AMLO y el paso a la historia

julio 13, 2024
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Por Arturo Rodríguez García

Pocas veces con tanta claridad un gobernante tiene conciencia de su paso a la historia como Andrés Manuel López Obrador. Lo ha dejado claro desde el inicio de su gobierno, sabe lo que significa su paso a la historia y lo quiere inmaculado en la idea que imaginó de representar la “Cuarta Transformación”.

Desde su toma de posesión fue preciso en difundir la idea de que así como la Independencia, la Reforma y la Revolución maderista, marcaron un cambio en los regímenes mexicanos de su época, a diferencia de los movimientos sociales armados revolucionarios, la suya era una revolución pacífica.

Si atendemos al significado para el país de las grandes transformaciones, la de López Obrador dista de ser lo que él imaginó, pero acaso los historiadores, una vez que hayan tomado distancia suficiente del momento, lograrán aquilatar con mayor justicia lo que lopezobradoristas o antilopezobradoristas piensan de su gobierno hoy.

En esa toma de distancia temporal tendrán a la mano diferentes fuentes y una de éstas será la jurídica. De ahí que su furibunda reacción a las conclusiones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sobre su conducta en campaña, tenga consecuencias en la manera con la que se le percibirá en el futuro.

El asunto de fondo es que el mandatario fue incapaz de guardar silencio y cuando se le exhortó desde la autoridad electoral se opuso terminantemente (y hasta groseramente como ahora con la sanción) a frenar sus mensajes cotidianos.

Debe decirse que su posicionamiento era innecesario toda vez que la ventaja en encuestas de la candidata oficialista, ventaja comprobada el día de la jornada comicial, hacían innecesaria la ayudadita desde la tribuna del Salón Tesorería de Palacio Nacional.

Lo que hizo en buena parte del sexenio con sus posicionamientos y posturas, no tiene previsión legal. Ciertamente no se espera de un presidente que convierta a personas e instituciones en objeto de invectivas, salvo en momentos decisivos por debate político pero, para el presidente López Obrador, eran todos los momentos, su sexenio todo puesto en la expresión “es momento de definiciones”.

Sin embargo, lo concreto es lo que lo pierde. No fue una ni dos veces que llamó a votar por “el movimiento” o bien, “por los candidatos que están a favor de la transformación” desde 2023.

Tampoco fue una ni dos veces las que se refirió a Xóchitl Gálvez como la candidata de Salinas, o de Fox o de Claudio X o de “traficantes de influencias”. Él parece sostenerse en la idea de que hablaba de poderes oscuros detrás de la candidata y creo que es así, pero el lenguaje tiene sanciones en estos tiempos y en rigor, estaba diciendo que la opositora era manipulada, movida por hombres.

Es muy probable que el presidente López Obrador hubiera dicho algo similar si el candidato hubiera sido hombre y al respecto se puede decir mucho más aunque sería una suposición innecesaria. Porque la cuestión es ¿qué tenía que andar opinando el titular del Poder Ejecutivo sobre la oposición?

Las sentencias se acumulan y las pruebas que él exige estuvieron y están a la vista de todos. No hay sanciones porque es el Presidente, uno que sabe bien que esas sentencias le abollan su paso a la historia de manera más contundente que la admisión generalizada de la intromisión que Vicente Fox pudo tener discursivamente en la elección de 2006 o Felipe Calderón en la de 2012.

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Arturo Rodríguez García

Director en El Coahuilense y Notas Sin Pauta; reportero en la revista Proceso y columnista en El Heraldo de México.

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