Por Mariana Santos
Santiago Chío Zulaica tenía 5 años cuando recibió su primera guitarra. Fue el primer acercamiento hacia su futuro: convertirse en el fundador de la Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC).
Chío creció en un entorno musical debido a que sus hermanos tocaban la guitarra, pero su cuñado fue el que más le enseñó y despertó en él la pasión hacia el instrumento de madera.
A los 17 años se mudó a la Ciudad de México para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, pero enfrentó un inconveniente: a esa edad sus tendones y músculos no tenían el desarrollo adecuado para tocar el instrumento.
Se vio obligado a estudiar canto. Ello fue temporal. Contaba en su haber con las enseñanzas del maestro Horacio Arámbula. Sólo fue cuestión de tiempo para que presentara los exámenes y títulos de suficiencia que le permitieran cursar lo que le apasionaba: la guitarra.
Chío comentó su caso al gobernador Óscar Flores Tapia, quien le hizo notar que debía haber otros jóvenes que enfrentaban la misma situación. Le surgió así la idea de crear una escuela de música. Esa idea se quedó en el aire por un tiempo, ya que Santiago continuó con su vida: obtuvo una beca en España por tres meses, después estudió durante dos años en el conservatorio de música en Madrid y en 1981 realizó una especialización en Música Antigua por la Chola Cantorum de París.
EL PROYECTO: UNA ESCUELA
Tras una vida llena de estudios, una enfermedad en los ojos lo obligó a poner una pausa en sus actividades musicales. Regresó a Saltillo. En su tiempo libre recopiló material cultural y musical. Ahí dio forma al proyecto de la Escuela Superior de Música. Contó para ello con la ayuda de la licenciada Rosalba Flores, hija de Óscar Flores Tapia y del maestro Luis Díaz Durán. La Escuela Superior de Música de la UAdeC nació el 9 de septiembre de 1985. El entonces rector Jaime Isaías Ortiz respaldó el proyecto, el cual fue luego aprobado por el Consejo Universitario.
La población de Saltillo tenía hambre de estudios artísticos y musicales, por lo que esta escuela cayó en tierra fértil. Se ingresaba a ella desde primero de secundaria con el compromiso de acabarla; después, en el segundo periodo, los alumnos tenían que cursar la preparatoria al mismo tiempo que tomaban clases en la escuela de música y sólo al terminar el bachillerato se podían convertir en estudiantes de la UAdeC.
Pero ese proceso de estudios era muy largo y costoso: duraba ocho años. Se redujo. Actualmente la carrera dura 5 o 6 años.
La leyenda dice que los pobladores de Saltillo son una audiencia complicada con lo nuevo. Y así fue con la Escuela Superior de Música. Pese a que hubo personas que la recibieron con los brazos abiertos, en sus inicios se batalló.
Por ejemplo, fue difícil encontrar profesores titulados para la escuela. Había que traerlos de Monterrey. Pero la tragedia del terremoto del 85 en la Ciudad de México permitió que algunos profesionales que pertenecían al Conservatorio Nacional de Música vinieran a Saltillo. En otros casos había docentes excepcionales, pero sin titular. Se implementaron para ellos cursos de nivelación y la obtención del título por vía de la validación de estudios.
El proceso de crear esta escuela fue “como un producto”. Así lo menciona Santiago Chío. Él sabía que ese centro educativo rendiría frutos 20 o 30 años después. Y así fue. Actualmente la Escuela Superior de Música tiene 36 años y la mayoría de sus docentes son egresados de sus aulas. Son productos de “nuestro propio cuerpo”, comenta Chío. “Cada maestrillo tiene su librillo”, dice.
UN MÚSICO DOCTOR
Una vez que abrió sus cursos, la Escuela Superior de Música creció rápidamente y obtuvo logros, como la conformación de orquestas, así como los recitales y conciertos para presentar el talento de las y los alumnos.
A Santiago Chío la pasión y la profesión se le comenzaron a mezclar. Dejó de lado la guitarra por un tiempo para dedicarse de lleno a actividades de la escuela. Tras ponerle una nueva pausa a este instrumento, sintió un cambio al tocarla.
Decía un dicho muy conocido por los guitarristas: cuando tú dejas de estudiar un día te das cuenta tú mismo en el escenario; si dejas de estudiar dos, se da cuenta tu familia que está fallando algo; si dejas de estudiar tres días, ya la gente es la que se da cuenta. Entonces son actividades muy celosas, que si dejas de dedicarle, te van a cobrar mal”.
Santiago Chío
Su rutina cambió al fundar la escuela de música debido a que comenzó a estudiar historia cultural y científica para enriquecer sus conocimientos. En 2016 obtuvo el doctorado en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario, por la UAdeC-UNAM.
Un músico convirtiéndose en doctor; dos profesiones opuestas para muchas personas, pero para Santiago tienen algo en común: “los problemas” y cómo solucionarlos.
“La música es matemáticas, la música es espíritu, la música son valores, la música es dedicación, es trabajo; si un músico no trabaja lo necesario, va a quedar mal arriba y todo mundo se va a dar cuenta. Entonces, en otras profesiones sí se puede disfrazar, sí se puede nadar de muertito, acá no”, expone.
Explica que todo lo que se hace para dominar un instrumento musical redunda en beneficios para la persona, pues “eres tú el que toma la disciplina, no el instrumento, éste es un aparato que tú haces sonar, pero realmente el que está cambiando y se está cultivando eres tú; es decir, la persona en sí”.
Santiago Chío –actualmente jubilado– se considera un facilitador o colector de los muchos esfuerzos de la Escuela Superior de Música. Le da orgullo ver su historia y la familia que en sus aulas se ha formado. “Para mí la Escuela Superior de Música es como una hija. Cuando yo estaba como director, era una hija con problemas; ahorita que ya soy jubilado, nomás disfruto, veo sus logros y ya no sufro por sus problemas”, concluye.
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