Como tú nunca vas a la ópera, te voy a llevar…

agosto 9, 2023
minutos de lectura

“Como tú nunca vas a la ópera, te voy a llevar; voy a hacer una cumbia con ópera y la vas a tener que bailar” (Milton Peláez. Compositor, autor y músico mexicano)

Por: José Guadalupe Martínez Valero

En el momento en que estoy escribiendo la presente entrega, a la par de muchos funcionarios, particularmente los que dependemos del Poder Judicial, como es mi caso, nos encontramos disfrutando de unas –citando al comunicador Joaquín López-Dóriga– no sé si merecidas, pero sí necesarias vacaciones. 

Y como el de la letra durante el verano procura no salir “fueras”, como decimos los de Saltío, y de hecho así lo hago por varias razones el no salir durante el verano, sino en las vacaciones de invierno generalmente, además del asueto referido me encuentro disfrutando de las muchas actividades de la Fiesta Internacional de las Artes que, con motivo del supuesto Aniversario de la Fundación de la Ciudad, cada año engalana a nuestro solar nativo haciéndolo literalmente de la mano del menor de mis hijos, Mateo, que aprovecha para venirse a quedar a su otra casa, la del papá, y estar conmigo más allá del fin de semana, que es como lo hace a lo largo del año. 

Para disfrutar de dicha fiesta, con tiempo conseguimos la cartelera de la misma y fuimos separando los eventos a los que nos interesaban ir, así como los boletos de aquellos a los cuales, obsequiados pero necesario, era requisito contar con ellos. 

El viernes último de labores, el 14 de julio, procuré desde temprano hacer mi respectiva fila en el Instituto Municipal de Cultura para adquirir los del evento que considero el más importante –sin restarle importancia a los demás– como lo es la puesta en escena de La Traviata, ópera del maestro italiano Giuseppe Verdi, que además, ¡oh maravilla!, tendría dos funciones: una el martes 18 y otra al día siguiente. 

Gustoso que es uno de ese tipo de espectáculos, además de ello, poco probables de asistir a los mismos porque en Saltillo sólo gozamos de estos durante la festividad en mención, pedí, ¡cómo no!, boletos para ambas funciones con el fin de repetir el disfrute de la misma.

Sin embargo, asumiendo que la puesta en escena se iba a hacer en el Parque “Las Maravillas”, como venía siendo durante los años pasados, ahí me tienen, o mejor dicho nos tienen al Mateo y a mí haciendo fila desde temprano en el mencionado lugar, el martes por allí de las 17:30 horas…

 Extrañado cerca de las 20 horas, y preocupado no sólo de que las entradas a dicho lugar no eran ni siquiera abiertas, sino que además no había tanta gente esperando –una familia de cinco integrantes, Mateo y yo–, me fijé bien en los boletos y me di cuenta de que la tan anhelada función de ópera no era donde yo creí, sino en el Teatro de la Ciudad. 

Como calculé que la función ya estaría avanzada para cuando llegáramos, nos fuimos tristones del lugar; y es que a Mateo y a mí no nos gusta entrar a medias a nada –ni siquiera a misa–. Nos fuimos con el consuelo de que teníamos boletos para la función del miércoles. Pero, ¡oh de nuevo!, tales pases, los del miércoles, justo los acabábamos de regalar a un amigo que no contaba con entradas para dicho acto.

Justo cuando ya estábamos resignados a perdernos tan representativa obra musical, en el transcurso de la noche me llegó un mensaje de una persona –cuyos datos omito por obvias razones– que decía: “Licenciado, le pude rescatar tres pases para la presentación de la ópera del miércoles”, los cuales el mismo día por la mañana me fueron entregados. 

Ahora sí, felices y con tiempo, Mateo y yo nos encaminamos al “Fernando Soler”, hicimos nuestra respectiva fila, y hasta nos dimos el lujo de obsequiar de nuevo un boleto sobrante a una pareja, madre e hija, que iban detrás de nosotros en la fila. Logramos un muy buen lugar casi en el centro del recinto, disponiéndonos ahora sí a disfrutar de La Traviata, que bien podría traducirse al español como “La Descarriada”. 

