Alétheia | Entre autoritarismo, traiciones y torpezas

octubre 3, 2024
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ENTRE AUTORISMO TRAICIONES Y TORPEZAS
EL COAHUILENSE

Por Jesús Gerardo Puentes Balderas

La torpeza, por decir lo menos, de Marko Cortés es increíble. Como también lo es la tolerancia de los miembros del PAN a mantenerlo como “líder”. 

Los panistas hoy tienen la oportunidad de dar una demostración de civilidad, democracia interna y cambio de actitud, lo que solamente lograrán si votan por un cambio real en su dirigencia. Si optan por la continuidad, van directo a su desaparición.

Triste espectáculo, digno de arrabal, protagonizaron Marko y Miguel Ángel Yunes Linares. Uno, torpe en su diarrea discursiva; el otro, infinitamente traidor –nada nuevo: su dinastía tiene una larga historia de corrupción y tráfico de influencias–.

Nuevamente, sin el menor pudor ni recato, Marko Cortés transparentó la corrupción en su paso por la dirigencia de Acción Nacional y, al mismo tiempo, dio prueba del deterioro democrático dentro del instituto político en el presente siglo.

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Por otro lado, nadie en su sano juicio pone en duda el tan desaseado proceso para aprobar, por mayoría calificada (de suyo espuria e ilegítima), la reforma al Poder Judicial de la Federación en el Senado.

Andrés Manuel López Obrador y sus lacayos hicieron gala del abuso del poder y de la desvergüenza; no escatimaron en hacer uso indebido de las instituciones para acosar, sobornar e intimidar a sus adversarios. 

Lo peor es el cinismo demostrado por la fauna de la transformación de cuarta, nítidamente representada por lacras como el bellaco Gerardo Fernández Noroña y el nada honorable Adán Augusto, ambos haciendo mofa del senador ausente de Movimiento Ciudadano.

Sin lugar a dudas, el monumento al cinismo lo mereció López Obrador al reconocer, durante su homilía mañanera, que el fin justifica los medios. 

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Pero no todo es culpa de la caterva de políticos sin decoro. La situación actual del gobierno (es un decir) y del futuro balance de los pesos y contrapesos entre los poderes de la unión es consecuencia de la apatía y la omisión de la ciudadanía, siempre renuente a participar en la cosa pública; a dejar hacer y deshacer a los políticos y gobernantes.

¿Hasta cuándo el pueblo asumirá su carácter de soberano y abandonará el criterio erróneo de ver a los gobernantes como monarcas todopoderosos (o, como en el caso de los percudidos feligreses de la 4T, de rendirles pleitesía en lugar de verlos como lo que son: nuestros sirvientes)?

Las y los ciudadanos de bien debemos recordar, a las y los legisladores, que son representantes de los intereses de los ciudadanos, que no de los de su partido, ni –mucho menos– los de un ente en lo particular.

Sin lugar a dudas, en nuestra joven y endeble democracia el PRI y el PAN, en ese orden, así como sus dirigentes, son los verdaderos traidores a la patria.

El PRI, pese a haber perdido el poder en el año 2000 y recuperarlo en 2012, no cambió su esencia; por el contrario, la reafirmó. La corrupción, la coacción del voto, las prebendas y la repartición de las posiciones de poder entre amigos, continúa siendo su modus operandi.

El PAN, se sabe, es la gran decepción. De ser una honorable oposición, pasó a ser una ridícula copia del PRI; 12 años gobernaron y no se atrevieron a implementar las reformas necesarias para fortalecer nuestro entramado legal e institucional.

Ambos partidos son los responsables de la fórmula que dio la sobrerrepresentación a Morena y sus satélites.

Ellos, los políticos y los partidos tradicionales, han minado la credibilidad de los mexicanos en la democracia. Es increíble que estemos divididos a tercios entre la democracia, la indiferencia y aquellos que prefieren gobiernos autoritarios.

Reitero: es desde la participación ciudadana de donde deben surgir las iniciativas que propicien y fortalezcan nuestra democracia, así como una justicia igualitaria, equitativa y expedita.

De los partidos políticos y sus dirigencias no esperemos nada.

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