Rafael Aguirre: 45 años haciendo arte

julio 26, 2024
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Por Ethel Arredondo

Comarca Lagunera.– Él es Rafael González Aguirre, artista plástico mexicano y lagunero, conocido por su destacada labor en el arte contemporáneo, centrada principalmente en la pintura. Su nacimiento como artista fue un febrero de 1979, cuando decidió dedicarse únicamente a vender el arte, el color que creaba con las manos y el sentimiento. Y es que después de 45 años de experiencia, sabe que ya no sólo pinta lo que ve, sino lo que siente.

Rafael Aguirre, el nombre artístico que a regañadientes aceptó al principio, ha desarrollado una carrera exitosa, participando en diversas exposiciones tanto nacionales como internacionales, haciendo decenas de amigos en el camino, camaradas que atesora como su gran ganancia.

Aguirre es la firma que utiliza en sus obras elaboradas con técnicas mixtas, combinando elementos abstractos y figurativos. Su trabajo, además de transportar a paisajes hermosos de algún rincón del mundo, se caracteriza por una profunda exploración de temas como la identidad, memoria y la condición humana. Ha sido reconocido por su habilidad para transmitir emociones y narrativas complejas a través de sus creaciones, lo que le ha valido el reconocimiento en el ámbito artístico.

A lo largo de cuatro décadas más un lustro, Rafael Aguirre ha dejado una marca indeleble en el mundo del arte plástico. Su historia es una mezcla de pasión, perseverancia y la búsqueda inquebrantable de sus sueños artísticos. En esta entrevista, Aguirre comparte los momentos clave de su vida y su carrera, desde sus primeros encuentros con el arte hasta convertirse en un artista.

–¿Qué le inspiró a convertirse en un artista plástico y cómo fueron sus acercamientos al arte?

–Mis inicios fueron como casi todos los artistas, desde muy chico. Mis ganas eran ser artista desde que tenía yo la moza edad de ocho años. Y siempre soñé con pintar, me gustaba ir a un gimnasio donde a un lado estaba el estudio de un pintor que luego se hizo mi amigo, el maestro Escalera. Me gustaba verlo pintar. Ahí me quedaba horas viendo los cuadros. A veces no estaba el pintor, pero yo sí. Esa idea se me fue incrustando, se me fue grabando. 

“En la escuela, cuando empezaron a pedir trabajos, dibujos, tareas de cosas y escenas, me di cuenta de que yo tenía algo diferente porque para mí no era difícil hacerlo, mientras mis compañeros batallaban mucho. Así inicié mi camino en el arte, los amigos me encargaban tareas: ‘Hazme este retrato, hazme este dibujo, pinta a mi novia, ¿puedes hacer un dibujo de mi mamá?’ Y así empecé a trabajar”.

–¿Cómo fue su experiencia al decidir dedicarse al arte?

–Cuando entré a la secundaria me enteré de que había escuelas que daban arte. Le dije a mis padres: “Papá, yo quiero estudiar arte. Sé que hay escuelas en Monterrey y en Guadalajara. Me quiero ir”. Ellos me dijeron: “¿Estás loco? ¿Cómo que te quieres ir a estudiar artes? Esos se mueren de hambre, son borrachos, bohemios, mujeriegos, son de lo peor”. Y yo dije: “¡Qué padre, sí quiero!” Pero de cualquier manera, me impidieron tomar el curso que yo quería. Acabé la preparatoria y agarré mis cosas y me fui a la Ciudad de México.

–¿Qué sucedió cuando llegó a la Ciudad de México?

–Llegué muy joven, tenía 15 años. Primero, busqué dónde vivir y de qué vivir. Conseguí trabajo en una carnicería haciendo de todo: carnicero, repartidor, expendedor, barrendero, trapeador. Con el ingreso que conseguí pude pagar un pequeño cuarto en una azotea y allí se inició mi vida como pintor.

De la ingeniería al óleo

Además de su carrera artística, Aguirre ha contribuido al desarrollo del arte en su país mediante la enseñanza y la organización de actos culturales. Su compromiso con el arte y su capacidad para innovar en su campo lo han consolidado como una figura importante en la escena artística contemporánea.

Su obra ha sido exhibida en galerías y museos de prestigio, lo que demuestra su impacto y relevancia en el arte contemporáneo. Su estilo distintivo y su enfoque en temas universales lo hacen un artista significativo y respetado en el mundo del arte.

–¿Dónde nació y cómo fueron sus primeros pasos en el arte?

–Nací en Cuencamé, Durango, en la población de Pedriceña. Desde muy joven tuve la oportunidad de estudiar artes, pero me inculcaron que debía estudiar una profesión. Así que terminé inscribiéndome en ingeniería en lugar de artes. 

“Sin embargo, la pasión por el arte seguía ahí. Terminé la carrera y decidí que ya tenía la profesión que me pidieron, así que ahora podía ser pintor. Poco a poco el arte fue robando tiempo a mi trabajo hasta que la pintura se convirtió en mi trabajo principal”.

­–¿Cuándo vendió su primera pintura?

–Entré a la Plaza del Arte de San Jacinto con un rollo de dibujos y pregunté al director qué opinaba de mi trabajo. No tenía la intención de entrar, sólo quería su opinión. Pero terminé siendo admitido. Aunque no tenía dinero para pagar todas las cuotas, me dejaron entrar. Acomodé mis trabajos con pinzas y tendederos y ese mismo día un señor de origen francés me compró mi primera pintura.

–¿Qué dibujaba en ese tiempo?

