Por Gonzalo Villanueva & Diego Corpus //CEDIL
El más reciente Informe de Competitividad Urbana (2024) del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) clasificó a Saltillo como la ciudad más competitiva de México con más de un millón de habitantes. De acuerdo con el Imco, las ciudades competitivas deben presentar indicadores como bajas tasas de robo de vehículos, homicidios y agresiones a periodistas, así como una mayor percepción de seguridad.
Además, deben ser innovadoras y dinámicas, con un mercado hipotecario grande, un crecimiento alto del PIB y un número elevado de sectores económicos.
Deben ser un excelente lugar para trabajar, con baja brecha salarial de género, baja proporción de trabajadores con jornadas de 48 horas, baja informalidad laboral y un salario mensual alto para los trabajadores de tiempo completo en empresas con más de 50 empleados.
Sin embargo, pese a los logros en indicadores macroeconómicos, la movilidad social en Saltillo y en Coahuila muestra un estancamiento que revela desafíos profundos en el bienestar de sus habitantes.
¿Qué es la movilidad social?
Es un fenómeno que se refiere al cambio de posición socioeconómica de una persona. Esto puede ocurrir de una generación a otra o a lo largo de su vida. Existen algunos factores comunes que influyen en cómo este fenómeno varía de manera ascendente, es decir, las variables que influyen en que una persona suba en su posición socioeconómica o que, por el contrario, lo dificultan.
De acuerdo con el estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 74 de cada 100 personas que nacen en pobreza en México no logran superarla al llegar a la adultez. Además, hacen hincapié en barreras que impiden la movilidad social ascendente, algunas de las más relevantes son: ser mujer, tener tono de piel oscura, crecer en un hogar de bajo nivel socioeconómico, haber trabajado durante la infancia o tener un primer trabajo en el sector informal.
¿Qué factores influyen en la movilidad social?
La segregación, basada frecuentemente en factores como la raza, el color de piel o la clase social, es un obstáculo para la movilidad social ascendente. Esta segregación puede manifestarse de diversas maneras, incluyendo la discriminación, la falta de oportunidades educativas y laborales, y la residencia en barrios marginados o asentamientos segregados.
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Otro factor que impacta es la desigualdad de ingresos, la cual se refleja en las diferencias en los salarios que perciben los individuos de una sociedad. Volviendo a los indicadores del IMCO, Saltillo es la ciudad 35 de 66 con una brecha de ingresos por género, esto quiere decir que hay una disparidad considerable entre los salarios de hombres y mujeres en la capital coahuilense.
Ese elemento puede verse influido por cuestiones asociadas a la discriminación, y por la manera en que algunos empleos son precarizados por el propio mercado laboral, donde abundan plazas informales o que no permiten una vida digna.
El capital social es fundamental, ya que establecer redes de contacto adecuadas puede abrir puertas a oportunidades laborales y mejorar las condiciones de vida. Tener contactos dentro de una empresa al solicitar un trabajo o conocer a alguien que sirva de aval al comprar un bien inmueble puede marcar la diferencia en las aspiraciones socioeconómicas de las personas, permitiendo el acceso a mejores condiciones de vida.
El indicador más preocupante para Coahuila
La calidad educativa es una vía para mejorar la posición socioeconómica de las personas. Garantizar el derecho que poseen los jóvenes a la educación puede mejorar sus oportunidades a futuro. Lamentablemente, en Coahuila los datos de la Secretaría de Educación Pública señalan que el estado se encuentra por debajo de la media nacional de cobertura de educación media superior en el grupo de 15 a 17 años.
La eficiencia terminal de educación media superior en la entidad también está por debajo de la media nacional. Y, sobre todo, somos el lugar 31, de las 32 entidades federativas, con más abandono en la educación media superior. Esto es sumamente complicado, ya que es poco probable que un estudiante retorne una vez que haya salido del sistema educativo.
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Esta realidad se complejiza con el siguiente indicador: 15.69% de los partos atendidos en la entidad corresponden a mujeres menores de 20 años. Posicionando a Coahuila en el lugar 18.
Este contexto implica múltiples focos rojos, en primera instancia se pueden señalar los riesgos para la salud de la madre y el infante, además de un fuerte impacto económico, ya que es muy probable que la madre vea su productividad reducida.
Además, existen consecuencias sociales como el reforzamiento de los estereotipos de género y el posible inicio de un ciclo intergeneracional de pobreza donde los hijos de madres adolescentes tienen mayor probabilidad de enfrentar problemas educativos, de salud y económicos, perpetuando las desigualdades.
Y, por supuesto, el desarrollo psicológico se ve comprometido, ya que las adolescentes pueden no estar preparadas emocionalmente para la maternidad, lo que puede afectar el vínculo madre-hijo y el desarrollo del niño. Además, en sociedades tradicionales, como la coahuilense, el embarazo adolescente suele conllevar al rechazo social, aislamiento y matrimonios forzados.
Reflexiones iniciales
Lo que se vive en familia es crucial para la movilidad social. Las estructuras familiares débiles pueden fungir como obstáculos en las aspiraciones de ascender escalafones socioeconómicos por limitar las oportunidades de desarrollo personal, educativo o económico.
Quienes sufren este fenómeno pueden ver afectado su desempeño educativo a través de la deserción o falta de concentración, de igual manera esto se puede traducir en falta de redes de apoyo o aislamiento.
Como hemos reiterado en otras entregas de este espacio, Coahuila se encuentra en los primeros lugares de violencia familiar en México, fenómeno que refleja muchos de los elementos aquí mencionados. Esta situación crítica puede enseñar a los niños patrones de violencia que repetirán en su vida adulta, manteniéndolos en situaciones de precariedad.
Estos datos exponen que en nuestro país y nuestro estado no existe suelo parejo cuando se habla de igualdad de oportunidades, por lo que el esfuerzo de las personas no siempre dará frutos. En ese tenor, debemos apostar por una sociedad más justa donde el trabajo de cada quien sea recompensado y donde el futuro no esté condicionado por las situaciones en las que nacemos o nos criamos.
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