Biles, Andrade y Chiles, las mujeres del podio que rompieron paradigmas

agosto 7, 2024
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Simone Biles, Jordan Chiles y Rebeca Andrade; las 3 mujeres que conquistaron el podio de gimnasia en estos Juegos Olímpicos terminaron por dejar un sello en la justa veraniega de este año donde se quebró con la hegemonía de atletas blancas y además, demostraron que la competencia más poderosa es la sorora y no la patriarcal.

Disputado en el Barcy Arena, el cierre de gimnasia artística llegó y la poderosa Simone Biles pintaba como favorita para colgarse otra medalla de oro en estos Juegos Olímpicos, sin embargo, fue la brasileña Rebeca Andrade quien venció en su participación quedando hasta arriba del podio.

De cerca, Jordan Chiles, logró una puntuación indiscutiblemente alta que le valdría consagrarse como la tercera mejor gimnasta del mundo. Las tres, de origen afrodescendientes cerraron el espectáculo entre abrazos, halagos y alabanzas las unas a las otras.

En redes, el discurso violento comenzó a arreciar festejando la derrota de Simone Biles ante la brasileña, realizando videos con comparativas y poniendo bajo la lupa el trabajo de cada una, discursos que terminaron rayando la violencia estética y étnica al calificar su físico, rostro, peinados e incluso, maquillaje.

La rivalidad plantada entre Simone Biles y Rebeca Andrade se ha mantenido vigente desde hace años; el deseo movido por la competencia de verlas ha sido motivo para considerarlas colectivamente enemigas deportivas, sin embargo, la realidad es que la admiración es reciproca y cada que tienen la posibilidad de coincidir se les ve pasando un buen rato.

«Me alegro que esté aquí«, dijo Biles cuando vio a su par, Rebeca Andrade. Asimismo, fue la estadounidense la primera en correr para felicitar el oro de Andrade; junto a Jordan Chiles le hicieron «reverencias» y aplaudieron la espectacular presentación de la brasileña que le valió el puntaje más alto del tablero.

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La fotografía de las 3 mujeres levantando sus medallas y tomadas de la mano termina por tirar todo discurso de tinte patriarcal que intenta plagar las competencias deportivas; la sororidad y admiración entre las gimnastas se convierte en una revolución.

Por otra parte, es necesario apuntar a que, si bien no es la primera vez que 3 mujeres afrodescendiente ocupan los puestos de un podio, el trabajo de las mujeres en la gimnasia ha sido una lucha constante y relativamente contemporánea.

En los Estados Unidos las mujeres afrodescendientes no solían participar en este deporte dada la cantidad de dinero y tiempo que requería dedicarse a ello. Dado esto, solamente las familias blancas tenían la posibilidad de acceder a la gimnasia a nivel competitivo, mientras que las minorías racializadas no tenían posibilidad de ascender a mejores categorías o cubrir los gastos que demandaban las instituciones profesionales.

No fue hasta el 89 del siglo XX que se lanzó una beca llamada Ebony Flyers in Compton que otorgaba becas en las escuelas de gimnasia y que podían llegar a costar hasta 40 mil dólares al año. Gracias a este programa, muchas niñas afroamericanas pudieron entrar a las escuelas por sólo 40 dólares el semestre y comenzar a participar con mayor incidencia en la gimnasia profesional; deporte realizado y consumido por una audiencia blanca.

Es Chinaza K. Asiegbu de la Universidad de Harvard que expone en From Uneven Bars to Uneven Barriers: The Marginalization of Black Women in Gymnastics Black Women in Gymnastics quien refiere que es una victoria importante que las mujeres afrodescendientes hoy ocupen los espacios de participación deportiva, considerando que es una lucha de apenas 30 años en los que las mujeres afrodescendientes en Estados Unidos eran estigmatizadas por ser demasiado «masculinas», por lo que sólo era bien visto que participan deportes como el basquetbol u otras actividades consideradas «de la comunidad afro«.

En su docuserie Simone Biles vuelve a volar, la gimnasta expone todos los prejuicios raciales que ha tenido que atravesar, según comparte en su narración, ha sido objeto de comentarios violentos a causa de su cabello; ha sido tachada de desaliñada o de no lucir lo suficientemente hegemónica.

Para Biles, todo se trata de un cambio de paradigma blanco en el que la televisión mostraba siempre a mujeres blancas en estas competencias; cabello rubio y lacio como la hegemonía de la feminidad gimnasta.

Estos Juegos Olímpicos son las mujeres racializadas quienes se han colgado el título de las 3 mejores gimnastas del mundo y la celebración se vuelve un eje disruptor contra el racismo deportivo, pero también, contra el patriarcado.

Cuestionando la idea de la rivalidad y la competencia deportiva

¿Por qué nos cuesta tanto trabajo aplaudir y reconocer a otras?, ¿qué nos ha persuadido de admirar a otras mujeres? La respuesta la tiene Coral Herrera en «Entre nosotras: cómo dejar de hacernos daño» quien apunta a que el patriarcado nos enseña a luchar por el poder y aplastar a otras personas para conseguirlo.

Las mujeres que son educadas bajo este sistema no tendemos a ejercer violencia física, explica Coral Herrera, sin embargo, sí violentamos de manera emocional, psicológica y de cualquier forma que nos permita demostrar lo que hemos aprendido a ser: Rivales con otras.

Para la escritora, existen diversos motivos por los que se producen los sentimientos de recelo, pero encuadrándolo precisamente al caso de Biles y Andrade, podemos inferir que se trata de la «amenaza y la competencia». Esto quiere decir, que el sistema intenta hacer ver a las mujeres talentosas como una amenaza, por lo que la única manera de enmarcar esto, es a través de la rivalidad.

En las competencias deportivas, siempre se sostiene la idea de la superioridad y la inferioridad, recordando las tres demandas que hacían los Juegos Olímpicos en sus inicios: «Más rápido, más fuerte, más alto«.

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Esta competencia posee una fuerte escuela patriarcal, en el sentido de que no se fomenta una participación incluyente, diversa y respetuosa, sino que, en el discurso, convergen sistemas como el machismo, el racismo, la gordofobia, la xenofobia y por supuesto, se sostiene en la demanda del sistema por fomentar la rivalidad; la competencia oscila entre la amargura y la presión.

Por ello, Coral Herrera advierte que las mujeres han sido educadas para rechazar a otras, mirarlas como amenaza, rivales y colocarlas en una posición de superioridad o inferioridad según sea el caso: «Cuesta mucho darse cuenta si el ego está muy grande, pero las mujeres que entrenan la autocrítica amorosa a veces lo consiguen».

De esto deviene que un espectáculo plagado de respeto y reconocimiento como el realizado por Simone Biles, Rebeca Andrade y Jordan Chiles resulte en un acto político que termina por desgajar la idea de que debe existir la enemistad y el odio en las competencias internacionales; no sólo consta de cuestionar la relación de las mujeres atletas movida por la violenta «pasión deportiva«.

CIMAC Noticias

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