Por José Guadalupe Martínez Valero
Ahora que, como dirían los jóvenes de hoy, estamos casi en “modo elección” o que algunos cínicos francamente se encuentren realizando todo tipo de actividades que sin duda alguna constituyen actos anticipados de campaña y, ante el inminente proceso electoral que a fin de renovar el Congreso del Estado y la gubernatura se nos deja venir, no pude evitar regresar a leer -¿o debería escribir releer?- uno de los clásicos cuyo contenido, si me permiten, pongo a su amable consideración estimados lectores, como lo es el “Breviario de Campaña Electoral” escrito por Quinto Tulio Cicerón, (102-43 a. C.) para su hermano, el célebre tribuno Marco Tulio (106-43 a.C.), quien además de político este último, fue abogado, filósofo, escritor y orador romano, considerado además uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.
El texto es un libro corto, de apenas 86 páginas en tamaño prácticamente de bolsillo, que editorial Acantilado ha publicado en cuatro ocasiones, siendo a la que me refiero la más reciente y que corresponde al año 2011, en el que el autor describe a su hermano mayor las “argucias” a seguir para ganarse el favor del electorado durante la campaña al consulado romano desarrollada por Marco Tulio en el año 64 a.C.; en la que obtuvo la totalidad de las centurias que le permitieron acceder a tan digno cargo.
Y me atrevo, como dije, a ponerlo a su consideración, amable lector, porque resulta de una apabullante actualidad que no deja de sorprender, a la vez de cuestionarnos si no será que en materia de campañas hemos avanzado casi nada, o si por el contrario hemos retrocedido sustancialmente. He aquí algunos de dichos consejos o “argucias”.
Considera qué ciudad es ésta, a qué aspiras, quién eres y, reflexiona y repítete: soy un homo novus, aspiro al Consulado, esto es Roma” (El concepto homo novus que podrá traducirse literalmente como hombre nuevo, hacía en todo caso alusión a su cualidad de “no noble” o sin tradición familiar en el Senado, y por ende, el primero de su familia en acceder a dichos cargos. También solía ser utilizada en sentido peyorativo como sinónimo de advenedizo.)
Ya que dependes de dicha reputación -la de homo novus- preséntate siempre tan bien preparado como si en cada una de las causas se fuera a someter a juicio todo tu talento.
Haz ostentación tanto de la gran cantidad de amigos que tienes, como de la alta condición social de los mismos.
Procura conservar todo esto a base de advertencias, de ruegos y de toda clase de medios para que aquellos que te deben algo y aquellos que desean debértelo se den cuenta de que no van a tener más oportunidad que ésta, los unos de demostrarte su agradecimiento y, los otros, de convertirse en deudores tuyos.
Conviene que aquellas personas a cuya categoría y posición social deseas acceder te consideren digno de tal posición y de tal categoría.
Formúlales atentamente tus peticiones, hazles saber y persuádeles que siempre hemos compartido las opiniones políticas de la aristocracia y que pocas veces hemos buscado el favor popular; y que si parece que hemos empleado un tipo de lenguaje en cierto modo populista es para atraer el favor de aquellos que siendo de dicha corriente resultan poderosos como amigos, o al menos para no tenerlos como adversarios.
Esfuérzate en ganarte la voluntad de los jóvenes de la nobleza pues te procurarán gran consideración.
Cuentas con muchas personas, conserva a los partidarios que tienes y hazles saber la importancia que les das; pero procura que te apoyen los indecisos, estos te ayudarán mucho.
Acerca de tus oponentes nobles, no permitas que nadie afirme que su nobleza les va a ayudar a ellos en mayor medida que a ti tus cualidades; date cuenta de que hombres procedentes de familias importantes, al carecer de fuerza propia, no se pueden comparar contigo.
Una candidatura a un cargo público debe centrarse en el logro de dos objetivos: obtener la adhesión de los amigos y el favor popular. Conviene que la primera nazca de los favores y deberes de dicha amistad, de la antigüedad de las relaciones y de un temperamento amable y cordial. Pero dicha palabra: “amigo” tiene en campaña un significado más amplio que en tu vida corriente; de hecho cualquiera que te muestre simpatía, te trate con deferencia y vaya a menudo a tu casa, merece ser incluído en dicho círculo de amigos. Siendo necesario además crearse amistades de cada una de estas clases: para las apariencias hombres de familia y con cargos ilustres; para garantizarte la protección de la ley, magistrados, cónsules y tribunos de la plebe.