–Eran fachadas de iglesias, casas viejas, callejuelas, pero sobre todo fachadas de iglesias. Dibujé San Jacinto, la iglesia del Carmen, de varias tomas. El primer sábado que me instalé en la plaza no se vendió nada. Pasó un mes y no se vendió nada. Fueron siete semanas sin ventas y a la octava semana un señor compró dos de mis dibujos. 

“Me puse a pensar por qué se vendieron esos dos y no los demás. Fue porque esos dos los pinté para mí, con calma y sin prisa. Me llevé un día, día y medio en cada uno. Me di cuenta de que debía dibujar para mí y no para vender, con el tiempo y la calma que se necesita. Desde ahí ya no me falló”.

–¿Qué artistas o movimientos artísticos influyeron en su trabajo?

–No tuve influencias directas porque me manejé aparte del mundo artístico. No veía artistas en el mismo parque. Me hice un “globo solitario”. Mi formación artística comenzó con dibujos que luego empecé a colorear, como un niño de kínder. Después pasé a acuarelas y gouache. La técnica más desafiante para mí fue el óleo, que aunque es sencilla, exige mucho. Fui autodidacta.

–¿Cómo superó los desafíos en su camino artístico?

–Un amigo pintor me dijo que dibujaba bien, pero me fallaba el color. Me sugirió que cuando pudiera pintar el aire, me reconocería como artista. El director de la plaza del arte me explicó que pintar el aire significaba hacer que un cuadro pareciera una ventana a otro mundo. Trabajé duro para dominar esto. Luego me dijeron que era pésimo con el color, así que me dediqué a pintar árboles hasta dominar el verde, luego el azul del cielo y otros colores. El paisaje es el tema más completo porque implica pintar el aire y el calor.

“Fui a los volcanes a pintar y llevé mis cuadros al estudio de quien me retó. Aunque reconoció mi progreso, dijo que me faltaba amor y movimiento en mis cuadros. Un promotor vio mis obras y quedó impresionado, diciendo que eran lo mejor que había pintado”.

“Ya te di cuerda para un año” 

Aguirre compartió para El Coahuilense el recuerdo del día en que un hombre llegó a la plaza del arte donde él vendía sus obras y lo mandó a su estudio a dedicarse sólo a crear.

“Me preguntó: ‘¿Con cuánto vives al mes?’ Le dije que con diez mil pesos. Me dio un cheque por diez mil pesos por tres cuadros. Al día siguiente fui al banco y me pagaron el cheque. Me dijo: ‘Aquí están diez mil pesos, no vas a ir al parque ni a ningún lado, te vas a dedicar a pintar bien’”.

Eduardo Danel a su vez lo contactó con Eduardo Guillén, quien al principio no estaba convencido del talento de Aguirre, pero después le organizó la que fue su primera exposición profesional.

“Un día Eduardo Guillén me dice: ‘Rafael, expones pasado mañana en la galería Gross’. Le respondí que no tenía obra suficiente, pero me dijo que no importaba, que exponía de todas formas. Me dio 10 invitaciones y diez mil pesos para comprarme un traje fino. Llegué a la galería y estaba llena de gente de la alta sociedad. No reconocí mis propias obras, se veían diferentes enmarcadas y con la iluminación adecuada”.

Eduardo Guillén le abrió a Rafael las puertas del mundo al que le aseguró que pertenecía. Notablemente emocionado recuerda cómo le dijo: “Aquí acaba mi mecenazgo. Ya te vas solito. Ya te di cuerda para un año. De ti depende. Ya te enseñé a caminar, pues a caminar”. 

Rafael agrega sobre ello: “Cada vez que me acuerdo de esa parte se me nublan los ojos porque no lo puedo evitar”.

Desde los canales de Xochimilco hasta los cerros del Ajusco, cada obra de Aguirre capturaba la esencia única de la naturaleza mexicana. “Me sentí especialmente inspirado por el Valle de las Monjas y el Desierto de los Leones”, comparte Rafael, destacando la diversidad y belleza del entorno mexicano que tanto influyó en su arte.

Mirada prospectiva

Con una trayectoria marcada por el éxito y el reconocimiento, Rafael Aguirre sigue expandiendo su influencia en el mundo del arte. “Mi objetivo es continuar explorando nuevos temas y técnicas”, dice con entusiasmo. Su habilidad para captar la esencia de México y el mundo en cada pincelada asegura que su legado artístico subsista de forma perpetua.

Hace 10 años, para celebrar su cumpleaños como pintor, presentó 20 muestras en la Comarca Lagunera, destacando su labor educativa con jóvenes de secundaria y preparatoria para fomentar el arte y alejarlos de la violencia. Su gira europea en 2012 lo llevó a exponer en París y a recorrer el norte de España, pintando paisajes del País Vasco y Cantabria.

Desde 2008 ha presentado su obra en diversas ciudades de México y Estados Unidos, incluyendo el Museo de Arte Moderno de Gómez Palacio y el Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga, en Durango, así como en galerías en Los Ángeles, California, y Mérida, Yucatán.

Aguirre ha llevado su arte a ciudades como Estocolmo, París, Madrid y Bari, ésta última en Italia, consolidándose como un artista internacional. Su pasión por el arte se refleja en cada una de sus obras, estableciendo lazos de amistad con sus coleccionistas y compartiendo con ellos el disfrute de la vida a través de su obra.

El maestro Aguirre se erige como un faro de perseverancia, envuelto en la pasión y la dedicación sublime al arte. Su vida atestigua que, con talento y determinación, los sueños no sólo se realizan, sino que se respiran, perduran y resisten el paso del tiempo.

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