esperar su turno por mucho tiempo y tuvo que lidiar con ello. Fue su primera experiencia tratando un desmayo. Y es por eso que siempre recomienda a sus clientes llegar al estudio de tatuaje “bien comido y bien hidratado” para evitar incidentes.
La libertad de la tinta
Sí, es muy joven para lo que ha logrado; pero sí, Grone quiere más y lo explica:
“No planeo detenerme. Busco seguir creciendo y mejorando como artista para poder entregar lo mejor de mí en cada uno de mis trabajos. Busco solidificar mi identidad, tener un estudio propio y viajar a otras partes del mundo para aprender más”.
Reconoce que está en el camino correcto también gracias a otros tatuadores con los que comparte estudio, personajes que han influido en su trabajo como Oliver, Ollin y Naza, este último su principal maestro, consejero y guía.
Para Grone el tatuaje no es más que otra rama del arte. “Es una práctica hermosa que requiere de esfuerzo y compromiso, que cuenta con su historia y sus diversas técnicas y formas; merece el mismo respeto que otras facetas creativas”.
En una entidad conservadora como Coahuila, Grone termina haciendo un llamado: “Dejar de lado los estereotipos, insultos y rechazos hacia aquellas personas que portan tatuajes o hacia los tatuadores. Hay una historia que se cuenta en la piel y, como en los libros, no deben ser juzgados por la portada”.
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