Hay tres cosas que conducen a los hombres a mostrar una buena disposición a dar su apoyo en términos de lo electoral: los beneficios, las expectativas y la simpatía. En los más pequeños beneficios los hombres encuentran, todos, motivo suficiente para apoyar a un candidato, con mayor razón, aquellos a los que has salvado por defender sus causas judiciales.
Respecto de aquellos que albergan ciertas expectativas, haz que les parezca que siempre estás preparado y dispuesto a ayudarles. El tercer tipo es el de los partidarios incondicionales cuyo apoyo será conveniente consolidar con muestras de agradecimiento; adapta sin embargo tus discursos a las razones por las que cada uno parece ser partidario tuyo. Sopesa también las posibilidades de cada persona para saber de qué manera puedes ser útil a cada uno y qué puedes esperar y pretender de cada cual.
Durante las elecciones la candidatura te da además la posibilidad de acercarte a aquellas personas con las que si hubieras intentado relacionarte en otro tiempo parecería que obrabas de manera improcedente. Respecto a tus rivales si te empeñas en que se haga merecedor de tu aprecio basta con que se dé cuenta que lo tienes en alta estima y eres sincero con él, de que lo está haciendo bien, y de que todo esto nacerá una amistad firme y duradera.
No creo que haya nada más estúpido que considerar tuyos a hombres que no conoces.
Rodea de atenciones a senadores, caballeros, emprendedores e influyentes. Convierte en partidarios tuyos a los hombres libres por medios propios y a través de tus conocidos, después dedícate a la ciudad entera y no permitas que haya municipio, colonia y prefectura en el que no tengas apoyo suficiente; haz a tus conocidos en dichos lugares candidatos a nombre tuyo.
Como tu candidatura gira en torno a la amistad, no olvides su contraparte y ten en cuenta que también tendrás detractores y enemigos de tres clases: los que se han visto perjudicados por ti, los que sin motivo no te aprecian y los amigos de tus competidores. Respecto a los primeros, hazles ver que cualquiera que haya sido el perjuicio hecho, ello se debió a que actuaste en su contra defendiendo a un amigo, justifícate haciéndole ver que precisamente la defensa de su causa fue en aras de ese compromiso de amistad y que de contar con su amistad, igualmente lo hubieras defendido con la misma dedicación y sentido del deber; respecto a los segundos, dedícate a alejar de ellos ese sentimiento hostil haciéndoles un favor o manifestando interés en sus personas; con relación a los últimos, usa las mismas tácticas y muestra afecto incluso hacia tus mismos competidores.
Sé generoso y manifiesta dicha generosidad de múltiples formas, poniendo esta de manifiesto incluso en la realización de banquetes que organicen tú y tus amigos, haciendo partícipe de ellos a todo el mundo. Procura hablar a cada persona por su nombre propio, más si este pertenece al pueblo, ya que desea ser halagado y adulado de manera personal; y aunque es verdad que la adulación es reprobable cuanto que corrompe, cuando lo haces en aras de la amistad no tiene porque ser tan censurada.
Sé asiduo, igualmente; lo que tengas que hacer muéstrate dispuesto a hacerlo, aquello de que no seas capaz niégate a hacerlo amablemente o no te niegues; lo primero es propio de hombre bueno, lo segundo de un buen candidato. Aquellos a quienes te hayas negado a ayudar en nombre de algún deber pueden marchar con serenidad; pero a los que hayas dicho no, de plano, se enfadarán, procura no hacer esto último, ya que todos prefieren una mentira a una negativa. Las promesas quedan en el aire y no tienen plazo determinado de tiempo, por el contrario, las negativas solo granjean enemistades.
Preocúpate de la opinión pública; y por último procura en tu séquito acompañarte de gente de toda categoría, clase social y edad buscando que dicho séquito sea brillante, espléndido y popular, que se caracterice por su grandeza y dignidad, y, si de alguna manera fuera posible, busca que se levanten contra tus rivales rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos; vela sobre todo porque se te considere una persona íntegra.
¿Cómo ven? ¿Hemos cambiado en algo a veintidós siglos de distancia? Por cierto, y como curiosidad final: candidatus deriva de la toga blanca (toga candida) que vestían a fin de ser fácilmente identificados cuando realizaban su campaña electoral ¿Quiénes sí y quienes no podrían llevar con donaire dicha toga blanca, alba, sin mancha alguna en la actualidad? Para reflexionarse ¿no?
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