¡Qué puesta en escena! ¡Qué maravilla de espectáculo! ¡No le pide nada a las que se hacen en los grandes teatros del mundo! La Filarmónica del Desierto, el Ballet Profesional Coahuila y, ¡por supuesto!, solistas y coros de la Compañía de Ópera de Saltillo… 

El escenario, aunque austero y casi casi minimalista, lucía adecuado y elegante destacándose, sin duda, en el desarrollo de la misma las arias en las estupendas voces de los solistas, tanto en los personajes principales, Valery y Alfredo Germont, como en los secundarios: amigos, médico y sirvientes de Valery, y Padre de Alfredo. 

Los tres actos con sus respectivos interludios, llevados puntualmente con la magnificencia de la música de la filarmónica, desde su inicio hasta el deceso por tuberculosis de la protagonista, que, como se sabe, está basada en la obra La dama de las camelias, de Alexandre Dumas (hijo); y como dije, acompañada con extraordinarios bailarinas y bailarines del citado Ballet Profesional Coahuila. 

De hecho, durante el último de los interludios aproveché para saludar a buenos amigas, amigos y hasta mentores de un servidor, diciéndome una de ellas, “con razón dicen que si te gusta la ópera, su trama te hace llorar”, trayendo de modo involuntario a mi mente aquel comentario que le hace Richard Gere a Julia Roberts en Mujer Bonita, precisamente cuando invita a esta última a la función también de La Traviata en la Ópera de San Francisco, California. 

Dicho sea de paso, la película en comento, Mujer Bonita, no es sino una variación de la misma historia operística, aunque con final feliz. Siendo agradecido, además el detalle de poner, para quienes no parlamos completamente el italiano, un traductor en la parte superior del escenario.

Ya poniéndonos exigentes, quiero señalar que quizá sólo faltó el programa de ésta, así como los nombres de los protagonistas que, si bien fueron citados al inicio, merecen ser conocidos y reconocidos por el público asistente.

A propósito de la obra, dos comentarios al margen: el primero, citando al maestro de Ubeda, Joaquín Sabina: “No hay ni una sola historia de amor real que tenga un final feliz. Si es amor, no tendrá final. Y si lo tiene, (el final) no será feliz”, así sucede con esta historia. 

El segundo, relativo a la aparente y milagrosa sanación que le acontece a Valery, la traviata, justo antes del final de la obra, y antes de su muerte en la misma, ahora citando al poeta argentino Pedro B. Palacios, “Alamafuerte”, y tomando la cita del poema Los Incurables, hecho canción por el Inmortal Alberto Cortés: ¡Todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte! Nada más cierto.

Ojalá y ahora sí el año que entra el Instituto Municipal de Cultura, al margen de la Fiesta Internacional de las Artes (Fina), nos regale una temporada completa de ópera, aunque sea empezando con la trilogía operística compuesta por Verdi, agregando a la ya vista “Rigoletto y El Trovador”, para que así, año con año, se agregue una pieza más hasta llegar a una temporada en forma con, digamos, entre siete y ocho piezas por temporada. 

Saltillo lo demanda y se lo merece por la simple respuesta dada a esta primera pieza. Quizá ello nos ayude poco a poco a recuperar el mote con el que nuestra ciudad era antaño conocida: “El Atenas de México”. 

Por lo demás, ¡Felicidades a nuestro alcalde y a la directora del Instituto Municipal de Cultura! y a todos sus respectivos equipos, que cada verano nos regalan infinidad de opciones alrededor de nuestra supuesta fecha fundacional. 

Insisto, ojalá y hubiera temporada de ópera en Saltillo porque se cuentan sobradamente las posibilidades y elementos necesarios para realizarla.

MÁS DEL AUTOR:

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Síguenos en

Versión impresa

Don't Miss