Por Brenda Macías
Sobre el cuerpo de los atletas masculinos nadie opina. Nadie cuestiona las capacidades excepcionales de los hombres en el deporte, ni se pone en duda la legitimidad de sus logros. No se les interroga sobre su nivel de testosterona, ni se cuestionan las ventajas biológicas que puedan tener. Tampoco se especula sobre su vida privada, ni se les exige una adscripción identitaria. El atleta masculino, en su rol de “macho dominante”, rara vez es objeto de escrutinio. Pero cuando se trata de una mujer que desafía las normas tradicionales de feminidad, la historia es diferente.
Esto lo leí en un artículo publicado en Gatopardo por la extraordinaria Hortensia Moreno, directora de la revista Debate Feminista del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG). A partir de esa premisa me dispongo a reflexionar sobre el caso de la boxeadora argelina Imane Khelif, quien recientemente fue objeto de un escrutinio injusto, no por falta de talento, sino por su apariencia física y su fuerza en el ring.
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Pese a su indiscutible habilidad, Khelif fue sometida a un juicio que ningún hombre en su posición hubiera enfrentado. La Asociación Internacional de Boxeo (IBA), una institución marcada por la corrupción y la falta de transparencia, decidió cuestionar su identidad femenina, basándose en pruebas cuya validez es, en el mejor de los casos, cuestionable y que el Comité Olímpico Internacional desechó.
Paridad de género en los Juegos Olímpicos
Los Juegos Olímpicos de 2024 marcaron un hito significativo al lograr la paridad de género por primera vez en su historia. Este avance es un reflejo de los esfuerzos continuos para hacer del deporte un espacio más inclusivo y equitativo, aunque persisten muchas otras desigualdades en el mundo.
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El caso de Imane Khelif, la boxeadora argelina que ganó la medalla de oro en la categoría femenil de 66 kilos, es un ejemplo inspirador dentro de este contexto. Khelif no sólo destacó por su habilidad y determinación en el ring, sino también por representar a África, un continente que a menudo enfrenta desafíos significativos en términos de desarrollo deportivo y oportunidades. Su triunfo es un recordatorio de la importancia de crear espacios donde todas las personas, sin importar su género, origen económico o racial, tengan la oportunidad de sobresalir.
Las dudas
¿Por qué se duda de la feminidad de una boxeadora? ¿Por qué cuando una mujer se sale de los cánones establecidos nos provoca un miedo irracional? ¿Por qué no se permite que una mujer “pegue como niña fuerte”? Estos son los interrogantes que deben hacernos reflexionar sobre las normas de género profundamente arraigadas en nuestra sociedad.
En el mundo del deporte, las mujeres que se desvían de las normas tradicionales de feminidad son vistas con desconfianza. La desinformación, los prejuicios y el odio se imponen rápidamente en el discurso público. figuras influyentes, como Mr. Doctor, quien en otros contextos ha desmentido mitos de salud, me dejó boquiabierta al atreverse a diagnosticar a Khelif con hiperandrogenismo, basándose únicamente en su apariencia y rendimiento y por una nota de Infobae.
Otro caso es el del nutriólogo Alex Terrón, quien, tras haber enfrentado problemas de peso debido a la cortisona, se erige con una autoridad moral e intelectual para prohibir la participación de mujeres trans en competiciones deportivas, alegando “ventajas biológicas”.
En estos días hemos sido testigos de una oleada de “especialistas” en genética, biología y endocrinología que, de repente, opinan sobre el caso de Khelif. Pero lo que realmente está en juego aquí es algo más profundo: el miedo a las mujeres que desafían las normas tradicionales de género, especialmente en un espacio tan históricamente masculino como el deporte.
Es innegable que la paridad de género en los Juegos Olímpicos de 2024 fue un paso importante hacia la igualdad, pero también dejó en evidencia cuánto camino queda por recorrer. Pese a que más de cinco mil mujeres participaron en esta edición de los Juegos Olímpicos, una de ellas no fue considerada “suficientemente femenina”, y por golpear “como niña fuerte” se decidió destruir su reputación sin pruebas sólidas, tirando por la borda todo su esfuerzo y dedicación.
La nueva cara del patriarcado exige a las mujeres salir al mundo con una “hoja de identidad” y pruebas cromosomáticas, listas para defender su lugar en un espacio que, aunque ha abierto sus puertas, sigue siendo hostil para quienes no encajan en el molde tradicional.
Es un hecho que, ni en esta ni en otras ediciones de los Juegos Olímpicos, han participado mujeres trans ni personas intersexuales. Pero imaginemos qué pasará cuando llegue el momento. Si ya se ha desatado una tormenta mediática en torno a una mujer cis que desafía las normas establecidas, ¿qué podemos esperar cuando las puertas se abran a mujeres trans y personas intersexuales?
Hasta la próxima entrega.
X: @brendamargotms
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